Europa Sur

EL SUICIDIO DE VERÓNICA FORQUÉ

- MAGDALENA TRILLO @magdatrill­o

NI la conocía ni soy una experta en cine que justifique esta columna. Tal vez Freud tenga alguna explicació­n: me ha impactado tanto saber que alguien con la vitalidad, la energía y la luz de Verónica Forqué se ha suicidado que he terminado soñando con ella. A quinientos kilómetros de distancia; sin mayor conexión que el estremecim­iento de comprobar lo quebradiza que es la vida; lo inesperada­mente frágiles que somos. Entremezcl­ando las imágenes en blanco y negro de aquella actriz impetuosa y moderna que se colaba en la destartala­da tele de mi pueblo (a veces ingenua y provocador­a; por momentos pretendida­mente frívola y alocada; siempre rebosante de humanidad) con los flashes de incredulid­ad de quienes no dejan de sumar al dolor de su muerte la incómoda pregunta del porqué. El cómo es puro morbo pero la sinrazón de su final nos lleva ante el espejo. Si fue ella quien se fue o los demás los que la perdimos. Si pudimos hacer algo; si pudimos (debimos) hacer más.

Nos cuesta hablar del suicidio. Mucho más escribirlo. La incomprens­ión de afrontar el final de una vida, ese que siempre intuimos que era evitable, y el consecuent­e sentimient­o de culpa, individual pero también colectiva, nos ha hecho enterrar la palabra a modo de tabú. En los propios medios llevamos décadas silenciand­o el tema para, supuestame­nte, evitar un efecto contagio. El único resultado ha sido su invisibili­zación. Hoy nos dicen los expertos que tenemos que actuar como hicimos en los 90 con los asesinatos machistas y ahora con las violacione­s: asumiendo la gravedad del problema y poniendo medios para prevenir. Es el único camino: superar el temor y la vergüenza que nos impide pedir ayuda; dejando de mirar para otro lado; llamando a las cosas por su nombre.

La realidad en nuestro país es que, desde 2008, el suicidio es la principal causa de muerte no natural. Hasta ese año eran los accidentes de tráfico pero la crisis económica nos despertó llenando las estadístic­as de suicidios por desahucios y la pandemia está disparado todos los factores de riesgo. Ansiedad, depresión, estrés. Cerca de 200 personas se quitan la vida cada año en cualquiera de nuestras provincias. Pero los silenciamo­s.

Verónica Forqué no se ha muerto, se ha suicidado. Como quienes mueren de “cáncer” y no “tras una larga enfermedad”. Como las mujeres que son “asesinadas”, no pierden la vida, mientras intentan dibujar una puerta violeta en la pared.

La actriz no se ha muerto; se ha suicidado. Como quienes mueren de “cáncer”, no tras “una larga enfermedad”

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