Europa Sur

El lugar al que no llega el fin del mundo

● Elisa Levi publica la novela ‘Yo no sé de otras cosas’ (Temas de Hoy), una mirada a la España vaciada en la que su autora apuesta por la imaginació­n y busca el “disfrute” de los lectores

- Braulio Ortiz

Lea vive en un pueblo pequeño en el que sólo quedan cuatro jóvenes, ella incluida, un lugar tan remoto al que de producirse no llegaría el fin del mundo, y a la chica se le enciende a menudo un fuego en las tripas: augura que su existencia allí será larga, asfixiante, y fantasea con mudarse, con tener un futuro en una gran urbe, también una hija allí, una hija que “comerá productos procesados porque los niños de ciudad los comen y yo, que seré madre de ciudad, me quejaré y pediré en las reuniones de padres que revisen la dieta del comedor, que yo que vengo de pueblo sé que la longevidad tiene que ver con la comida. Pero todo será una interpreta­ción, no se crea usted, como si fuera una actriz, porque a mí no me interesa que mi hija sea muy longeva, que la vida a cierta edad se vuelve incomprens­ible”.

Lea es la protagonis­ta y la voz narradora, en un largo monólogo que despliega ante un desconocid­o, de Yo no sé de otras cosas, la segunda novela de Elisa Levi tras la aplaudida ¿Por qué lloran las ciudades? y publicada en Temas de Hoy como la primera. En su nueva obra, Levi (Madrid, 1994) reescribe desde una poderosa imaginació­n y una prosa envolvente el problema de la España vaciada. “Me apetecía hablar de un lugar pequeño y enfrentar a los personajes a lo que supone habitar un sitio así. Reflejar la desidia con la que pasa el tiempo, el modo en que se alargan las cosas, porque todo se hace más lento en un pueblo chiquito. Quería tratar las ansias por estar en una ciudad más grande, no dejar que la amplitud de la vida transcurra en un entorno que te ofrece pocas posibilida­des. Me parecía un punto de partida interesant­e”, expone una escritora que demuestra su originalid­ad ya en la cita que elige para abrir el libro, “todo el mundo cuenta sus penas / pidiendo la comprensió­n”, extraída de Todo es de color, de Lole y Manuel. “¿Es inusual? Sí. Pero debo reconocer que ellos me acompañaro­n mucho durante la escritura, que repetí esa canción en especial, y quería hacerles un homenaje”.

Levi se rebela en su libro contra esa visión idílica del entorno rural que han divulgado los entusiasta­s de Thoreau. “Si yo dirigiese este pueblo”, afirma su protagonis­ta, “pondría letreros, señor, señales, fijaría en la tierra carteles enormes con la frase: Aquí no está lo que buscáis. La gente no lo sabe, pero los pueblos pequeños huelen a mierda de vaca y a animales muertos apilados y a miedo y a rencores y a aburrimien­to y a dolores y odios que se pasan de generación en generación”. La escritora completa esa idea en conversaci­ón telefónica: en una localidad pequeña, además, y esto pesa especialme­nte en el ánimo, “sientes que todos los días son iguales, que es lo mismo que vivimos en el confinamie­nto, cuando el mundo se paró, que pasaban muchas cosas pero todas lejos de nosotros, de nuestras casas. Me basé en ese sentimient­o para llevarlo a otro lado”.

La narradora prestó a su protagonis­ta su ignorancia en algunos flancos de la vida: ese Yo no sé de otras cosas puede entenderse como una declaració­n de intencione­s, un manifiesto, en un momento en el que todos exhiben sus certezas en las redes. “La conclusión a la que yo he llegado en estos 27 años, la edad que tengo, es que no sé de todo, pero pienso que se me da bien lo que sé. Yo puedo contar historias, crear personajes, y ya, y hoy que hay que controlar y opinar de todo me parece algo rotundo asumir tus limitacion­es. Es importante tener claro lo que tú sabes para poder dudar del resto de cosas, para poder viajar entre opiniones, evoluciona­r, tener una visión crítica ante la existencia”.

Levi, que estudió Comunicaci­ón Audiovisua­l y Artes Escénicas en la Universida­d Europea de Madrid y dramaturgi­a en la Royal Academy of Dramatic Art de Londres, aprendió algo cuando en un proyecto finalmente aparcado se le coló un personaje parecido a sí mismo: no le tientan los derroteros de la autoficció­n. “Es un género que no me interesa mucho, y no sólo como autora, debo decir que como lectora tampoco. Me parece más atractivo crear una trama, unos personajes, llevar al lector a otro terreno con algo ficcionado. Me estimula más que escribir de la experienci­a propia, más que nada porque creo que las experienci­as propias no son lo suficiente­mente sólidas para llegar con ellas a alguna reflexión. Cuando narras desde una primera persona, tengo esa impresión, te pierdes muchas cosas que sí te brinda la ficción absoluta, la imaginació­n. Y pienso, además, que como autora crezco al apostar por la inventiva, que no crecería igual si me ciñera a una autoficció­n, me estancaría”.

A Levi, de hecho, le resulta “halagador” que la vinculen al realismo mágico: en su obra el bosque se traga a la gente o se sobrevive a un disparo en el pecho. “Yo quería defender que en la vida todo puede pasar, y que el lector se lo creyera porque se lo cuento de una manera gustosa que va a disfrutar, esa misma voluntad que tiene por ejemplo Gabriel García Márquez, que ha influido en esta novela. Reivindica­r que todo es posible ante algo tan crudo como puede

“En un pueblo pequeño sientes que el tiempo se alarga, que los días son iguales”, observa Levi

ser el campo, el mundo rural, me parecía un contraste curioso que jugaría a favor del libro. A menudo, la vida en un pueblo se te queda pequeña, y tienes que creer en algo para llenar de alegría los días. Me apetecía convertir la realidad en una metáfora. Hay tanta incertidum­bre tras la pandemia, ni siquiera sabemos si nos van a encerrar en casa de nuevo, que al final lo que nos salva son las metáforas. Y qué mejor que hacer metáforas con el realismo mágico, que es tan divertido”.

Jesús Carrasco ha celebrado la voz “llena de fuerza y carácter” de Levi, pero la autora prefiere pensar que es la voz de sus personajes la que fluye en cada obra suya. “Me gusta que la voz de esta novela sea muy diferente a la de ¿Por qué lloran las ciudades?, y espero que en mi próximo proyecto la protagonis­ta se exprese en un registro muy distinto. Me horrorizar­ía si alguien dentro de 20 años abriera un libro sin saber de quién es y dijera: Esto es Elisa Levi, porque no quiero tener un sello reconocibl­e. Si te repites el trabajo del escritor puede ser muy tedioso, y será más ameno si cada vez que me siento delante del ordenador me meto en una aventura diferente. Me apasiona eso de adentrarme en la mirada de un personaje y ver hacia dónde me lleva”.

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JOSÉ ÁNGEL GARCÍA Elisa Levi, hace unas semanas en la librería Caótica de Sevilla, donde presentó su libro.
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