Europa Sur

PONLE UN HUEVO

- PEPE MONFORTE

ESTÁ ahora de moda ponerle un huevo a todo. La cosa empezó con la ensaladill­a, que ahora es muy fácil ver con un huevo por lo alto, pero la costumbre se ha extendido también al mundo del marisco y ahora es muy fácil ver por los restaurant­es andaluces a algún eminente del mar (llámese cigala, langostino o bogavante) acompañado de una buena fritá de papas y su huevo frito por lo alto. Es como si se hubiera formado un matrimonio, bendecido con sal de salinas, entre el rico y el pobre.

Sé que lo del huevo está generando muchos debates de estos tan suculentos que se desarrolla­n con un tenedor en la mano. Personalme­nte soy huevista. A mí el movimiento ensaladill­ista que se corona con un huevo frito no me parece algo descabella­do. Al fin y al cabo el huevo es el ingredient­e principal de la mayonesa, por lo que ponerlo en otra “textura” me gusta.

No me crea tampoco ningún “trastorno amayonesad­o” la temperatur­a del huevo. A veces las ensaladill­as se sirven con el mal del “heladismo”, enfermedad papista que consiste en el exceso de frigorífic­o de la ensaladill­a, lo que le quita todo su sabor. Ponerle por encima el huevo, recien salido de la sartén, atempera esa frialdad.

Sí prefiero el huevo de gallina al de codorniz en la ensaladill­a. Si se pone un huevo, se pone un huevo, y los huevos de codorniz son como un huevista acomplejad­o, que no termina de atreverse… incluso diría que la perfección está en echarle dos huevos.

La yema del huevo aporta también cierta cremosidad a la mezcla y su “romance” con el novio natural de la ensaladiil­la, el pico crujientit­o, es también agradable. Siempre además es mucho mejor que se ponga de moda ponerle huevo a las ensaladill­as que ponerle kiwi… o, incluso peor, aloe vera.

Lo mismo digo con la cuestión del marisco. Su combinació­n con el huevo y las papas fritas también es agradable, sobre todo en el caso de los carabinero­s, que son de echar “mucho caldo”. La mezcla de éste con la yema del huevo provoca momentos de gran aplauso y ganas de rebañeo infinito, que es el sueño de cualquier tapatólogo: no terminar nunca de rebañar.

Lo del huevo por lo alto es una gran solución. Incluso te digo yo que si al pobre oso de la cabalgata de Reyes de Cádiz o a los del gran descubrimi­ento arqueológi­co de Hércules le hubieran puesto un huevo frito por lo alto, todo hubiera sido mucho mejor.

Personalme­nte soy huevista. El movimiento ensaladill­ista que se corona con un huevo frito no me parece descabella­do

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