Europa Sur

La ‘maldición’ que no deja a los Grimaldi

Una ex novia despechada del príncipe Rainiero III le auguró que su descendenc­ia nunca sería feliz en su vida sentimenta­l

- Fátima Díaz

Los constantes rumores de separación que persiguen desde hace meses a Alberto II de Mónaco y su esposa, la princesa Charlene, parecen responder a esa maldición que siempre ha rodeado a la dinastía Grimaldi. La muerte, el dolor y la tristeza se han cebado con la primera familia del Principado, un estado que, pese a su pequeña extensión, entraña dentro de sí tantas intrigas palaciegas y leyendas como para escribir un libro, o rodar una película... o varias. Dos accidentes mortales, separacion­es, escándalos... Los Grimaldi no han tenido una vida feliz a pesar de tener dinero, fama y belleza. Pero ¿es cierto que sobre ellos pesa una maldición? ¿De dónde procede?

La boda de Rainiero y la famosa actriz Grace Kelly fue casi un cuento de hadas, aunque no tuvo un final feliz. Cuando se casaron nada hacía presagiar lo que el destino les tenía preparado: muerte y desolación. Para conocer el origen de la famosa maldición hay que remontarse en el tiempo y repasar el árbol genealógic­o del clan Grimaldi hasta llegar a Rainiero I, el primer soberano Grimnaldi y bisabuelo de Rainiero III.

Cuenta la leyenda que antes de conocer a su primera esposa (tuvo dos), una amante gitana a la que abandonó, llena de furia y despecho, lanzó una maldición a la familia: “Ningún Grimaldi va a ser feliz en su matrimonio salvo que se case después de los 50 años”. Esas palabras se las llevó el viento pero, visto que posteriorm­ente la condena se ha ido cumpliendo, por si acaso parece que Alberto de Mónaco esperó a los 53 años para casarse con Charlene por un motivo bien fundado, o por pura superstici­ón.

Rainiero, que tenía 33 años cuando se casó, tenía ya bastante prisa por hacerlo y darle un heredero a Mónaco. Tan interesado estaba que antes de la boda exigió que la actriz se hiciese una prueba ginecológi­ca de fertilidad. Cumpliendo todos los requisitos, el enlace siguió adelante y, para compensar a la productora con la que estaba trabajando Grace Kelly, decidieron retransmit­ir la boda convirtién­dose en la primera boda de la realeza que se vio por televisión.

Vivieron unos años de felicidad a los que se sumaron sus tres hijos, pero en 1982 la fatalidad llamó a las puertas del palacio. Gracia de Mónaco tenía 52 años cuando murió en un accidente de coche. Con ella iba su hija Estefanía y son muchos los que todavía creen que era ella la que conducía. Grace quedó en estado vegetativo hasta que Rainiero tomó la decisión más difícil de su vida: desconecta­r a su amada y enterrarla.

Carolina de Mónaco intentó desafiar la profecía hasta tres veces. A los 18 se casó con Philippe Junot, un playboy 17 años mayor que ella, alguien nada recomendab­le para la princesa. El amor se fue tan rápido como vino y dos años después se divorciaro­n.

Durante un tiempo fue ‘la novia de Europa’ pero no tardó en volver a encontrar el amor. Esta vez el afortunado fue el empresario Stéfano Casiraghi. El despliegue de medios que se hizo para su boda en 1983 fue impresiona­nte. Dicen que ella dio el ‘sí quiero’ estando ya embarazada, un escándalo para la época, aunque muchos pensaron que seguía los pasos de su propia su madre.

La joven pareja tuvo tres hijos y fueron felices hasta que la maldición volvió a cobrar sentido: Stéfano murió delante de todo el mundo mientras participab­a en una competició­n de off shore, deporte náutico en el que era campeón del mundo. El copiloto de la embarcació­n salió despedido y sobrevivió, pero Stéfano murió en el acto. Era la segunda muerte en la familia, la segunda prueba de que existía la maldición.

Carolina tardó en recobrar el ánimo y la sonrisa, pero lo hizo. Fue con Ernesto de Hannover, que entonces era el marido de una amiga. La princesa se quedó embarazada y decidieron casarse. Ella tenía 42 años y él, un carácter difícil y serios problemas de adicciones. Todos recuerdan que dejó sola a Carolina en la boda de Felipe VI y Letizia.

Estefanía es la princesa rebelde, la que más disgustos dio a Rainiero pero también su ojito derecho. Ha tenido 12 amantes conocidos y se ha casado en dos ocasiones. La primera fue en 1995 con Daniel Ducruet, su guardaespa­ldas, a pesar de la oposición de su progenitor. En 2003 con un acróbata, Adans Peres. Su última hija, Camille, de 23 años, dicen que también es de un guardaespa­ldas.

Alberto, por su parte, fue una constante decepción para Rainiero, que no veía en él al heredero que había soñado. Tímido y tartamudo en su infancia, su lista de romances es incontable e incluye a modelos, actrices, azafatas... También tiene dos hijos ilegítimos y varias demandas de paternidad aún no aclaradas. Esperó a los 53 años para sentar cabeza con Charlene Wisttock, pero tampoco eso ha sido garantía de nada. Desde que se casaron los problemas no han dejado de sucederse. Alberto y Charlene parecen vivir en una constante crisis matrimonia­l, la última dura ya casi un año. Ella, tras pasar seis meses en Sudáfrica por supuestos problemas médicos, se encuentra ingresada en un centro psiquiátri­co en Suiza, y de momento el desenlace de su historia está en el aire.

 ?? EFE ?? Carolina, desolada, en el funeral de Stéfano Casiraghi, quien murió en un accidente en 1990. A su lado, Rainiero y Alberto.
EFE Carolina, desolada, en el funeral de Stéfano Casiraghi, quien murió en un accidente en 1990. A su lado, Rainiero y Alberto.
 ?? EFE ?? Rainiero y Alberto, ante el féretro de Grace en 1982.
EFE Rainiero y Alberto, ante el féretro de Grace en 1982.
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EFE Charlene llora en su boda con Alberto en julio de 2011.

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