Europa Sur

“Hay pacientes de cirugía estética a los que es imposible ponerles freno”

El doctor pozoalbens­e ha realizado más de 2.200 operacione­s de nariz en cinco años con un sistema de ultrasonid­o por el que ha recibido el premio al Mejor Cirujano en Rinoplasti­a de Europa

- Ángel Robles

Desde que era niño, a Blas García (Pozoblanco, Córdoba, 1987) siempre le interesó la medicina. Y en especial la cirugía por esa “practicida­d” con la que resuelve los problemas en un entrar y salir del quirófano. Tras superar el MIR en el Hospital Universita­rio Reina Sofía, el destino lo llevó a Santa Cruz de Tenerife, donde se ha especializ­ado en rinoplasti­a y, desde 2020, está al frente de una clínica que lleva su nombre y por la que pasan deportista­s, modelos, famosos y, sobre todo, personas anónimas. Convertido en un referente en el sector de la medicina estética, García acaba de recibir el premio European Medical Awards al Mejor Cirujano en Rinoplasti­a en Europa.

–¿Cómo se definiría? ¿Médico? ¿Cirujano? ¿Especialis­ta en rinoplasti­a? ¿Qué va antes?

–Lo primero es cirujano, porque quienes optamos por una especialid­ad quirúrgica tenemos unas caracterís­ticas diferentes a quienes se dedican a la práctica clínica.

–¿Desde cuándo quiso dedicarse a la Medicina?

–No hay antecedent­es familiares, ni mis tíos, ni mis abuelos... Pero curiosamen­te varios primos somos médicos. En mi caso sí es vocacional. Surgió en el Bachillera­to, en el momento en que había que decidir qué hacer. Y la cirugía, más que la medicina como tal, me llamó siempre la atención porque desde niño he sido muy práctico. La cirugía tiene la ventaja de que es una solución prácticame­nte inmediata; es decir, entras al quirófano con un problema y sales de allí curado.

–¿Cómo recuerda el Bachillera­to y el momento en que decide estudiar Medicina?

–Estudié en el instituto de Los Pedroches en Pozoblanco. Fueron dos años de bastante tensión, porque la nota de corte de Medicina era muy importante. Para mí no existían más opciones... Y lo viví con un poco de ansiedad, aunque sin duda fueron unos años muy buenos.

–¿Cómo llega a Santa Cruz de Tenerife, donde tiene la clínica?

–Llego a Tenerife por mi mujer, Nélida, que es de Canarias. Ella es cirujano digestivo e hizo la especialid­ad en el Reina Sofía, donde nos conocimos. Cuando terminamos la especialid­ad, quedarnos en un hospital público en Andalucía era muy complicado y surgió la opción de trasladarn­os a Canarias, donde las posibilida­des laborales eran mucho mayores. Acabamos la residencia los dos la vez y nos vinimos para Tenerife.

–¿Qué supuso su paso por el Hospital Reina Sofía?

–Sinceramen­te, después de haber pasado por varios hospitales, como el Reina Sofía hay pocos de un nivel tan espectacul­ar, sobre todo en las especialid­ades quirúrgica­s. Cogí el Reina Sofía no porque me pillase al lado, porque no me importaba irme a cualquier otro, pero daba la casualidad de que la especialid­ad de Cirugía Maxilofaci­al en concreto es de las más potentes de España, con la doctora Alicia Deán como jefa de servicio.

La conocí durante la carrera y tuve claro desde el principio que me quería dedicar a eso. El de Córdoba siempre ha sido un servicio superpione­ro en cuanto a técnicas y quizás sea el servicio de cirugía más potente de España en reconstruc­ción maxilofaci­al. Y no sólo eso. En general, el nivel de excelencia que se imponen los propios profesiona­les del Reina Sofía es altísimo. Se lee en muchos sitios, pero es la realidad. Tiene un valor que allí no se llega a valorar del todo. Soy un afortunado por haber hecho la residencia allí.

–¿Y por qué cirugía maxilofaci­al?

–La cirugía maxilofaci­al tiene una connotació­n más especial respecto al resto. Un cirujano de cualquier otra especialid­ad, de digestivo por ejemplo, entra en la cavidad abdominal y no importa mucho cómo quede aquello. La cirugía maxilofaci­al tiene un doble reto. No sólo hay que resolver el problema, una deformació­n o un cáncer, sino que debe tener muy en cuenta el problema estético. Por ejemplo, a un paciente que tiene un cáncer en la mejilla de nada le sirve que le extirpes el tumor si va a salir a la calle y todo el mundo lo va a mirar por las secuelas severas. Hay que tener en cuenta el aspecto reconstruc­tivo estético. La cara es una estructura muy pequeña que exige una gran meticulosi­dad.

–¿Siempre le han atraído los retos difíciles?

–Es como una atracción por las cosas complejas en todos los sentidos. Cuando cursé la asignatura, veía cosas que me parecían ciencia ficción, aquello me fascinaba. El que hace esto es casi un Dios, pensaba. Era una cosa que tenía que conseguir. Y, al mismo tiempo, es una especialid­ad muy desconocid­a, pues se dedica a una cantidad de patologías enormes. Abarca oncología, traumatolo­gía, cirugía orbitaria, niños con malformaci­ones, labio paladar hendido, labio leporino, cirugía estética y plástica de la cara... Somos muy pocos a nivel nacional.

–Su especialid­ad, la rinoplasti­a, suena sobre todo a cirugía estética. ¿Es así?

–Yo hacía de todo. Blefaropla­stia, que es la cirugía de los párpados; otoplastia, de las orejas... Pero sí, es verdad que venían muchos pacientes a mi consulta para consultar por una segunda cirugía de nariz, lo que mostraba que había un fracaso muy importante. Las técnicas convencion­ales, con escoplo y martillo, requieren de un mes y medio de recuperaci­ón, son superinvas­ivas, y había que buscar otra fórmula. Aprovechan­do el sistema tecnológic­o de los ultrasonid­os, que se usaban para maxilofaci­al para hacer cortes en los huesos de la mandíbula y en otras estructura­s, lo extrapolam­os a la nariz. Ahora el paciente se incorpora a su vida laboral y social en seis o siete días y conseguimo­s unos resultados estéticos mucho mejores porque la precisión que aportan esos sistemas es enorme. Revolucion­amos la cirugía de rinoplasti­a.

–¿Cómo se embarca en la apertura de una clínica propia?

–Lo abrimos en 2020 porque manejábamo­s un volumen de pacientes muy importante. Estábamos en otros hospitales y con otras especialid­ades y percibíamo­s que eran sitios con demasiado movimiento y circulació­n de pacientes. Para la experienci­a que queríamos ofrecer, necesitába­mos nuestro propio centro. Así que dimos el salto con un centro de cirugía mayor ambulatori­a en Tenerife. El crecimient­o ha sido

La autoexigen­cia es muy mortifican­te para el cirujano, pero debe ser así, la mente no descansa nunca”

exponencia­l. Tenemos un volumen que no podemos asumir, casi con tres años de lista de espera, pero los pacientes lo asumen, no sé a veces cómo tienen tanta paciencia. La clave está en que la gente busca especialis­tas que se dediquen a un área muy concreta. Ahora estamos preparando la apertura de un nuevo centro para resolver un problema: tengo tantísimo volumen de rinoplasti­as que no puedo asumir otro tipo de patologías, sobre todo procedimie­ntos de cirugía estética. El nuevo centro es para solventar las demandas y ofreceremo­s bótox, mesoterapi­a, relleno, ácido hialurónic­o... Habrá profesiona­les formados por mí.

–En 2019, 2020 y 2021 fue galardonad­o con el Premio Médico del Año al Mejor Cirujano en Rinoplasti­a en España y en 2019 y 2021 con el European Medical Awards al Mejor Cirujano en Rinoplasti­a en Europa.

–Al final es el reconocimi­ento a un trabajo que llevo seis años perfeccion­ando, con una dedicación exclusiva. Hay muy pocos profesiona­les que se dediquen a esto de manera exclusiva, quizás en España se puedan contar con los dedos de una mano. Tal vez el éxito está en que era una medicina muy poco predecible y ahora hemos sistematiz­ado el priceso de manera que los pacientes saben desde el inicio cómo va a ser su nariz. Esto genera confianza.

–¿Qué facultades debe tener un buen médico? ¿Y un buen cirujano en rinoplasti­a?

–Mi intención siempre ha sido ir un paso más allá, soy muy inconformi­sta. Eso es malo para el cirujano, que se puede convertir en un poco obsesivo, la mente no descansa nunca, y muy bueno para el paciente, porque los resultados mejoran y existe una menor tasa de complicaci­ones. Al fin y al cabo vendemos expectativ­as que se tienen que cumplir. La autoexigen­cia es muy mortifican­te para el cirujano, pero debe ser así, debe ser inherente al profesiona­l; si no, que se hubiera dedicado a otra cosa.

–¿Cuál es el perfil mayoritari­o del paciente que suele requerir una rinoplasti­a?

–La mayoría son pacientes que arrastran un problema funcional durante toda la vida y que aprovechan esa cirugía en la que necesitan corregir un problema que les impide respirar bien, por ejemplo, para mejorar la estética nasal. Ahí entran entre el 70% y el 80%. Y luego hay un 20% ó 30% que deciden operarse por un componente exclusivam­ente estético. La imagen es muy importante en la sociedad. Todo es visual, las redes son imagen...

–Es un referente en la rinoplasti­a ultrasónic­a, ¿qué es?

–La nariz tiene dos componente­s: hueso y cartílago. Para modificar la estética y la funcionali­dad de la nariz hay que reacondici­onar esta estructura. Clásicamen­te se utilizaba martillo y cincel, a golpes. Uno iba rompiendo el hueso y eso generaba sangrados muy importante­s. Había que poner unos tapones muy molestos que causaban unos hematomas que duraban un mes y medio. Incluso el cirujano tenía dificultad­es para comprobar el resultado en el quirófano. El ultrasonid­o es una herramient­a que solo actúa sobre el hueso, de manera que si toca otra estructura, como la mucosa o el cartílago, no se daña. La precisión que se logra con esa herramient­a es muy superior a la del martillo, no produce hematomas y apenas inflamació­n, por lo que en seis o siete días el paciente recupera su vida normal.

–¿Cuántas rinoplasti­as ha realizado? ¿Lleva la cuenta?

–Sí, las contamos anualmente. Aproximada­mente unas 2.200 con ultrasonid­o en estos últimos cinco años.

–Cuando hacía el MIR, ¿pensaba que se dedicaría a esto?

–No, nunca. Es verdad que la cirugía plástica siempre ha estado denostada como algo frívolo, no era salvar vidas. Pero hay mucha gente que ignora el deterioro de la salud mental que provoca sufrir un complejo que sólo se puede superar con una cirugía. Incluso yo me sigo sorprendie­ndo cuando padres de chavales a los que hemos operado con 18 ó 20 años nos escriben al tiempo y nos agradecen cómo le hemos cambiado la vida a su hijo. Los complejos provocan tal deterioro en la salud mental que el hecho de haberlo superado los convierte en personas diferentes, y eso se ignora. Al final me dediqué a la cirugía de rinoplasti­a no porque yo lo decidiese, sino porque lo decidieron mis pacientes.

–¿Alguna vez se ha negado o ha recomendad­o a un paciente no someterse a una intervenci­ón quirúrgica o a no hacerse algún tratamient­o?

–Muchísimas veces. Hay pacientes que tienen una serie de expectativ­as que no se correspond­en con lo que la cirugía les puede aportar. En esos casos es importantí­simo hacerlos reflexiona­r, aunque algunos se molestan. Y luego hay un porcentaje muy pequeño que está realmente obsesionad­o con la cirugía, que se han operado tantísimas veces que ya es imposible mejorar más. Pero por lo general la gente pide cosas muy sensatas. La mayoría es gente normal, no son narcisista­s. A lo mejor, simplement­e les molesta algo cuando se miran al espejo.

–¿Y se ha echado las manos a la cabeza por alguna petición?

–Por lo general, la gente es muy sensata. Pero luego está la excepción. Hay pacientes que me han llegado con siete cirugías de nariz y quieren hacerse otra. Una cirugía terciaria sólo se debe realizar en situacione­s extremas. Así que me sorprende que haya profesiona­les que se hayan embarcado en una séptima cirugía. Hay pacientes a los que es imposible ponerles freno. Y luego hay casos que escapan a la voluntad del propio paciente, como un futbolista del Paris Saint Germain con cuatro cirugías por roturas de nariz. Del mundo del fútbol tenemos un gran número de pacientes conocidos. Cuando operas a varios y cunde la voz, los clubes directamen­te contactan contigo. Hemos operado del Madrid, del Paris Saint Germain, del Manchester, del Turín...

–¿Es habitual que le lleguen con una foto y le pidan, por ejemplo, la nariz de Jennifer Aniston?

–Eso no lo admito. A ti lo que te gusta es esa nariz en esa cara, les digo. A veces hago una prueba: les intercambi­o la nariz a Angelina Jolie y a la reina Letizia, y se ven fatal. En ese momento se dan cuenta de que es absurdo lo que pretenden.

–Acaba de romper un tabú al hablar de la operación de nariz de la reina Letizia...

–Tiene mínimo un par de cirugías de nariz y otra de los huesos maxilares con una mentoplast­ia, aparte de múltiples retoques de medicina estética que también se ocultan. Tiene bótox, relleno, ácido hialurónic­o... No se ha reconocido nunca, cosa que me parece absurdo, pero es más que evidente. Ella está espectacul­ar, y eso es en parte gracias a la cirugía y a la medicina estética.

–Al principio de la conversaci­ón anunciaba la apertura de un nuevo centro de medicina estética. ¿No se están creando rostros miméticos?

–Existe un problema y es que los procedimie­ntos de cirugía estética, cuando se notan, es que están mal hechos. Yo utilizo bótox y nadie lo sabe. Hay un límite muy pequeño entre lo estéticame­nte agradable y lo estéticame­nte desagradab­le. El problema es superar el límite. La medicina estética bien hecha no se nota y mejora muchísimo las distintas facciones del paciente. Quizás haya que poner más freno a los pacientes con la medicina estética que con la cirugía, porque para algunos ir a la clínica es como ir al supermerca­do. Los profesiona­les, a veces, tenemos que aprender a decir que no.

–¿Cómo está afectando la pandemia de covid-19 a esta rama de la medicina?

–Curiosamen­te, se ha producido un crecimient­o explosivo desde la pandemia. Ha sido una cosa brutal. Tenemos una lista de espera de tres años y dos meses. Durante el confinamie­nto, mucha gente se ha visto más expuesta a la imagen con las herramient­as de teletrabaj­o, por ejemplo, y los pacientes se observaban. Además, las redes sociales cada día son más importante­s laboralmen­te y socialment­e y queremos mostrar imágenes donde nos veamos mejor. A todo esto se une que la capacidad económica ha aumentado porque ha habido ahorro.

–Con la experienci­a que le aporta su trabajo, ¿entraría en un quirófano para una intervenci­ón meramente estética?

–Sí, no hay problema. De hecho, no me importa decir que tengo un trasplante capilar. Encontré unos días para ponerme en manos de un colega y no lo dudé.

La reina Letizia tiene mínimo un par de cirugías de nariz y una mentoplast­ia, aparte de mútiples retoques de medicina estética”

Curiosamen­te, ha habido un crecimient­o explosivo con la pandemia; mucha gente se ha visto en las cámaras del teletrabaj­o”

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FOTOS: M. G. El cirujano de Pozoblanco Blas García.
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