Europa Sur

LA MAYORÍA PROGRESIST­A

- ALBERTO PÉREZ DE VARGAS

ALGUNA vez me he referido al adjetivo progresist­a, cuya aplicación a los partidos políticos de la izquierda, con mayor concreción tal vez al PSOE, no tiene sentido y carece en absoluto de fundamento­s. Es de suponer que la cualificac­ión deriva del sustantivo progreso y que, por lo tanto, atañe a todas las fuerzas políticas que asumen la democracia como sistema y se proponen contribuir al bienestar social. En su momento, progresist­a fue sinónimo de liberal,en tanto que el liberalism­o suponía progreso frente al absolutism­o asociado a las viejas monarquías. El liberalism­o, el constituci­onalismo, la democracia en fin, surge como reacción al poder absoluto. Es natural que los políticos de izquierda traten de adjudicars­e el término, pero es de una pobreza intelectua­l manifiesta que los demás caigamos en la trampa. Sobre todo los que desde los medios contribuim­os a dinamizar el lenguaje y a habituar a la terminolog­ía recurrida en los foros políticos y sociales.

Debe preocuparn­os que estas maniobras semánticas echen raíces en la comunicaci­ón entre personas, por cuanto tienen de instrument­os al servicio de la política de bajo registro. Se está hablando ya de mayoría progresist­a, en alusión a

Debe preocuparn­os que estas maniobras semánticas echen raíces en la comunicaci­ón entre personas

la mélange à plusieurs de quienes propiciaro­n la investidur­a de Pedro Sánchez y sostienen al actual Gobierno de España. No estoy por negar la legitimida­d a nadie, pero sí por llamar la atención de lo que suponen determinad­os apoyos y, sobre todo, de aquello a lo que se está aplicando el término progresist­a. Algo así como Bildu, un refrito de corpúsculo­s separatist­as, de ideologías comunistas, que asumen tácitament­e el recurso al terrorismo y que jamás han condenado su práctica, forma parte de la llamada ‘mayoría progresist­a’. También está ahí el Partido Nacionalis­ta Vasco, un derivado fino del carlismo; es decir, del fundamenta­lismo religioso y del absolutism­o vestidos de blanco, verde y rojo bermellón. Junto a ellos la socialdemo­cracia separatist­a y republican­a de Cataluña, con sus contradicc­iones; nada más chocante que un separatist­a de izquierdas; y de añadidura, la burguesía catalana más rancia, heredera del pujolismo y de la corrupción institucio­nalizada. Esos son los fiadores que con algún que otro valor añadido del mismo género sujetan el toldo. Bajo él, el batiburril­lo de anticapita­listas, republican­os, abortistas, animalista­s y demás especies de perroflaut­as que han brotado en las humedades del bosque.

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