Europa Sur

SEXADORES DE JUGUETES

- CARMEN CAMACHO

SUPONGO que formará parte de la llamada “batalla cultural” –ojo al eufemismo– poner el grito en el cielo por todo lo que proponga el ministro de Consumo, así resulten iniciativa­s sensatas. No publicitar el consumo de tigretones en un país donde la obesidad infantil va en aumento, o recomendar el consumo moderado de carne, lo avalarían cualquier pediatra y endocrino en sus cabales. Pues hay políticos enfrente, como Ayuso (que dijo aquello de phoskitos, no, pero porros sí que sí, confundien­do falazmente el pulso con el culo) o como Zoido (que subió a Twitter la foto de unos filetes empanados radiactivo­s) que, más que disentir razonanada­mente, niegan la mayor por la tremenda. Colijo que la dichosa batalla cultural no consiste en convencer con razones, sino en hacer montones con la gente: “¿A usted le gusta la panceta? ¡A mi derecha! ¿Y usted dónde va con ese tofu? ¡A mi izquierda!”. Antaño, en mi pueblo, los mejores choricitos al infierno se despachaba­n en la barra que montaban los comunistas en la feria. La frugalidad, en cambio, era cosa de señoritos.

Cuando las diferencia­s entre mujeres y hombres sirven para la desigualda­d, hacemos el mundo más chungo

El Ministerio de Consumo tiene cosas reprochabl­es. Va una: se puso muy de perfil cuando miles de españoles se las vieron y se las desearon para que las compañías aéreas les devolviera­n, como dicta la ley, el importe de los viajes que se cancelaron en marzo de 2020. Mejor haría la oposición en buscar bien las cosquillas a esa cartera, en vez de enzarzarse en polémicas propias del que asó la manteca.

Una guía con consejos para elegir juguetes no sexistas ha vuelto a solivianta­r a los del bando contrario. ¡Anatema! En esto, da igual que la haga Consumo o la Junta, que también sacó una campaña a favor del juguete no sexista y no violento y los de Vox se rasgaron las vestiduras, como suelen, porque el gobierno andaluz estaba asumiendo el “discurso de género”. Hay quienes tiran de experiment­os con chimpancés para dar vitola a sus argumentos: resulta que las monas juegan más con cosas que tienen ojos, como las muñecas, mientras que a los monos les va más jugar con maderos. Para algunos, esta es razón suficiente para seguir perpetuand­o los roles de género. Debo recordar que no somos mandriles. Y debo recordar que, cuando las diferencia­s, evidentes, entre mujeres y hombres sirven para provocar desigualda­d, también evidente, colaboramo­s en construir un mundo más chungo. Observen en estos días los escaparate­s de juguetes: los diseñan auténticos sexadores. Eso, de natural, tiene poco; de social, demasiado.

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