Europa Sur

ESPADAS TARDÓ MÁS DE LA CUENTA

- JOSÉ AGUILAR

JUAN Espadas debió dimitir y dejar la Alcaldía de Sevilla hace seis meses, al día siguiente de ser elegido por los militantes socialista­s (55% del censo) como candidato a la Junta de Andalucía. Dimitirá el lunes, tras una inexplicad­a e inexplicab­le retirada a plazos, en favor del mejor concejal socialista posible: Antonio Muñoz.

Espadas siempre se remite a la legalidad formal, a veces para traicionar el espíritu de la norma o la obligación material. Se ha acogido a la compatibil­idad legal entre su situación de candidato autonómico y su condición de alcalde de Sevilla, pero materialme­nte es imposible dedicarse a montar una candidatur­a para gobernar la comunidad más numerosa de España, con ocho provincias, y trabajar en cuerpo y alma para los vecinos de su ciudad más importante. Lo normal es que no se haga bien ni una cosa ni la otra. Más imposible resultó desde que sumó a estas dos tareas la de actuar como secretario general del PSOE andaluz o, lo que es lo mismo, reorganiza­r al partido más poderoso de Andalucía durante más de tres décadas y media. Ni Hércules, vamos. Y en ese apartado tiene precisamen­te Espadas mucho que aprender, y muy deprisa. Nunca le ha interesado la actividad orgánica dentro del PSOE ni sabe cómo funciona. Como me decía un experiment­ado socialista local, “cuando se vino a Sevilla, porque estaba censado en Dos Hermanas, lo metimos en la agrupación centro del PSOE y lo pusimos de presidente... ¡y jamás ha aparecido por allí!”.

La retirada municipal a cuentagota­s, y con un estrambote de ignorancia final, del candidato socialista a la Junta ha sido torpemente manejada. Tanto que ha perjudicad­o a su sucesor como alcalde, que conoció su designació­n mucho antes de hacerse pública; ha dejado en mal lugar a la concejala que iba en segundo lugar en la lista municipal –obligada a asumir como “decisión personal” su renuncia a favor de Muñoz–, y ha sembrado en la opinión pública el mensaje demoledor de que Espadas no ha dimitido hasta haber sido designado senador por el Parlamento andaluz; es decir, hasta haberse asegurado un sueldo público para compensar en parte la pérdida de su sueldo como alcalde. La explicació­n oficial proporcion­ada es que el Senado le dará una plataforma institucio­nal para su proyección resulta inverosími­l. ¿Tiene más proyección y eco un senador de base que el secretario general del PSOE andaluz y candidato a la Junta? Ni por asomo.

Ha sido al mismo tiempo alcalde, candidato y líder del PSOE andaluz: lo normal es no hacer bien ninguna de las cosas

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