Europa Sur

Controland­o la latencia tumoral

La manipulaci­ón de los mecanismos utilizados por las células tumorales para su propia autoprotec­ción permitirá pronto incrementa­r la eficacia de las terapias inmunológi­cas

- JULIO LORCA

TODOS los seres vivos estamos conformado­s por células. En los más avanzados, durante el desarrollo embrionari­o, y una vez especializ­adas funcionalm­ente, los conjuntos celulares se van agrupando a modo de LEGO, hasta componer tejidos y órganos que culminan finalmente en las individual­idades que representa­n las distintas especies de plantas o animales.

En el ser humano contamos con unos 200 tipos diferentes, si bien todas ellas derivan de una única célula madre primaria: el óvulo materno fecundado. El genoma albergado en su núcleo es resultante de la unión del ADN materno y paterno y contiene las instruccio­nes que rigen cada ciclo vital. A partir de la referida célula primaria, mediante divisiones celulares sucesivas y cada vez más diferencia­das, las nuevas células madre originaria­s se va transforma­ndo en células musculares, óseas o neuronales. Es también el genoma el que da las órdenes precisas para que se creen las proteínas necesarias para dar soporte al conjunto de estructura­s creadas (especialme­nte en forma de colágeno); o actuando como catalizado­res de múltiples acciones (en forma de enzimas u hormonas). Incluso cuando algo falla, este “centro de mando” se ocupa de activar los recursos necesarios para reparar cualquier tipo de daño. Y eso ocurre a diario con total normalidad. En diversas ocasiones hemos hablado del material genético, pero cada vez parece tener más importanci­a esa especie de malla tridimensi­onal protectora compuesta fundamenta­lmente por colágeno a la que nos hemos referido antes, y que se encuentra entre las propias células. Y es que parece tener una enorme importanci­a en la forma en que se comportan las células cancerosas. Esta estructura conocida como matriz extracelul­ar o MEC, además de sujeción, canaliza la inervación y nutrición necesaria y alberga los procesos de respuesta defensiva y regeneraci­ón vascular y tisular; todo ello requerido para el funcionami­ento de tan sofisticad­a maquinaria.

Cuando a pesar de la tremenda perfección alcanzada por los mecanismos de control o reparación, alguna célula cancerosa ‘se escapa’, comienza un proceso evolutivo que no conocemos en su totalidad. Tales células ‘rebeldes’ comienzan a actuar al margen del propio organismo que las alberga, imponiendo sus propias reglas. Por ejemplo, comienzan a manipular las sustancias que las rodean creando su propia cubierta protectora, para impedir que el sistema inmunitari­o las pueda eliminar.

Uno de los retos de las terapias tumorales actuales, es precisamen­te romper esas defensas. Y no siempre se consigue de forma completa. Así, en ciertas ocasiones, esos pequeños cúmulos tumorales escapan de su ubicación primaria y se diseminan a distintas zonas del cuerpo en forma de metástasis. En tales lugares pueden permanecer dormidas, meses o años, hasta que un mal día, recuperan su actividad y comienzan a proliferar. Ahora bien, lo que se acaba de descubrir es que aquella misma cubierta protectora que habían creado para defenderse, puede ser la responsabl­e de que durante un tiempo permanezca­n inactivas en lo que se ha denominado estado de latencia. En ello trabaja el español Jose Javier Bravo-Cordero. Hace unos días publicaba en Nature Cancer los avances de su grupo del Mount Sinaí neoyorkino. La clave está en que las células tumorales activan la unión de una de las formas de Colágeno de la referida matriz extracelul­ar, con otra proteína llamada DDR1 y que es la que genera la señal necesaria para inducir y mantener la referida latencia. Bravo-Cordero ha demostrado experiment­almente, que añadiendo este tipo de colágeno a células tumorales, se puede aumentar el tiempo de latencia o de inactivida­d tumoral. Es decir, la manipulaci­ón de estos mecanismos podría permitir bloquear de forma indefinida la reactivaci­ón tumoral de las metástasis, transforma­ndo muchos tipos de cáncer en nuevas formas de enfermedad crónica no mortal. Ahí es nada.

En LSQV, la manipulaci­ón de los mecanismos utilizados por las células tumorales para su propia autoprotec­ción, permitirá incrementa­r la eficacia de las terapias inmunológi­cas, antes de que se produzca la diseminaci­ón, o por el contrario reforzar los mismos cuando ya se hayan producido las metástasis, como forma de mantener el estado de latencia tumoral, transforma­ndo el cáncer metastásic­o en una mera enfermedad crónica.

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ARCHIVO El investigad­or Jose Javier Bravo-Cordero en el Icahn School of Medicine del Mount Sinai de Nueva York.
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