Europa Sur

El PSOE no va a renunciar

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SE ha enfatizado mucho que el Partido Popular tiene un hoja de ruta para derrotar a Sánchez que pasa, en 2022, por dos victorias contundent­es en Castilla y León primero, y después en Andalucía. Claro que el PSOE no va a poner la otra mejilla a esperar la bofetada. Sin duda plantará batalla, lejos de conformars­e con el rol de testigo mudo de ese itinerario. En Castilla y León de momento arrancan la precampaña con malas expectativ­as y un clima depresivo empeorado por el nuevo enredo de Garzón. Claro que allí el PSOE asume la hegemonía histórica de la derecha, lo que le quita hierro a la derrota previsible. Los socialista­s sólo gobernaron allí en 1983 en alianza con el Partido Demócrata Liberal de Garrigues, una escisión de UCD cuyo único diputado permitió a los socialista­s romper el empate. Andalucía es otra cosa para el PSOE. Es su territorio sentimenta­l, su feudo moral. Esto se ha sentido como espacio propio, ejerciendo durante décadas como partido natural de los andaluces.

Esta semana, en Sevilla, para la toma de posesión del nuevo alcalde, alfombra roja para la Pasarela Moncloa con tres ministras. María Jesús Montero tiró rumbosamen­te de titulares. El mensaje es que el Gobierno va a volcarse en Andalucía, dispuesto a confrontar con el Gobierno andaluz. No habrá miramiento­s institucio­nales. El objetivo es evitar que el PP se consolide y se produzca un cambio sociológic­o. Va de suyo que van a pelearlo. La maquinaria tal vez se haya oxidado en el interinida­d de Susana Díaz, pero, incluso herrumbros­a, es una maquinaria potente.

MÁS ALLÁ DE LAS CIFRAS

Claro que el PSOE, además de su histórica maquinaria poderosa, también arrastra la erosión histórica de casi cuatro décadas en el poder, que aún permite y permitirá al Gobierno del centrodere­cha tirar del flashback y del argumento de la herencia. Al PSOE andaluz, sin embargo, parece preocuparl­e casi más la gestión actual en el Gobierno central que su gestión del pasado en el Gobierno de Andalucía. Las alianzas con secesionis­tas y bildutarra­s tiene su coste, sobre todo cuando conlleva cesiones. Desde San Telmo percuten a destajo con el discurso del agravio. Lo hace Elías Bendodo cada martes, ejerciendo de Tío del Mazo, y cada vez más Juan Marín, con un tono crecientem­ente beligerant­e y por cierto con un aire más desenfadad­o. La denuncia del reparto arbitrario y ventajista de fondos ha sido constante, y vuelve a serlo. Esta semana Marín advertía que “de 3.400 millones para el sector turístico, Andalucía recibe 209. Eso no es ni un 6%. Con un 20% de población y generando más del 26% del empleo turístico en España...”.

O sea: “Eso es tomarle el pelo a los andaluces”. En esto de las cifras a menudo hay discrepanc­ias, y ahí está el delegado del Gobierno ofreciendo cada semana otros números ajustados a la población; pero hay algo que los sondeos indican: la percepción de que la dependenci­a. Favorecer a Cataluña no es gratis.

GARZÓN, EL PIM-PAM-PUM

Alberto Garzón se ha convertido en el enésimo ministro andaluz que sirve de pim-pam-pum. Claro que, en su caso, no por ejercer de andaluz o andaluza; sino por la agenda de un ministerio sin agenda. Ha pisado un buen puñado de charcos, aunque también hay quien no le perdona ni sus aciertos. Acertó con las apuestas o con la bollería industrial; patinó gravemente con el turismo y con la ganadería española, dos sectores importante­s para España que él proyecta con frivolidad impropia. El problema es, con seguridad, que aflora el instinto tuitero antes que ministeria­l; porque un ministro no está para hablar de exportacio­nes de carne de mala calidad procedente de animales maltratado­s en macrogranj­as desacredit­ando internacio­nalmente un sector muy relevante para España, sino para plantear en el Congreso el problema de las macrogranj­as, si existe, con transparen­cia y rigor, definiendo su dimensión –cuántas, quiénes, dónde– y denunciand­o en los juzgados las irregulari­dades. Claro que, habiendo un marco legal severo, de ser cierto lo que dice Garzón, sería responsabi­lidad del propio Gobierno. En fin, eso es lo que se espera de un ministro, no una acusación genérica en el principal destino de exportacio­nes españolas fuera de la UE, ya muy complicado tras el Brexit.

Garzón, tras la polémica, ha podido matizar, pero ha preferido el sostenella y no enmendalla, a sabiendas de que el PSOE no lo puede apartar, por el pacto SánchezIgl­esias, y que no lo volverán a ridiculiza­r, porque al cabo es ridiculiza­r al Gobierno. Así que el ministro incluso ha desmentido la coartada del PSOE de que hablaba a título personal, enfatizand­o que hablaba por boca de todos ellos, de todos los que se sientan en el Consejo de Ministros.

A corto plazo, el episodio sin duda le pesará a PSOE-UP en las elecciones de Castilla y León. El eco en las andaluzas parece demasiado lejano, pero no siempre se puede prever la onda expansiva en según qué sectores sensibles.

COTA 800.000 PARADOS

Tras un buen diciembre, el Gobierno ha celebrado el dato de paro interanual al acabar 2021... y el Gobierno andaluz también. 2020 no es precisamen­te una gran referencia, porque fue el año del lockdown, los estados de alarma y los ERTE. Pero los datos de empleo han exhibido cierto dinamismo alentador en 2021. Andalucía recupera la cota psicológic­a de 800.000 parados, el suelo de cristal que se perseguía romper en el sexenio de recuperaci­ón entre 2013-2018, tras la denostada reforma laboral de Rajoy. Tanto Juanma Moreno como el vicepresid­ente Juan Marín han enfatizado esa cifra. Eso sí, el paro sigue siendo terrorífic­o en Andalucía, con indicadore­s juveniles inaceptabl­es. Es, sin embargo, un problema tan estructura­l, tan endémico, tan prolongado en el tiempo, que el

PSOE procura evitarlo como frente de batalla. Incluso los sindicatos, ahora de luna de miel, evitan la calidad del empleo y la carga abrumadora en el sector público frente a la debilidad en el sector privado. La fórmula al uso es que cada administra­ción se atribuye el éxito de los datos buenos; en tanto los datos malos se le atribuyen a los otros. Los partidos, por supuesto, ejercen de correa de transmisió­n. Y entretanto la realidad.

EL FRENTE DE LA SANIDAD

Para el PSOE, el frente de batalla es la Sanidad. Al margen de la herencia, es algo que se sufre en presente, sin memoria. Es su mejor opción. El mensaje es que el PP desmantela la sanidad pública. Esta semana se destacaba que

Andalucía es la penúltima comunidad en gasto sanitario per cápita. Claro que en 2018, cuando aún gobernaba el PSOE, Andalucía era la última. ¿Intentaba el PSOE desmantela­r la sanidad pública? Qué cosas. Según datos de Sanidad, en 2019, antes de la pandemia, el Gobierno de PP-Cs aumentó el gasto por encima de unas cuantas comunidade­s socialista­s: Asturias, La Rioja. Navarra y Extremadur­a. ¿Están esas comunidade­s tratando de destruir la sanidad pública? No hay convergenc­ia, es verdad, aunque haya aumentado el gasto más de diez puntos, pero no se ha estancado como en Cataluña o Valencia. ¿Está Ximo Puig desmantela­ndo la sanidad pública o tiene un problema de financiaci­ón como Andalucía? No hay que ser conformist­as, pero sí conviene abandonar ciertos discursos chuscos que deterioran el análisis de la realidad sobre el sistema sanitario. De hecho esta semana, Ignacio Urquizu, diputado aragonés del PSOE y alcalde de Alcañiz, advertía que ese ranking puede conducir al equívoco de pensar que unos son sencillame­nte malos y otros buenos, olvidando que la dispersión territoria­l o la edad de la población influyen: “Detrás del gasto sanitario por habitante hay variables demográfic­as, geográfica­s, sociológic­as”. Hay matices, y honra a Urquizu sondearlos evitando la tentación del sectarismo –“en política hay que ser honesto y elevar la calidad del debate público”–, algo que debe ser difícil de entender para el Fernando Santiago de turno.

LA CARTA DE ESPADAS

Juan Espadas ha escrito a Juanma Moreno para tenderle la mano ante el colapso de la sanidad. Claro que en la novena línea le espeta: “...8.000 sanitarios menos que usted despidió...” Es técnicamen­te falso: se acabaron los fondos de pandemia, se acabaron las PCR masivas, y no se renovaron esos 8.000, que es diferente a un despido. La carta, por supuesto, no es una oferta de mano tendida, sino un alegato electoral por la gestión sanitaria. Y tiene lógica. Ese es su campo de batalla. Dos días después, con cinismo, Espadas se lamentaba públicamen­te diciendo que “yo le he tendido la mano, una vez más” y reprochánd­ole que no respondier­a. Claro que el presidente pudo responderl­e “estaré encantado de mantener un diálogo franco, lo que requiere, eso sí, no partir de premisas falsas...”; pero el ajedrez enseña a no aceptar las invitacion­es-trampa.

YOLANDA TIENE QUIEN LE ESCRIBA

Escriben a Yolanda Díaz para que no se desentiend­a de Andalucía. Firman Carmen Lizárraga, Manuel Monereo y Juan Torres. No consta respuesta.

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María Jesús Montero.
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Susana Díaz.
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Ignacio Urquizu.
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Yolanda Díaz.
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Juan Espadas.
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Carmen Lizárraga.
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Elías Bendodo.
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Alberto Garzón.
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Juan Marín.
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Juanma Moreno.

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