Europa Sur

LOS TRES REGALOS DE LOS REYES

- CARLOS COLÓN

SAN Mateo en el siglo I, único evangelist­a que describe la adoración de unos magos o sabios sin especifica­r sus nombres y su número; Orígenes en el siglo III, fuente más antigua que, a partir de los tres regalos ofrecidos al Niño, estableció su número; y el autor de los mosaicos de San Apolinar el Nuevo en Rávena en el siglo VI, que les dio las figuras y nombres por los que hoy los conocemos. Estos debían ser los patronos del Ateneo y de la Cabalgata. Y, naturalmen­te, el Gran Poder, Señor de la Epifanía, festividad nacida en Oriente (como bien intuyó Ojeda al bordarle la túnica persa que tradiciona­lmente viste estos días el Señor) e institucio­nalizada por Roma a mediados del siglo IV.

Ya sean figuras históricas, como creemos los cristianos siguiendo a San Mateo, símbolos de la manifestac­ión del poder de Dios a los sabios -no solo a los pastoresy a los gentiles -no solo a los judíoso posiblemen­te las dos cosas a la vez, lo importante es que son reales. Un símbolo no es una mentira ni una ficción sino la representa­ción de una idea, un concepto o una realidad. Veinte siglos después de Mateo, diecisiete después de Orígenes y

Los Reyes Magos traen los tres regalos de Dios dándose a sí mismo, del amor de los padres a sus hijos y de la luz creciente

catorce después de su representa­ción en Rávena, los Reyes Magos, como escribió Benedicto XVI, enseñan “al pueblo, a las civilizaci­ones, a las culturas y a las religiones que están en el camino hacia Dios, a la búsqueda de su reino de paz, de justicia, de verdad y de libertad”.

Traen regalos, claro, en cumplimien­to de tradicione­s más antiguas que el propio cristianis­mo. Traen el regalo de la luz creciente que celebraban los romanos en las saturnales. Traen el regalo de Dios dándose a sí mismo a los hombres en forma humana, para ser como ellos, para que ellos sean como él. Traen los regalos que los delegados de los Reyes, que son los padres, hacen a sus hijos en recuerdo de los presentes que los Magos hicieron al niño Dios en la Epifanía. El gran poder de Dios manifestán­dose en la criatura más indefensa, más vulnerable, más expuesta: en un niño. Y en Sevilla manifestán­dose en un hombre igualmente indefenso, vulnerable y expuesto: en el invencible cuerpo vencido del Señor del Gran Poder. En él el genio de Juan de Mesa representó, cuatro siglos antes, la rotunda frase del obispo Casaldálig­a: “somos soldados derrotados de una causa invencible”. Teología de la liberación escrita con gubia en 1620. Esto es lo que celebramos estos días.

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