Antonio Ortega Galán. In memoriam

“…Converso con el hombre que siempre va conmigo. Quien habla sólo espera hablar a Dios un día…” Así te recordamos. Como en los versos del poeta bueno. Siempre dialogando y aconsejando con palabras sabias y entrañables que, como olas tranquilas, bañan hoy nuestros corazones apesadumbrados (escribo esta carta en nombre de toda la familia Muñoz Ortega).

Vienes de una generación que hizo del sacrificio su principal emblema y que, con tu esfuerzo y dedicación conseguiste lo deseado por tus padres; así lo transmitiste a tus hijos, que hoy se sienten orgullosos. Así también te recuerda el pueblo de Vejer y el alumnado de todos los colegios donde enseñaste como maestro durante tantos años, ahíto de entrega y generosidad, porque, a la postre, es el aula la mejor recompensa del profesor que fuiste; y ella también llora tu ausencia, repitiendo incansable el final de la elegía de todas las elegías: “…Que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero”.

Paseando por Alcalá de los Gazules, el murmullo de la Fuente de la Salá nos ha regalado un montón de momentos vividos: tu casa de Santo Domingo y la azotea en la que departíamos, los partidos de baloncesto en El Lario, los paseos por la Plaza Alta, por la Calle Real, por la ‘Playa’… Son pinceladas de ese bonito pueblo jandeño que se dibujan en nuestra memoria y nos hacen esbozar una sonrisa pensando en tu nombre, Antonio. Pinceladas de un cuadro luminoso y colorista en Los Caños de Meca, desde el Faro de Trafalgar a la playa del Pirata, en la que pasabas las mañanas veraniegas con tu familia, disfrutando del mar. Pinceladas en tus visitas a nuestra casa de Cádiz y en el cariño que siempre nos demostraba tu gran corazón. Ese corazón que no te cupo en el pecho de bueno y honesto, Antonio. Porque dijo un sabio oriental: “Busqué a Dios en las iglesias, bajo las altas cúpulas de los oratorios, en los lugares destacados de las decoradas capillas… y lo encontré dentro de mi corazón”.

Hoy, desde San Miguel, tu alma colmenera nos saluda todos los días asomándose a los miradores de la Cobijada, de los Abuelitos, de la Corredera, de la Plazuela… Y nos regala la luz de Vejer, que es la Luz de Dios con quien conversas para toda la eternidad.

Siempre te llevaremos en nuestros corazones. Antonio L. Muñoz Galán (Cádiz)