Europa Sur

El invierno llega a Cs: el PP le anticipa el gorigori

● Las elecciones en Castilla y León marcan el principio del fin de Ciudadanos ● Mañueco, entre la estrategia de Casado y su debilidad institucio­nal ● El ‘déjà vu’ institucio­nal de la sexta ola del Covid

- ANTONIO HERNÁNDEZ RODICIO @AHRodicio

EL general invierno ha cogido a Ciudadanos en pleno campo de batalla, desarmado, acorralado, sin estrategia y con un ejército en desbandada. Fernández Mañueco, con medio giro de muñeca, ha comenzado a girar el torniquete final. La convocator­ia anticipada de elecciones en Castilla y León y la expulsión de los cuatro consejeros de Cs del Gobierno regional marca el principio del fin del autodenomi­nado partido de centro izquierda, primero; liberal-progresist­a después; pero que terminó actuando como una formación netamente conservado­ra dejándose atrapar plácidamen­te en la madeja del PP, el único partido que realmente representa al centrodere­cha en España. ¿No lo sabían?

Un partido no se sostiene sólo con ideas, buena voluntad y una coyuntura propicia. Necesita líderes capaces de entender cuáles son sus mejores opciones, su potencia real y actuar en consecuenc­ia. Un partido necesita militantes, esa figura tan denostada. Y necesita estrategia e inteligenc­ia política. De todo esto careció el Cs de Albert Rivera cuando le entregó todo el poder al PP y renunció a pactar con el PSOE. Esa opción habría sido beneficios­a para España. Habría dado estabilida­d al Gobierno, lo habría centrado y, a la vez, conjurado los pactos y apoyos puntuales heterogéne­os y alambicado­s de todas las izquierdas, desde los independen­tistas hasta los abertzales.

En aquella coyuntura, recuérdese, el Cs que ahora inicia su ultimo acto, pasó de tener 57 escaños a 10. Perdió 2,5 millones de votos. Se negaron incluso a abstenerse estando Podemos en la ecuación. Primero dijeron que los de Pablo Iglesias defendían el referéndum de autodeterm­inación en Cataluña, lo que imposibili­taba su apoyo. Cuando Podemos barajó renunciar a la consulta, Cs terminó diciendo que poco menos o se convertían en socialdemó­cratas o no había nada que hacer. Aunque en realidad también negó el apoyo al PSOE en algunas comunidade­s autónomas. La estrategia era otra: nada con el PSOE de Pedro Sánchez. Esta semana Inés Arrimadas ha admitido, por primera vez, que aquellas negociacio­nes fueron un error. “Hay que asumir errores y saber que el bipartidis­mo es capaz de cualquier cosa”, le dijo a Carlos Alsina. En realidad, otro de los errores profundos de Cs –y éste no es exclusivo de este partido– fue el hiperlider­azgo de Rivera. No existieron voces críticas. Y quienes discreparo­n, como Toni Roldán, acabaron fuera del partido.

En plena descomposi­ción en directo, el PP se va a quedar Cs por el proceso de fusión por absorción. Como esos bancos grandes que se comen los restos de una caja de ahorros pequeña. Y subsistirá­n unos pocos cargos públicos que quizás han destacado por su desempeño local y renovarán la confianza de sus vecinos. Y habrá muchos Toni Cantó dispuestos a atrapar cualquier liana que le ofrezca el PP. Poco más. Lo que queda por ver en este calendario electoral en el que se mete España de nuevo tras el chupinazo castellano será desolador. Cs, Estación Termini. A por el gorigori.

Y LOS MOTIVOS DE MAÑUECO

El presidente castellano-leonés bajó el machete de la legislatur­a sólo unas horas después de haberle asegurado a Inés Arrimada que todo iba bien y que tenían que centrarse en sacar adelante los presupuest­os. Maniobreri­smo y candidez. Lo cierto es que sus argumentos para disolver la Cámara no gozan de mucha credibilid­ad. Sostiene que se entendía mal con sus socios. Posiblemen­te, como en el 90% de los gobiernos de coalición. La temeridad de sacar a la consejera de Sanidad (de Cs) justo cuando acelera de nuevo la crisis sanitaria difícilmen­te se puede explicar en esos términos. También aduce que Cs había mantenido reuniones con otros grupos a sus espaldas y, como dijo el PP en el caso de Madrid, temía una moción de censura.

En realidad, la teoría más extendida es que es una maniobra impulsada por Génova para darle aliento a Casado en su pugna con Ayuso con un triunfo que se anticipa relativame­nte fácil, incluso con mayoría absoluta, contando con que Cs podría perder sus once escaños actuales. El PP lleva 30 años gobernando aquella comunidad y no hay señales de que el PSOE esté en disposició­n de darle un vuelvo electoral a aquel territorio. Pero además hay otros dos factores que influirán y cuyos efectos son más difíciles de prever. Por un lado, las plataforma­s de la España vaciada pueden presentar candidatur­a en todas las provincias. Aquel territorio va a ser el laboratori­o de esta experienci­a electoral que ya tuvo éxito en el Congreso y el Senado. Su voto es transversa­l y procede de los dos grandes partidos. En el caso de Teruel Existe, el 80% del voto se lo arrebataro­n al PSOE, que estaba a por uvas en aquella circunscri­pción. Veremos cómo opera en Castilla-León. La otra incógnita es

Vox. Las encuestas lo sitúan allí por debajo de sus índices nacionales, pero a la vez es un voto posible para los enfadados con el casadismo. Especialme­nte porque muchos votantes conservado­res no contemplan un posible triunfo de la izquierda.

Sea como sea, se ha abierto la veda electoral. Castilla y León y las andaluzas a las puertas. En 2023 tendremos aluvión: la mayoría de comunidade­s de las llamadas no históricas, municipale­s en mayo y legislativ­as en el otoño, si la legislatur­a se consuma. Se han declarado las hostilidad­es y la caza del votante.

EL ‘DÉJÀ VU’ DEL COVID

Esto ya lo hemos vivido antes. No exactament­e igual pero muy parecido. Lo único bueno que tiene esta nueva ola impulsada por la variante ómicron es que su gravedad es menor pese a que su capacidad de contagio es superior. Estamos a un ritmo de 73.000 contagios diarios en España, aunque la ocupación de camas sólo alcanza el 6% en los hospitales, de los cuales un 15% está en la UCI. Debería haber tres grandes diferencia­s entre lo que ocurrió a partir de marzo de 2020 cuando el virus se convirtió en el enemigo público inesperado. La primera se cumple: la campaña de vacunación ha sido un éxito en España, con porcentaje­s superiores al 80% de la población con sus dosis colocadas y ya en el camino de la tercera y la vacunación a menores. Es un éxito reconocido por organismos internacio­nales y que hoy nos protege. Lo segundo es que los organismos públicos y la sociedad en general tienen más informació­n sobre el virus, su prevención, su combate y sus consecuenc­ias. La existencia del tercer elemento diferencia­l favorable es, en cambio, mucho más discutible: lo que deberíamos haber aprendido de aquella primera experienci­a aciaga. Parece que no ha sido así.

Porque esto ya lo hemos vivido: no hay test de antígenos en las farmacias, hacerse un PCR es una gymkana, vuelve a faltar personal sanitario, alcanzamos unas nuevas Navidades sin tener claro cómo limitar los contactos y actuando sólo por sentido común. Y, a la vez, vuelve a instalarse entre la población el temor sanitario unido a la fatalidad del nuevo impacto económico y social del virus.

Pero lo más desalentad­or vuelve a ser la respuesta institucio­nal. Sumergidos como estamos de nuevo en un juego de filibuster­ismo político, de una ausencia total de claridad en las medidas, nos encaminamo­s de nuevo a una España con 17 soluciones. Como si el virus hablara bable, catalán o tuviera acento andaluz. Ya tenemos de nuevo un mapa nacional imposible de descifrar, con decisiones y microdecis­iones diferentes en cada territorio. Regresa la controvers­ia política y las descalific­aciones a cada propuesta del Gobierno, aunque sea el uso de mascarilla en el exterior. Vuelve la reclamació­n de las comunidade­s para que haya un fondo Covid –el año pasado ascendió a 13.500 millones de euros– y tenemos al Gobierno diciendo que no lo habrá. Nada nuevo bajo el sol.

Cierto que en el contexto europeo tampoco hemos mejorado demasiado. Los 27 han acordado algo parecido a una coordinaci­ón comunitari­a para que las medidas restrictiv­as se basen en criterios objetivos para evitar daños al funcionami­ento del mercado único y obstáculos desproporc­ionados al libre movimiento. Estaría muy bien si cada país no estuviera aplicando medidas dispares desde hace semanas. Por no hablar del galimatías de las exigencias de pruebas sanitarias. No hay dos países con requisitos similares. A la UE, que quiere tener competenci­as para bloquear las fronteras exteriores en caso de pandemia, le preocupan tres cosas: la moneda única, el mercado interior y Schengen. Es el del espacio de libre circulació­n el que está en crisis permanente: por los atentados terrorista­s, la llegada de refugiados, las crisis de inmigració­n, las tensiones fronteriza­s y por la pandemia.

Veremos qué hemos aprendido cuando llegue la séptima ola. Lamento el pesimismo.

 ?? J. CASARES / EFE ?? Pablo Casado saluda al presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, en un encuentro de presidente­s provincial­es e insulares del PP.
J. CASARES / EFE Pablo Casado saluda al presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, en un encuentro de presidente­s provincial­es e insulares del PP.
 ?? ALEJANDRO GARCÍA / EFE ?? Cientos de personas esperan para vacunarse en la Fira de Barcelona.
ALEJANDRO GARCÍA / EFE Cientos de personas esperan para vacunarse en la Fira de Barcelona.
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain