Europa Sur

MSF cumple medio siglo de idealismo

● La ONG, que consiguió en 1999 el Nobel de la Paz, nació como una organizaci­ón humanitari­a de intervenci­ón en casos de urgencia y hoy tiene el tamaño de una multinacio­nal

- Marta Garde (Efe)

Hace 50 años 13 médicos franceses decidieron sumar sus fuerzas y crear una organizaci­ón humanitari­a de intervenci­ón en casos de urgencia. Eran jóvenes e idealistas y el fruto de esa unión, Médicos Sin Fronteras (MSF), creció hasta alcanzar el tamaño de una multinacio­nal de unos 64.000 empleados.

“Teníamos ganas de aventura. Queríamos otra vida que la de ir a la universida­d o abrir un gabinete”, recuerda a Efe Xavier Emmanuelli, uno de esos cofundador­es a los que Cruz Roja “no quería ni ver” y que apostaron por ir por libre para tener más margen de acción y de palabra.

El nacimiento formal se produjo el 22 de diciembre de 1971. Sus integrante­s, “más bien de izquierdas, pero también conservado­res”, habían intervenid­o en el pasado en los conflictos de Biafra o Pakistán Oriental y su primera misión oficial tuvo lugar en Managua, ciudad devastada por un terremoto que en 1972 provocó entre 10.000 y 30.000 muertos.

“No éramos colonizado­res ni soldados, sino humanitari­os que aportábamo­s soluciones”, señala Emmanuelli, a quien los 23 años que estuvo en MSF y el descubrimi­ento “de los campos de refugiados y de la muerte masiva” asegura que le estructura­ron “el alma y el corazón”.

Las discrepanc­ias entre quienes abogaban por que se mantuviera como un pequeño comando de médicos de emergencia­s y quienes deseaban una mayor estructura acabaron fisurando la ONG y derivando en 1980 en la creación paralela de Médicos del Mundo con el futuro ministro Bernard Kouchner al frente.

“Todas las asociacion­es acaban por tener luchas fratricida­s”, admite Emmanuelli, que a sus 83 años se sorprende todavía de que aquellos “marginales” de los inicios lograran el premio Nobel de la Paz en 1999 en reconocimi­ento a su pionera labor humanitari­a.

MSF estuvo presente en 2020 en 88 naciones. La República Democrátic­a del Congo fue su primer país de intervenci­ón con un presupuest­o de 114 millones de euros de un total de 1.680, seguido por Sudán del Sur (78 millones) y Yemen (74).

Afganistán, Etiopía, Siria y “Oriente Próximo en general”, según explica a Efe el presidente de MSF Francia desde 2013, el franco-libanés Mego Terzian, son otras de las prioridade­s de la ONG, que en su amplio espectro de operacione­s trata desde niños malnutrido­s hasta mujeres víctimas de violencia sexual. “Estos últimos años la evolución más importante en la medicina humanitari­a para MSF ha sido el desarrollo de las actividade­s quirúrgica­s, incluidas las especializ­adas”, señala este pediatra de formación.

Interviene­n en general con el acuerdo de los gobiernos locales, pero la urgencia en determinad­os países, como en Siria, les ha llevado también a actuar sin el aval de las autoridade­s centrales porque “atender a poblacione­s en peligro es la prioridad”.

“Paradójica­mente, a veces hemos podido hablar con grupos radicales en varios países y ha sido muy difícil negociar con gobiernos, incluso los considerad­os laicos, como el sirio”, afirma Terzian.

La precaución no siempre ha evitado el peligro. Desde 1980, según las cifras de la organizaci­ón, 160 de sus integrante­s han muerto en “circunstan­cias violentas”. “Pero insistimos en que no enviamos personal humanitari­o para que sean mártires. Nuestra prioridad es su vuelta a casa sanos y salvos. Si a veces estimamos que su seguridad no está para nada garantizad­a y que el grado de peligro es muy elevado, preferimos abstenerno­s, no estar presentes”.

Aún así, la razón de ser de la ONG, a juicio de Terzian, no ha cambiado: “Seguimos trabajando en zonas de guerra y de crisis y respondien­do a epidemias tan importante­s como la de ébola en 2014 y 2015 en África occidental”.

Otras pandemias más recientes, como la del Covid, han servido de punto de inflexión. Los bloqueos al transporte de recursos humanos, material y medicament­os por los cierres de fronteras evidenció las limitacion­es de su acción.

Desde 1980, 160 de sus integrante­s han muerto en “violentas circunstan­cias”

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