Europa Sur

VOX Y LOS OBREROS

- LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ lmolini@grupojoly.com

ANDAN algunos entre desconcert­ados e iracundos por la vena obrerista que le ha entrado a Vox. Incluso una periodista de corazón progresist­a ha mostrado su estupefacc­ión por el hecho de que Iván Espinosa de los Monteros, futuro marqués de Valtierra, defienda en el Parlamento la causa del mono azul. Es desconocer absolutame­nte la historia del movimiento obrero. No es que nosotros la dominemos, pero sí lo suficiente para saber las estrechas vinculacio­nes que muchos aristócrat­as han tenido con esta lucha, desde el príncipe Kropotkin, uno de los padres del anarquismo, hasta el más doméstico Nicolás Sartorius Álvarez de las Asturias y Bohorques, hijo de los condes de San Luis, comunista y cofundador de Comisiones Obreras.

En la derecha no liberal siempre hubo una veta de obrerismo. Como explicaba con su impecable e implacable ironía conservado­ra don José Luis Comellas, el Partido Maurista paseaba por sus mítines a dos obreros (siempre los mismos) para demostrar sus inquietude­s sociales, y Fuerza Nueva tuvo su propio sindicato, Fuerza Nacional del Trabajo, cuyo primer jefe nacional, José Antonio Assiego, proclamaba con suicida nostalgia su intención de regresar al sistema de sindicatos verticales. En la propia Falange Española de las JONS, que nunca se consideró un partido de derechas, convivían el obrerismo de Ramiro Ledesma con el catolicism­o campesino de Onésimo Redondo y la orientació­n orteguiana de José Antonio Primo de Rivera. Y El Partido Carlista fue un intento algo disparatad­o de congraciar a Dios, los fueros, la patria y el “rey legítimo” con el socialismo autogestio­nario. Nada nuevo, pues, bajo el sol.

Desde hace ya tiempo Vox incluyó en su estrategia la penetració­n en los barrios obreros, algo a lo que la derecha liberal siempre ha renunciado. Esta pretensión no debe extrañarno­s en un partido que ve en el lepenismo una fuente de inspiració­n. La gran duda es cómo conseguirá la formación de Abascal congraciar su línea populista y obrerista con su pulsión tradiciona­lista.

Hace bien la izquierda, que siempre ha considerad­o a los distritos trabajador­es como feudos, en preocupars­e por las pretension­es de Vox. Pero mucho mejor haría en preguntars­e por qué el partido derechista ha visto un hueco que rellenar en estas geografías urbanas y sociales. Difícilmen­te los obreros (los de verdad) pueden identifica­rse con las ocurrencia­s y excesos ideológico­s de muchos de los líderes de la izquierda actual: la extravagan­te causa transexual, el animalismo pijo, la okupación, el feminismo radical-castrador, el multicultu­ralismo… ¡Quiá! como diría un currante de los de antes.

Haría bien la izquierda en preguntars­e por qué Vox ha visto un hueco a rellenar en los barrios trabajador­es

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