El ejemplo de Asansull y Apadis
● Nuestra gratitud a las personas y el reconocimiento a su esfuerzo solo son comparables a la belleza inmensa de sus logros ● Faltaban terapeutas ocupacionales, pedagogos, maestros...
UN día de hace ya más de medio siglo, viví el trance del nacimiento de una niña que tardó demasiado en respirar. Venía al mundo bastante antes de lo previsto, como consecuencia de un parto que debía haber sido gemelar. Pero el proceso de gestación de la otra niña se había interrumpido de modo espontáneo y el ginecólogo que atendía a la madre no sabía que estaba ante un embarazo doble. La anoxia, o falta de oxígeno, generó una parálisis cerebral en la recién nacida. Ese suceso me familiarizó con la problemática familiar, y social por añadidura, que plantea la existencia de personas que no pueden valerse por sí mismas. En mi infancia y adolescencia en Algeciras, tuve la buena experiencia, el buen aprendizaje, de observar cómo la diferencia no lo era en el sentir de la gente. Sin embargo cuando esa diferencia traducía una deficiencia grave, ya fuera física o intelectual, las familias solían ocultar a sus afectos e incluso se percibía una cierta actitud de retraimiento, de culpabilidad. Aún más notable cuanto más elevado fuera el rango social de la familia.
Pero no se trata ahora de contar mi historia ni mi experiencia, sino de hacer constar que sé de qué escribo cuando escribo de lo que voy a escribir. Antes que nada asumo que el mejor medidor del grado de desarrollo y de bienestar de una sociedad, es la calidad del servicio que presta a sus miembros menos dotados o infradotados. Esa igualdad de la que tanto se habla en política, la égalité de la Revolución Francesa, la revolución burguesa por excelencia, no alude a una coincidencia biológica; por otra parte, imposible; sino al propósito de que todas las personas tengan los mismos derechos y puedan disponer de los mismos medios para ser lo que su naturaleza y sus capacidades les permitan ser. Eso quiere decir que la sociedad debe arbitrar los mecanismos y poner a disposición de las personas los instrumentos necesarios para paliar, o en su caso disminuir, los efectos de las desigualdades intrínsecas a la naturaleza humana. La sociedad española se ha incorporado tarde a la tarea de procurar que tal cosa suceda, y aún hoy está lejos de eliminar las injusticias y de sentenciar los procederes que impiden o dificultan la igualdad de derechos y de disponibilidad de medios al alcance de todas las personas. Un viejo adagio dice que nadie escarmienta en cabeza ajena, por eso todo aspirante a político debiera recorrer un par de veces su barrio y de visitar sus enclaves en silla de ruedas, un par de veces con los ojos tapados y otro par de veces con los oídos neutralizados, para que no les lleguen los sonidos; y antes de empezar el ejercicio, ensayar a moverse en su casa y a salir y entrar en ella, visitando todos sus rincones, baños incluidos, en silla de ruedas, con los ojos tapados y con los oídos ensordecidos. Les haría mucho bien y les prepararía para disponerse a administrar como Dios manda los bienes y los enseres comunes y compartidos.
Hasta la década de los sesenta no se localizan en España los primeros movimientos para corregir, siquiera levemente, las deficiencias en la atención debida a nuestros semejantes. Por ejemplo, ASANSULL se constituyó legalmente el día 25 de mayo de 1970, culminando en La Línea, una iniciativa colectiva de familias afectadas por tener en ellas a una persona con importantes limitaciones. Dios puso en el camino a María Luisa Escribano Toledo, nacida en Tarifa, pero con un largo ser y estar en La Línea. Maria Luisa debiera tener una estatua en el corazón del Campo de Gibraltar que casi tocara el cielo, el que ya ella ha tocado con su extraordinaria labor. Le debemos tanto que uno se siente insignificante al menor gesto de comparación con sus logros. No deja de ser pintoresco que no importe el equívoco del Ayuntamiento de La Línea, al hacerla Hija Predilecta sin haber nacido en el municipio. Los muchos reconocimientos que posee; entre los que está la Medalla de Andalucía, y son extensivos, como ella misma pregona, a las familias y a los profesionales y voluntarios que han hecho posible esa espléndida realidad; reúnen un pequeño porcentaje de lo que merece. Más de tres mil personas atendidas en veinticinco centros de nuestra geografía comarcal dan; junto a los muchos cientos de profesionales y voluntarios que trabajan en ASANSULL; testimonio de una labor extraordinaria, muy dura y difícil de acometer cuando hace más de medio siglo unos cuantos se pusieron a la tarea. Porque fue cosa de la sociedad civil, la Administración estaba entonces, prácticamente ausente en estos menesteres.
Manuel Pérez Ruiz de Conejo, de Algeciras, tenía en 1965 menos de treinta años y un hijo de dos años con síndrome de Down. Si bien la educación básica de las personas con discapacidad disponía de cierta cobertura, su atención generalizada estaba muy lejos de estar institucionalizada. Manuel es uno de esos pioneros, él en nuestra ciudad, otros en otras, que fueron creando con mucho esfuerzo la presencia social de una realidad todavía entonces no asumida por las Administraciones Públicas. Valga el dato de que la primera ley de educación específica para niños con deficiencias psíquicas, se promulga en el Reino Unido en 1970. El informe Warnock, difundido en 1978, conocido por el nombre de la presidenta de la comisión que lo redactó, es el primer documento elaborado con el fin de implantar conciencia política del problema. Cuenta Manuel que en 1965 vio en televisión que se había creado un patronato de educación especial. Marchó a Madrid para tratar de informarse sobre qué podía hacer él mismo, para generar una inquietud que pudiese dar sus frutos en la dirección deseada. Luego insertó un suelto en el diario Área para tratar de interesar a personas con el mismo problema. Se trataba de construir un futuro para los jóvenes que terminaban a los dieciocho años su periodo de escolarización.
En aquel tiempo, las limitaciones no sólo eran de índole institucional. También faltaban terapeutas ocupacionales, pedagogos, maestros, psicólogos, neurólogos y fisioterapeutas especializados. Los ayuntamientos eran poco receptivos y había que tener suerte para dar con algún político sensibilizado con el problema.
En aquel tiempo había que tener suerte para dar con algún político sensible al problema
El nacimiento de APADIS puede señalarse en 1967, con la aprobación de sus estatutos. Su presencia en Algeciras es ahora ostensible, pero no debe desdibujarse la imagen de los que por aquellas fechas, con una hucha en mano, trataban de obtener más que ayuda económica, solidaridad. Aún no hace un mes que el alcalde Landaluce, en un acto simbólico, entregó a APADIS las llaves del viejo local en el que se ubicaba la biblioteca municipal. Parece que la sociedad va a situar en él un centro de día para personas con discapacidad en trance de envejecimiento. Un centro de atención infantil temprana, dos centros ocupacionales, El Real y el Punta Europa, una residencia de adultos, Ntra. Sra. de Valme, tres viviendas tuteladas, Los Arcos, El Recreo y Venta de Siles, completan la estructura habitacional de la asociación. Multitud de actividades creativas y deportivas complementan la oferta social de APADIS Bahía de Algeciras. Nuestra gratitud a las personas y el reconocimiento a su esfuerzo solo son comparables a la belleza inmensa de sus logros.