Fede Valverde y su idilio con la Supercopa
que sabía que le costaría la tarjeta roja. El marcador lo obligó, restaban cinco minutos de la prórroga y en el 115 un tanto en contra habría sido decisivo.
Se sacrificó por el bien global del equipo y su acción tuvo la recompensa en la tanda de penaltis que decantó el título hacia el Real Madrid. Valverde se había convertido en el protagonista sin necesidad de hacer un gol. Su derroche de compromiso en el King Abdullah Sports Center de Yeda hasta le hizo ser nombrado jugador de la final. Pese a haber sido expulsado.
De aquella apuesta de un Fede Valverde de 21 años que esa cita era titular, que había llegado desde Peñarol con apenas 17 para terminar de crecer en el Castilla y en una cesión al Dépor antes de asomar por el primer equipo, al actual Pajarito, ya padre con 23, que desataba la locura en su casa, donde su mujer, Mina Bonino, daba saltos de alegría en el sofá y el pequeño Benicio se reía por ver a su padre en la televisión, ha pasado un tiempo para la madurez que le permite transitar con tranquilidad por su situación actual.
Fede siente la confianza de Ancelotti, pero no la ve reflejada en los minutos que desea, con las puertas de la titularidad cerradas (titular en 13 de los 22 partidos en los que participó), a expensas de una sanción o un problema físico de los tres intocables para poder tener continuidad. Su figura está menos consolidada que con Zinedine Zidane al mando, pero no cesa en una lucha que aumenta de competencia con el fichaje del francés Eduardo Camavinga y el regreso de Dani Ceballos.
Su compromiso lo volvió a demostrar en un clásico, el mismo partido que esta temporada le provocaba en el Camp Nou una lesión en una mala caída que lo condicionó posteriormente. Creyó en el contragolpe para correr hasta encontrar el premio. “El balón que dejó pasar Vinicius era para Karim, pero lo aproveché”, confesó. Pasaba por ahí y lo mandó a la red para dar el triunfo al Real Madrid, dar el pase a la final y volver a dejar huella en una Supercopa de España.