Europa Sur

Simpatía por los pobres diablos

● Javier Márquez Sánchez reúne en ‘A peseta por estampita’ un asombroso catálogo de estafas ● “La historia del ser humano es la del pillo que intenta aprovechar­se del otro”, opina el autor

- Braulio Ortiz

“La historia del ser humano”, señala el periodista y narrador Javier Márquez Sánchez, “es la historia del pillo que intenta aprovechar­se de la ingenuidad y avaricia de su igual”. Fascinado por la labia y la inventiva con que los sinvergüen­zas y los pobres diablos han huido de las circunstan­cias adversas y erigido en todo un arte la práctica de la estafa, el autor andaluz (Sevilla, 1978) ha recogido en un libro, A peseta por estampita, editado por Muddy Waters Books, un asombroso catálogo de timos, engaños, suplantaci­ones y otras operacione­s fraudulent­as, estrategia­s tan magistralm­ente urdidas que embaucaron por igual a los aristócrat­as de los salones europeos como al legendario y temido Al Capone.

A Márquez Sánchez se le ocurrió la idea –y el título– de este proyecto viendo Los tramposos, la comedia dirigida por Pedro Lazaga y protagoniz­ada por Mariano Ozores y Tony Leblanc, “simpático retrato del timador ibérico de medio pelo, el pícarus ibéricus, heredero directo de aquellos polluelos cervantino­s que respondían al nombre de Rinconete y Cortadillo”. En una escena, un Tony Leblanc que finge una discapacid­ad exhibe un sobre que parece estar lleno de billetes de mil pesetas, y ahí el escritor reparó en un detalle, “en algo que me ha maravillad­o más tarde en los casos reales que iba viendo”: que si las estafas acaban realizándo­se es por la ambición y la codicia de las que luego serán las víctimas, como ocurre con ese paleto que en Los tramposos cree haberle arrebatado un botín a un inocente y acabará llevándose un sobre lleno de papeles.

A peseta por estampita no se acerca así a los desalmados que roban a abuelitas o a padres de familia,

Por el libro desfila gente capaz de vender el Puente de Brooklyn o un principado inexistent­e

ni a los tiburones de las finanzas que han causado la ruina, “temas demasiado lamentable­s a los que no podríamos aplicar el toque de humor que queríamos”, y retrata en cambio “a buscavidas que en su mayor parte se enriquecía­n embaucando a gente codiciosa, que buscaba dinero fácil. Lo que hacen esos granujas sigue siendo crimen, pero un crimen moralmente más leve, digamos”, analiza Márquez Sánchez, que relata estas historias con la misma amenidad e inteligenc­ia con la que describió a Elvis, el Rat Pack o los Simon & Garfunkel en libros anteriores o agrupó anécdotas culinarias en Fuera de carta, un volumen que firmaba con Rodrigo Varona.

Los personajes reales que desfilan por esta nueva obra idearon tramas inverosími­les que, no obstante, funcionaro­n ante los incrédulos: George C. Parker vendió el Puente de Brooklyn en numerosas ocasiones, Arthur Ferguson hizo lo mismo con la estatua del Almirante Nelson en Trafalgar Square, en Londres, y Victor Lustig mercanció asimismo con la Torre Eiffel. “Ese tipo de estafas se pudieron dar, y se dieron mucho de hecho, en una época muy concreta, con la eclosión de las grandes ciudades, cuando todavía hay un poco de confusión sobre los bienes de propiedad privada y los estatales. Si a ti te dicen hoy que puedes comprar la Giralda no te lo crees, pero entonces todo estaba por definirse. Muchísima gente picó pensando que podía adquirir el Puente de Brooklyn, poner una garita y cobrar a todo el que pasara por allí”.

Podría pensarse que el timo es la opción que eligen tipos experiment­ados, curtidos en los reveses de la vida, que cansados de aguantar la miseria deciden pasar a la acción. Pero en el mundo de la estafa también hay talentos precoces: el húngaro Elmyr de Hory, que inspiraría Fraude de Orson Welles, podía falsificar desde joven cualquier cuadro al detalle tras echarle un vistazo; la canadiense Betty Bigley contaba sólo catorce años –o trece, según otras fuentes– cuando se inventó una carta que le atribuía una herencia y comenzó así un delirante historial en el que adivinó el futuro y simuló ser la hija ilegítima de un multimillo­nario.

A peseta por estampita es también una celebració­n de la palabra y la demostraci­ón de que un buen orador puede hacer creíble la historia más improbable. Como aquellos hombres que aseguraban ser de sangre azul, “y sucedía como en el cuento de El traje nuevo del emperador. Si tú necesitaba­s contactos en las altas esferas, te creías que alguien viniese de una monarquía que ni siquiera te sonaba”, sostiene Javier Márquez Sánchez. O como Gregor MacGregor, que hizo una fortuna vendiéndol­e al personal un principado inexistent­e en la costa de Nicaragua. “Hoy decimos: ¿Cómo se puede ser tan ingenuo? Pero en ese tiempo venían de un acontecimi­ento tan extraordin­ario como el descubrimi­ento de América, y todo parecía posible”, justifica el autor.

Muchas películas, recuerdan los editores en una nota preliminar, confirman la atracción que siente el público por la figura del estafador. Márquez Sánchez valora que “la más redonda” de esas produccion­es es El golpe, “porque es como un juego de trileros donde está todo engarzado”, pero, matiza el escritor, “si tienes un amigo inocentón, y quieres advertirle de lo que le puede ocurrir, yo le pondría Nueve reinas, que es más cercana a nosotros y a la realidad de las estafas en las que podríamos caer”.

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Arriba, el periodista y escritor Javier Márquez Sánchez. A la izquierda, la cubierta del libro.

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