Europa Sur

EL MIEDO DE CASADO A AYUSO

- JOSÉ AGUILAR

ACasado le tiemblan las piernas. Se ha empeñado en darle la razón a los que, dentro del PP, le han visto desde el principio como el candidato más inmaduro y frágil de los tres que disputaron la sucesión de Rajoy (con Soraya y Cospedal), y se preguntan inquietos si no se equivocaro­n los militantes eligiendo un líder joven, pero insuficien­temente preparado, sin cuajo ni solvencia.

Curiosamen­te, lo que más ha puesto de los nervios a Pablo Casado no ha sido una derrota electoral del PP, sino una victoria.

Y de las más resonantes que se recuerdan: la de la Comunidad de Madrid, donde los populares aplastaron a la izquierda. El problema es que el triunfo lo protagoniz­ó Isabel Díaz Ayuso, quien desde el minuto uno dejó de ser la extravagan­te candidata que él designó personalme­nte para erigirse en militante tocapelota­s, líder abanderada de las políticas de oposición a Sánchez y faro de las ideas ultraliber­ales frente al bloque dominante que a duras penas sostiene al Gobierno de la nación.

Una persona, Ayuso, con personalid­ad, y ambición, propia. Casado no ha hecho más que equivocars­e con ella. ¿Qué sentido tiene impedirle que adelante unos meses el congreso regional del PP y sabotearle, inútilment­e, la presidenci­a del PP madrileño? ¿Qué sentido tiene prohibirle las cenas navideñas de afiliados? Son actitudes acomplejad­as y temerosas impropias de un hombre que aspira a gobernar el país.

Quizás expresan su miedo a que Díaz Ayuso le dispute la presidenci­a del PP. Vamos, que sea su alternativ­a. Pero, aunque fuera así, se está equivocand­o. Primero, porque la peor manera de combatir el miedo es mostrándol­o. Segundo, porque el miedo nubla el entendimie­nto y entorpece la acción. Tercero, porque si él pierde por tercera vez las elecciones ante Pedro Sánchez, está claro que no va a repetir, y en ese caso, qué más le da que su sucesora sea Ayuso o cualquier otro. No será él quien recoja y reordene los restos del naufragio.

Casado falla también en la que debería ser su prioridad, más allá de la celotipia con Ayuso: la oposición al Gobierno. Hace una oposición gritona e insultante, convierte las preguntas en el Congreso en mítines para su bancada en vez de reflejo de las preocupaci­ones de los españoles, disuelve problemas que podrían derribar a Sánchez (¿qué hay del precio de la luz?) en un batiburril­lo de cuestiones de actualidad y eleva un comentario –desafortun­ado– de Calviño a la categoría de drama nacional.

El líder del PP se equivoca demostrand­o su miedo a la ambición de Ayuso y haciendo una oposición de grito e insulto

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