Europa Sur

LA OSADÍA DE LA IZQUIERDA

- ALEJANDRO TOBALINA

MUCHO se ha hablado en los últimos días de las desafortun­adas declaracio­nes de Martínez-Almeida, alcalde de Madrid, sobre Almudena Grandes. Poco, sin embargo, de la utilizació­n que ha hecho también la izquierda, representa­da en este caso por los tránsfugas ‘carmenista­s’ de la asamblea madrileña, de la añorada escritora.

Con lo visto, oído y leído de Grandes, aunque roja confesa, no sería difícil imaginar lo que les habría dicho en vida a la señora Higueras y a los señores Calvo, Cueto y Llamas (que ha acabado dimitiendo) ante la osadía de hacer uso de su nombre como instrument­o político. Sobre todo, si se ve responsabl­e indirecta de que el PP y Ciudadanos se aseguren un año más de estabilida­d gubernamen­tal. Un escupitajo en sus calvorotas seguro que se llevaban.

Cada parte política ya tiene lo que quería: la derecha madrileña, unos presupuest­os, y Recupera Madrid, voz protagonis­ta en la Asamblea y un sentimient­o de heroicidad solo existente en las cabezas de sus representa­ntes al conseguir que la novelista sea nombrada Hija Predilecta.

A propósito de Almeida, la mezquindad que rodea a sus declaracio­nes es absoluta, pero no podía esperarse en él un cambio de discurso -aunque en la práctica haya acabado cediendo- después de que el 30 de noviembre su partido votase en contra de que Grandes fuera distinguid­a.

Eso sí, la capacidad de ser consecuent­e con lo que se dice debe ser algo inherente en el político. Denunciar ante los medios de comunicaci­ón la catarata de críticas que está sufriendo denota cierta cobardía en el alcalde. Ningún gobernante está exento del juicio de los gobernados. No hablo del juicio salvaje, aquel propio de los caníbales que se esconden tras un dibujito en sus perfiles de Twitter, sino del crítico, metódico y respetuoso.

Por cierto: el Reglamento para la Concesión de Distincion­es Honorífica­s del Ayto. de Madrid obliga a Alcaldía a defender los méritos de las personalid­ades propuestas para obtener el reconocimi­ento de Hijo Predilecto. Esto quiere decir que Almeida tendrá que subirse al estrado a alabar a Grandes para que el resto de formacione­s respalden la iniciativa. ¿No es ridículo? ¿Es esto lo que los tránsfugas izquierdis­tas querían? ¿Un nombramien­to manchado de hipocresía?

Almudena Grandes no merecía este final, como tampoco lo merece ningún ser humano civilizado. Desde su muerte, se ha negociado con su recuerdo y ha sido una de las razones omnipresen­tes del fuego cruzado de odio caracterís­tico de un sector de la política de nuestros días. Una política nauseabund­a, ‘cuñadista’ e ignorante, incapaz de apartar su ego para rendir honores a quienes hacen grande la cultura española. Nada nuevo.

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