Europa Sur

La llegada de la Navidad

● De todos los ciclos anuales, el de la Navidad siempre tuvo un significad­o especial ● La cámara de Miguel Ángel Del Águila supo captar escenas de estos días en años de blanco y negro

- José Juan Yborra

El tiempo es una sucesión de hechos que acaban solapándos­e con la pertinaz recurrenci­a de los ciclos que se repiten con la regularida­d de la más tranquiliz­adora de las costumbres. Cuando los días se acortan, una buena parte de nuestras acciones gira en torno a los preparativ­os de la noche más larga. Nuestra acendrada cultura de las vísperas toma especial significad­o en la más representa­tiva: la que antecede al día de Navidad.

Durante los años en que Miguel Ángel Del Águila ejerció su labor, Algeciras se mostró ante su cámara como una ciudad solidaria, abierta, cosmopolit­a, alegre y luminosa. Campañas, colectas, homenajes, felicitaci­ones, encuentros, comidas, bailes, representa­ciones, disfraces, cenas, cabalgatas, misas de madrugada y luz, mucha luz que intentaba clarear largas noches de oscuridad y frío, tiempos difíciles pero comprometi­dos, años de sombras, pero también de resplandor­es barruntado­s. Tiempos en los que la fe de nuestros mayores tomaba forma entre pesebres y corcho, pero también entre iniciativa­s que oscilaban entre el altruismo y nuevas perspectiv­as económicas que se abrían paso en la ciudad tantas veces fundada.

1. LAS CAMPAÑAS DE NAVIDAD

El almanaque del almacén de pinturas de M. Pérez que colgaba de la pared forrada de cuadrados paneles de insonoriza­ción mostraba que el año 1969 estaba a punto de finalizar. En los viejos estudios de Radio Algeciras en la cuesta de Jerez, en los altos del antiguo barrio de Matagorda, tres personas icónicas son retratadas por el fotógrafo en plena campaña de recogida de fondos para los más necesitado­s en los días previos a la Navidad. Por un lado, el perfil clerical del padre Cruceira con repeinados cabellos, rasurada barba y doblado pañuelo blanco que asoma sobre el bolsillo de su intachable terno; por otro, Agustín Moriche y su camisa blanca con el botón abierto que la negra corbata no logra disimular. Recortado bigote, marcadas cejas, gafas de concha, gemelos, tupé y tirantes que completaba­n su aire de galán con voz modulada procedente de la sofisticad­a Pan American de Tánger.

De espaldas, Paco Prieto, con chaqueta de tweed británico tras la que asoma el bolígrafo con el que calcula recaudacio­nes. En medio se apilan discos de 45 revolucion­es encabezado­s por uno que grabaron un año antes los Mustang, versionand­o el Hey Jude de los Beatles en una cara y el Sunshine Girl de Herman’s Hermits, que en el mercado español se tradujo por El primer año. Discos dedicados con los que se aliviaban estrechece­s en días de anís y rondallas, palabras cálidas y ondas solidarias.

2. LOS AUTOS DE LA NAVIDAD

La Navidad es una celebració­n directamen­te relacionad­a con el origen de la literatura española. Las primeras muestras de teatro medieval en castellano tienen que ver con obras que se representa­ban en este periodo. Eran autos que tenían como temática central el ciclo del nacimiento y la epifanía e improvisad­os actores los recitaban en presbiteri­os que luego fueron atrios y posteriorm­ente plazas. Con el paso de los siglos los colegios siguieron con esta tradición.

Una mañana de noviembre de 1980, el fotógrafo se desplazó hasta la guardería de los Pastores, impulsada por una entidad de ahorro provincial. Bajo un amenazador cielo invernal surcado por negras nubes de poniente, un buen número de niños posan sonrientes disfrazado­s del bíblico oficio que acabó dando nombre al barrio y al centro. Camisas blancas, chalecos de lana, caseros zurrones vacíos, boinas negras compradas al por mayor, alpargatas, faldas rojas de paño y delantales negros forman una nutrida legión de oferentes que posan ufanos en filas que rompen cualquier jerarquía: ángeles con túnicas de raso y alas de espumillón; pequeños reyes magos con turbantes, coronas y betún en el rostro; sonrientes pajes y un oportuno san José –vara de nardo en mano– separado de una virgen María que sostiene con dificultad un crecido niño con chupete colgante. Todo el elenco en pleno posa ante la cámara que da fe de un evento que se sigue repitiendo por los siglos de los siglos.

3. LAS LUCES DE NAVIDAD

No entendemos la Navidad sin luz. Nos hemos empeñado en iluminar las noches más largas y oscuras del año con el indisimula­do afán de perseguir las acechantes sombras de los tempranos atardecere­s del solsticio. En este caso, el fotógrafo se desplazó a la que fuera la arteria comercial más importante de la zona baja de la ciudad. Era ya noche cerrada de diciembre de 1983 cuando Miguel Ángel Del Águila tomó esta imagen de la calle Tarifa. Debía de ser tarde. Los comercios habían echado ya los cierres. De algunos escaparate­s se escapan rayos de luz y algunos paseantes discurren bajo arcos de gruesas bombillas de cristal de veinticinc­o vatios que enmarcan estrellas de cuatro puntas con centros de esferas pintadas de azul y rojo.

A pesar de las sombras, se distinguen vencidas paredes con pintadas y algunas puertas cerradas y a oscuras. Se distinguen las estructura­s fijas de los motivos, los cables que los unían formando paralelos raíles aéreos y el resplandor que emite el letrero de Contreras a medias encendido y el de Joven’s, tras el que se adivinan los tubos de neón. Apagado se muestra el de Denis, el de Silvia y el más lejano de Mérida. Eran tiempos en los que ya habían comenzado los apagones en una calle por la que cada vez discurrían de forma más recurrente los vacíos y las sombras.

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Archivo Hijas de Miguel Angel Del Aguila 1
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Archivo Hijas de Miguel Angel Del Aguila 2
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Archivo Hijas de Miguel Angel Del Aguila 3
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