HACIA UNA ESPAÑA MODERNA
HACE unas semanas la Red Española contra la Pobreza y la Exclusión social, en sus siglas en inglés EAPN-E, celebraba su asamblea general, donde claramente se trataron temas que son de verdadera actualidad y que tienen más interés que nunca después de una campaña mezquina y en contra de algún colectivo e, incluso, del servicio social que lo atiende.
Por primera vez en nuestra historia los servicios sociales, de alguna manera, han sido protagonistas y esto es debido a que hay una escasísima percepción de lo importante que son estos servicios para una sociedad moderna y, sobre todo, genera una imagen de escasa importancia que hace que estén mal financiados.
Sí, les estoy hablando de los centros de menores. Si los menores están como están también debiéramos fijarnos en la escasez de recursos con los que estos centros cuentan.
Fíjense. En nuestro país, los servicios sociales no son universales y eso estigmatiza a las personas que hacen uso de los mismos. Es simplemente un error de enfoque, porque si tenemos derecho a la educación y derecho a la salud (recientemente en la comarca del Campo de Gibraltar se levantaba frente a los atropellos del derecho a la salud, por ejemplo) también las personas deberían tener claro que deberían tener derechos sociales, que son igual de importantes y que deberían ser para todos.
El problema está en que dichos servicios son reactivos y no preventivos. La manera por la que la gente llega a los servicios sociales es ya por una situación sobrevenida de pobreza, precariedad o de maltrato, lo que refuerza la idea de que las personas no deben ser atendidas hasta que esa situación ya la tienen encima. No debería de ser así.
Pero hagamos también crítica de lo que existe actualmente: la sociedad civil, organizada en el tercer sector, está dando un servicio a la sociedad en donde la Administración no llega y, sin embargo, el sector sufre una burocratización impuesta que le deja muy poco espacio en la prevención, repitiendo programas que priorizan la justificación a la atención de las personas.
Además, se necesita que la Administración tome conciencia de que es necesaria la elaboración de equipos compactos donde los funcionarios trabajen codo con codo con los profesionales del tercer sector y no como actualmente, donde los dos sectores trabajando en lo mismo son como el agua y el aceite.
Si en España nos queremos parecer a nuestros socios europeos debemos crear una sociedad avanzada y moderna, que ponga en el centro del debate al individuo y lo cuide. Eso significa que los agentes sociales no solo pueden ser las organizaciones de empresarios y sindicatos, sino que la sociedad civil organizada tiene que estar ahí, al mismo nivel de interlocución.
Sabemos que este cambio es difícil, pero no por ello debemos de cejar en ello. Este cambio implica incluso la reforma de la Constitución, pero queda claro que la España moderna tiene que tener un sector que cuida de ella y que ponga a los que lo necesitan en el centro de atención.