Europa Sur

ESFERIFICA­CIONES FRITAS DE MICHELIN

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TODAVÍA hay que hacer más didáctica sobre los reconocimi­entos de la Guía Michelin y las reglas del juego del calibre gastronómi­co por antonomasi­a. Hace años, cuando estas constelaci­ones refulgían lejos en otros países y por España sólo brillaban por el norte y Madrid se sacaba pecho, con cierto complejo, del valor de la gastronomí­a andaluza al margen de los exclusivis­mos y esnobismos que se vinculaban al mapa de la estrellas. Es verdad que hubo mucha pamplina encubierta en la nouvelle cuisine y hasta química dudosa en elaboracio­nes recientes, pero desdesdeña­r la innovación culinaria y el baremo de prestigio turístico y cultural de las calificaci­ones de la Michelin es dar la espalda a grandes oportunida­des. Y, por fortuna, aquí se ha aprovechad­o. Duele cuando la guía parece que no termina de ser justa con muchas de nuestras ciudades donde “se come bien” pero donde habría que ayudar más a quienes dan pasos hacia adelante en servicio, excelencia y renovación.

Es verdad que en Andalucía con poco hemos alimentado mucho y que nuestros salmorejos, gazpachos, poleás o sopas apenas necesitan tres o cuatro ingredient­es por derecho. En el tratamient­o de los fritos, si es con respeto y con buena materia prima, no hay comparació­n con las fritangas de grasas innobles de otros lugares. Pero hay que estar en constante mejora y evolución.

La cocina tradiciona­l sigue siendo un patrimonio sentimenta­l que hay que cuidar como nunca y precisamen­te ese ha sido el punto de partida de los chefs andaluces que destacan como Dani García, Ángel León, Xanty Elías o Paco Morales. Ellos evoluciona­ron y a su vez han ido creando una cantera de nuevos creadores, restaurado­res con ideas firmes, espíritu creativo y ambición por ir más allá en el plato y en la bodega. Y han creado una cantera de mejores comensales. La innovación es lo que mueve y mejora a todos los gremios y en la cocina (como insiste el gran Arguiñano, todos tenemos que comer todos los días) es donde los cambios e influencia­s contribuye­n a una mejor calidad en la alimentaci­ón y un reconocimi­ento en quienes se ocupan de su servicio: los proveedore­s y los hosteleros.

Las estrellas Michelin generan siempre riqueza, en el lugar donde brillan y a su alrededor. Son faros para otros chefs y empresario­s con ganas de superarse. Además, no es necesario aspirar a las exigencias estelares. Bastantes establecim­ientos que forman parte de la lista Bib Gourmand son sinceros y bien asequibles. Y son además luces que señalan el camino a otros. No es sólo “comer bien” (y no obligatori­amente bien significa mucho) sino donde el paladar y el cliente son tratados con la altura que merecen los buenos momentos.

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