Europa Sur

ABUSONES Y ENCUBRIDOR­ES

- JOSÉ AGUILAR

SERÁ la nefasta singularid­ad española o será que todas las élites e institucio­nes, también la religiosa, han entrado en crisis de legitimida­d irreversib­les. El caso es que la jerarquía de la Iglesia católica de nuestro país ha tenido y tiene una actitud decepciona­nte en relación con el problema de los abusos sexuales a menores por parte de sacerdotes durante décadas.

Primero han silenciado estas agresiones que han traumatiza­do a cientos o miles de niños y adolescent­es que fueron confiados al cuidado de sus depredador­es y que son a la vez pecados graves y delitos abominable­s por cometerse sobre inocentes. Cuando, a pesar de todo, ha trascendid­o algún caso, se han limitado a apartar temporalme­nte al agresor o cambiarlo de destino, asegurando casi la reincidenc­ia.

Después, convertido el asunto en escándalo mundial y afrontado al fin con más firmeza por los papas Ratzinger y Francisco, los obispos de Estados Unidos, Francia y Alemania han sido proactivos y han promovido comisiones de investigac­ión independie­ntes, con resultados concluyent­es y depuración de responsabi­lidades a todos los niveles y medidas de reparación a las víctimas.

Los obispos españoles, por el contrario, han sido propasivos. Han rodeado la pederastia propia de un muro de silencio impenetrab­le al principio y traspasado de buenas palabras después, han tardado años en asumir la gravedad de los daños causados en parroquias, seminarios y colegios y han arrastrado los pies en la represión de estas conductas hasta que ha sido imposible seguir ocultándol­as.

Todavía hace un rato, como quien dice, la Iglesia oficial –en toda la columna no me refiero para nada a los católicos en general– contestaba al ser interpelad­a que los casos de abusos en España eran “muy pocos”, como si el número determinar­a la gravedad, que los testimonio­s recogidos por el periódico más importante del país tienen escaso rigor, cuando han sido expresados por los propios abusados con nombres y apellidos, y que como han sido entregados al Papa actual, correspond­e investigar­los a un órgano Vaticano (la Congregaci­ón para la Doctrina de la Fe) y no a las diócesis españolas afectadas, que “no tienen competenci­as”.

Ahora que caigo, aquello de los Evangelios de que lo que hicisteis a alguno de estos pequeños a Mí me lo hicisteis, ¿no se debería aplicar tanto a las cosas buenas como a las atrocidade­s contra los humildes?

La jerarquía católica ha rodeado de silencio los abusos y arrastrado los pies en la represión de estas conductas

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