EL HOMBRE QUE ESTABA ALLÍ
EL recuerdo es el gran aliado de la inmortalidad, a la que solo puede vencer el paso del tiempo y las generaciones. Una persona vive hasta que otra que la recuerda exhala su último aliento.
Durante medio siglo, Manuel Chaves Nogales sufrió en España el mayor castigo que puede padecer un ser humano. Aquel que no aparece en ningún Código Penal y debería estar exclusivamente destinado a dictadores, asesinos o violadores: el del olvido.
Chaves Nogales fue uno de los mejores periodistas españoles de la historia. No digo el mejor porque la juventud todavía no me lo permite, pero no sería ni mucho menos descabellado afirmarlo. En un momento tan trascendental para la historia de España y Europa como fue la primera mitad del siglo XX, se erigió como el hombre que estuvo allí, en el lugar en el que todo ocurría, a pesar de jugarse la vida: una entrevista a Goebbels en la que le llamó “ridículo e impresentable” le valió para comenzar a ser perseguido por el régimen nazi.
Su libro A sangre y fuego es una obra maestra de nuestra literatura y su prólogo un manual que debería repetirse en las escuelas como un mantra. Nadie jamás ha contado la Guerra Civil como él en esas páginas. En plena contienda, cuando era una utopía no decantarse por ningún bando, Chaves Nogales, aunque liberal confeso (liberal de los de entonces, no de los de ahora), describió la barbarie republicana y fascista sin distinciones, tal y como se produjeron, a través de historias llenas de misterio, acción y sobrecogimiento.
Suya es también la mejor biografía escrita por un español: Juan Belmonte, matador de toros, centrada en la vida del ilustre –e ilustrado– torero sevillano. La agonía de Francia relata a la perfección cómo la considerada principal democracia del mundo cayó en las garras de Hitler víctima de la podredumbre de sus líderes políticos, militares y la propia sociedad gala; y El maestro Juan Martínez que estaba allí, que cuenta las andanzas del bailaor burgalés que emigró a Rusia en 1917 para actuar en cabarets, abre los ojos a cualquiera que piense que el bolchevismo sacó de la miseria al pueblo ruso. Por no hablar de sus artículos sobre la Revolución de Asturias o el germen del nacionalismo catalán.
Chaves Nogales murió en Londres en 1944, exiliado, solo, y condenado al olvido en España mientras en el extranjero disfrutaban de una pequeña parte de su obra. ¿Adivináis cuál fue el único libro que no quemó el franquismo? El de Juan Belmonte. Qué tristeza. Hay que ser muy superficial para pensar que ese es un libro sobre tauromaquia, que el fascismo español siempre se empeñó en hacer suya. El totalitarismo (de ambos extremos) y su ignorancia innata.