De aquellos polvos estos lodos
La pandemia que nos asola desde que apareció el condenado bichito en la lejana Wuhan no ha hecho sino amargarnos la vida por mucho que en ocasiones nos haya dado cierto respiro. Recientemente hemos vivido una de estas situaciones en la que todo hacía prever que si no ganada la batalla sí estábamos muy cerca de conseguirlo. Las bajísimas cifras de casos de incidencia acumulada nos alejaban de Europa marcando unos registros ciertamente esperanzadores. Asimismo los números de contagiados, hospitalizados y fallecidos distaban mucho de los que ofrecían otros países de nuestro entorno. Pero una vez más no supimos escarmentar en cabeza ajena, ni tampoco en la propia teniendo como referencia anteriores circunstancias ya vividas, y caímos en un total desbarajuste. Ver el cielo abierto y comenzar a dar palos de ciego ocurrió en un abrir y cerrar de ojos generándose desmedidas aglomeraciones motivadas por inacabables compras navideñas y relajados paseos contemplando coquetas iluminaciones; ausencia de mascarillas y considerable falta de sensatez obviando las recomendables distancias de seguridad entre viandantes; comidas de empresa y reuniones familiares aprovechando un puente de diciembre con innumerables desplazamientos... Todo ello sin menoscabo de los habituales botellones, conciertos y demás festejos. Soplar y sorber a la vez no podía ser, lo que dio lugar a un imparable incremento de pésimos registros acercándonos a los que hacía un mes se nos antojaban impensables. Lo hicimos mal en su momento y toca pagar las consecuencias si bien espero que con el deseo de que no vuelva a repetirse el dicho de “de aquellos polvos estos lodos”.
Rafael Aguirre Guijalvo (Correo)