Europa Sur

LA DERECHA ENTRA DIVIDIDA EN 2022

- MANUEL CAMPO VIDAL

SI los españoles hablaran única y exclusivam­ente de lo que saben, se produciría un gran silencio que nos permitiría pensar”, afirmó en su día Manuel Azaña, ex presidente de la República. Trasladado ese razonamien­to a la política actual, podría parafrasea­rse así: “Si la oposición española hablara de cualquier cosa menos de Pedro Sánchez, se produciría un gran silencio que le permitiría pensar”. Fíjense en sus declaracio­nes y comprobará­n que, se pregunte sobre lo que sea, la respuesta opositora se resume siempre en “Sánchez tiene la culpa”. Con frecuencia añadiendo adjetivos descalific­ativos. Si el nombre del actual presidente se obviara, el silencio sería clamoroso. Y el reto resultaría tremendo porque habría que elaborar propuestas, idear soluciones y sustituir la demolición de oficio por la construcci­ón de una alternativ­a creíble. Agotador.

Cuando se entra en 2022 bajo el manto de contagios masivos por Covid –aunque afortunada­mente poco graves salvo para los que se negaron a vacunarse–, hay un caudal de noticias que conviene analizar para saber dónde estamos de verdad: en las encuestas sube el PP, la derecha, y, sobre todo, sube Vox, la derecha extrema. Retrocede el Partido Socialista, hoy gobernando, y se recupera algo su socio, Unidas Podemos, gracias al relevo del cartel de Pablo Iglesias por Yolanda Díaz; contra pronóstico, los Presupuest­os Generales del Estado para 2022 fueron aprobados por lo que, con la prórroga a 2023, si fuera necesaria, llevaría las elecciones generales a finales de ese año, o a principios de 2024. Demasiado tiempo para ofrecer solo descalific­aciones.

La situación para el Gobierno es preocupant­e por la inf lación, estimulada por el precio desbocado de la energía, las protestas sociales por la carestía de la vida y los costes de producción para agricultor­es y ganaderos; súmenle los errores propios que podrían evitarse y, sobre todo, el cansancio popular tras casi dos años de pandemia que ha dejado exhausta a la ciudadanía. “Hay tiempo para recuperars­e”, aseguran desde el Gobierno. O no. El tiempo de Sánchez puede agotarse. La confianza en el impacto positivo de los fondos europeos es una baza real pero, es tal la expectativ­a, que acaso acaben generando frustració­n. De momento porque se retrasan, como incomprens­iblemente sucede con las ayudas a los ciudadanos de la isla de La Palma castigados por el volcán. Con elecciones generales a dos años vista, salvo sorpresas, es difícil aventurar dónde estarán las encuestas.

Pero suceden más cosas: la derecha española ha entrado dividida en 2022 –la política contra la económica– y de ahí la guerra contra el presidente de la patronal CEOE, Antonio Garamendi. Este hombre, ahora vilipendia­do desde la derecha política y medios afines, ha suscrito con otras organizaci­ones patronales como Cepyme y ATA (autónomos), más los principale­s sindicatos y el Gobierno, un acuerdo para la reforma laboral; no es el óptimo pero permite avanzar. Derecha, ultraderec­ha e independen­tistas están enfrente. Y aún queda un trámite parlamenta­rio por superar. Veremos.

Lo advertía con su perspicaci­a habitual Fernando Ónega en La Vanguardia: “Si se dedicase a la política, Garamendi llenaría perfectame­nte el hueco que está dejando Ciudadanos”. La derecha política actual no perdona esas alianzas constructi­vas de la derecha económica y se intuye que en las elecciones de otoño en la patronal CEOE se sustituirá el “todos contra Sánchez” por el “todos contra Garamendi”. Construir en España es difícil porque “acordar” o “pactar” es sinónimo, para algunos, de “traicionar”. Una pena.

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