“Las plazas duras les salen muy baratas a los ayuntamientos”
–En Roma está la Piazza del Fico, una plaza pequeñita, cerca del Campo de Marte, donde siempre se juega al ajedrez. Es un sitio muy agradable, donde hay una higuera enorme que da mucha sombra.
–Esa definición está muy lejos
–En España la plaza dura tiene una potencia importante desde el ejemplo de la plaza de la Estación de Sants, en Barcelona, que se hizo entre finales de los 80 y principios* de los 90. Los ayuntamientos se dan cuenta de las plazas duras les salen muy baratas. Y permiten muchas posibilidades, porque si no acotas nada puedes hacerlo todo. Luego no puedes hacer tantas cosas porque en el momento que se baja de una latitud esa plaza va a ser un infierno sin sombra.
–En los últimos años se ha generado una respuesta negativa de los ciudadanos a este tipo de proyectos.
–Hay mucho movimiento relacionado con las pequeñas actuaciones urbanísticas directas. Se me ocurren las superillas de Barcelona. Las actuaciones resultadistas de quitar tres coches y poner tres maceteros y tres veladores han sido muy criticadas desde ciertas corrientes urbanísticas. Parece que con esta práctica que ahora se denomina urbanismo táctico, se va a arreglar todo: el problema del alquiler, el de la contaminación. Esto no es la panacea. Si lo peatonalizas todo y pones veladores, tampoco hay sitio para los peatones. Ese urbanismo táctico no es la única solución, pero si puede ser parte de la solución y tiene su utilidad. Los coches ya no están y la calle es más agradable.
–¿Cómo se llevan los arquitectos con los urbanistas?
–En España salen de la misma carrera. En el resto de países de nuestro entorno no es así. El enfoque es el de una formación generalista que te permite especializarte en la práctica que quieras desarrollar. Al final aprendes a diseñar desde un mueble hasta una ciudad. Es utópico, pero en España es realista.
–Estudió la carrera justo durante la crisis económica y financiera ¿Cómo ha gestionado sus expectativas?
–El arquitecto ya no es ese señor maduro, que dibuja a lápiz en su mesa inclinada. De hecho, ya no es un hombre. Hay más alumnas de arquitectura. Tampoco se cobra lo mismo que hace 30 años, aunque el trabajo es igual de duro. En mi generación y algunas anteriores veo a gente desencantada que te dice que ha dejado la arquitectura, ahora hace diseño web y mainstream
El arquitecto ya no es ese señor maduro que dibuja a lápiz en su mesa inclinada”