Europa Sur

UNA PROPUESTA INVISIBLE

- ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ

NO escribo de lo que lo hace casi todo el mundo si es para decir casi lo mismo. No es ningún prurito de originalid­ad, sino porque creo que el tiempo de mis lectores es oro. Por eso, del caso indignante del niño de Canet de Mar hostigado por los nacionalis­tas por querer que se cumpla la ley y una sentencia del Tribunal Constituci­onal no tengo más que adherirme a tanto bueno y contundent­e como se está escribiend­o por muchos que aún tienen decencia, sentido común y compasión.

Esta actitud mía hace que no escriba de muchas cosas que me importan muchísimo. La mayoría de las personas comparte una gran base de humanidad y de inteligenc­ia –aunque unos y otros tengamos posturas políticas distintas–. Nunca he escrito sobre esos asesinatos crueles que conmueven a la sociedad, porque yo me he conmovido con todos sin una mínima discrepanc­ia. Tampoco cuando ha ocurrido un accidente que nos ha vestido de luto como nación. He tenido la suerte de que nunca nadie me ha acusado de insensible. Alguno sí se extrañaba de que no hablase de la corrupción del partido contrario, sin caer en la cuenta de que tampoco hablaba de la corrupción del suyo, si eran escándalos públicos, que estaban en el juzgado y en la boca de todos.

He de confesar que a ese silencio ayuda

mi fe en el poder de la oración y en la comunión de los santos. Una oración vale más que una hipótesis. Si ésta puede arrojar algo de luz o abrir, al menos, un debate enriqueced­or, la hago, por supuesto. Si no, no, y rezo igual por la víctima del crimen o el accidente o del linchamien­to civil, y lo más importante no se pierde. Quizá si no creyese, no tendría más remedio que escribir de todo.

O no, porque también hay una especie de comunión de los santos por lo civil a la que se pueden apuntar todos los ciudadanos de bien, sin fe o con ella. Estamos tan lejos de Canet que no podemos hacer nada por la familia, pero sí inspirarno­s en su ejemplo de coraje cívico para hacer muy bien nuestro trabajo, cumplir de veras nuestros deberes y exigir los derechos que configuran una sociedad sana. Serán detalles pequeños, casi impercepti­bles: un plus de puntualida­d, una punta de perfección o un problema que se podía dejar pasar mirando para otro lado, pero que se encara con ánimo de arreglarlo. Para mañana se me ocurre uno de cada. Y ese pequeño esfuerzo suplementa­rio puede hacerse en honor del pequeño de Canet, porque él lo inspira y lo merece.

Hay una especie de comunión de los santos por lo civil a la que se pueden apuntar todos los ciudadanos de bien

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