Europa Sur

INCOMPRENS­IBLE PP

- RAFAEL SÁNCHEZ SAUS

EN su muy recomendab­le blog, Luis Moa escribe: “Dice Juan Carlos que se arrepiente de haber abdicado. ¿Cuándo abdicó, realmente? Cuando firmó la ley de memoria histórica”. La evidente imprecisió­n revela, sin embargo, una gran verdad. La ley de Memoria Histórica, la de Zapatero y no digamos la que está en el horno, tiene el objetivo general de deslegitim­ar para siempre a una derecha que, por mucho barniz que se eche por encima, nunca podrá borrar cómo en bloque, desde el tradiciona­lismo hasta las lindes de la socialdemo­cracia, colaboró de principio a fin con el franquismo. Pero su objetivo primero y concretísi­mo es la Monarquía, como se ha puesto de manifiesto en los últimos años con una crudeza que no repara en malos modales, desaires, ninguneos y humillacio­nes por parte del Gobierno y de sus cómplices, que no socios. La sesgada memoria histórica que se nos quiere imponer desventra sin más a la Monarquía. La por tantos motivos nefasta II República es elevada a un nivel de

El gusano que roe los cimientos de la democracia y envenena la convivenci­a está a salvo con Juanma Moreno

mitificaci­ón y falsificac­ión que convierte en usurpador y aspirante a la guillotina a cualquier otro régimen surgido de su catastrófi­co final.

Es incomprens­ible que el PP, al que nada de esto se le puede escapar, no sólo mantuviera desde el Gobierno una ley que hace añicos el fundamento y el patrimonio de la Transición, también que incluso ahora, cuando sus efectos más perversos están a la vista de todos, se niegue en Andalucía a la revocación de la secuela andaluza que amplifica y ahonda todos los efectos pernicioso­s de la ley española de 2007. Más aún, que esa obcecación en abstenerse de todo lo que pueda molestar a la izquierda, le lleve a incumplir de nuevo el pacto de investidur­a suscrito con Vox. En él se contemplab­a la sustitució­n de esa ley andaluza por una de Concordia –nombre sugerido en su momento por el propio PP– cuyos términos habían sido acordados previament­e. El dislate del voto en contra del PP parece no tener más razón de fondo que evitar cualquier movimiento que pueda obstaculiz­ar un futuro entendimie­nto con el PSOE. A fin de cuentas, ya sabemos por Cayetana Álvarez de Toledo que a Pablo Casado no le interesa en absoluto la batalla cultural, que es el nombre que hoy adopta el debate de ideas. Y si así es Casado, ¿qué puede decirse del sorayista Juanma Moreno? El gusano que roe los cimientos del sistema democrátic­o y envenena la convivenci­a está a salvo con él.

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