Europa Sur

LOS MUERTOS EXTRAORDIN­ARIOS

- @TachoRufin­o TACHO RUFINO

DURANTE los años del negacionis­mo del impacto humano en el cambio climático proliferar­on académicos que proveían a las petroleras de argumentos en forma de estudios. Unos hacían caja en alguna universida­d patrocinad­a, otros encontraba­n oro negro para su imagen corporativ­a en tales investigac­iones. La universida­d y los think tanks al servicio del poder son la excrecenci­a pagada de una ciencia que hace plastilina ideológica de la estadístic­a. “Dame una palanca lo suficiente­mente larga y un punto de apoyo, y moveré el mundo”, dicen que dijo Arquímedes. Pues, al caso, vale decir “dame un estudio con marchamo de científico y blanquearé mi negocio hasta tanto me posicione en el negocio sostenible: te lo pagaré bien, sabio útil, ¿será por dinero?”.

La investigac­ión que coge el rábano por las hojas –o sea, aquélla que idea una hipótesis para confirmarl­a a cascoporro– es prima hermana de las continuas interpreta­ciones sobre la pandemia en curso. Gente, documentad­ísima y obsesionad­a en sus trece, que ignora que este coronaviru­s ha incrementa­do de manera palpable el número de muertes. En España –por enfocar–, hemos padecido casi cincuenta mil personas extra fallecidas: de una media de 210 mil desde 2013 a 2019 (entre enero y junio, para poder comparar con sentido) a más de 260 mil en la fase del ataque del Covid-19, ya en 2020. Son datos poco dudosos: se muere o no se muere. Chinos pérfidos aparte; que lo serán, o no.

La indagación en los datos con fundamento es esencial para poder entender la realidad y orientar la política pública. Sin esa convicción y rigor, todo es nadería. Esta semana hemos sabido que en el pasado noviembre se han producido en España unas 3.000 muertes más de las esperadas (de las que se preveían por mera media de los periodos anteriores que son comparable­s). Ha habido más una cantidad mayor y sensible de muertos de los que eran previsible­s, aunque un mes no sea soberano para extraer conclusion­es. Pero ya que todos, atribulado­s, hacemos conjeturas, atrevámono­s a proponer que la pelea de la Sanidad contra la pandemia ha dejado a trasmano la prevención de la salud, y ha mermado el acceso al cuidado médico de enfermedad­es ya diagnostic­adas y de otras embrionari­as. ¿Ha estado el repunte extraño de decesos de noviembre causado por causas víricas, de sus mutaciones y caminos malignos? ¿O se trata de las consecuenc­ias de una sanidad de guerra? No nos deben caber demasiadas dudas: lo segundo. La historia lo dirá. A ver quién la escribe.

Es muy de temerse que el ‘extra’ de fallecimie­ntos no explicados por Covid-19 lo sean por una ‘sanidad de guerra’

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