La Tata, Neda y los cines de verano
● Los de mi generación teníamos esa ventaja, había cines de verano por todas partes: los algecireños clásicos preferían el Delicias y el Sevilla y, ya en tiempos más avanzados, el Avenida
CUANDO terminaba el año, se estrenó el documental Cien días con la Tata de Miguel Ángel Muñoz. El joven actor y cantante madrileño que nos sorprendió en El crack cero con una interpretación magistral, ha debido de quedarse con algún alamar de genio del maestro José Luis Garci, y se ha puesto tras la cámara para abordar el rodaje de lo que, puestos a dirigir, tal vez sea lo más asequible para un principiante.
Eso creo al menos, porque lo que sé de cine no va más allá de lo que puede intuir un aficionado de regular dedicación, con una buena educación de cineclub y atento a los contenidos y a su evolución.
Yo también tuve tata y su recuerdo me llena de buenas ondas. Se llamaba Encarnación Aranda y era de Ciudad Real, donde vivió después, hasta su muerte, en el número 4 de la calle Estrella. Ignacio, mi padre, acogía en nuestra casa, en la calle Real, a todo el que siendo próximo, lo necesitaba. Era una casa grande que daba de sí para eso, y el negocio de Los Rosales estaba en los años cuarenta y cincuenta en su mejor momento.
Mi tío Paco Matías, hermano de mi abuela materna, fue uno de aquellos a los que les cogió del lado de los perdedores, era viudo, había sido jefe de estación, de Renfe, y no tenía nada. Vivía con nosotros y también mi tata, su cuñada. Con ella, de pequeño, iba todos los días al parque. Mi compañero de juegos por aquellas calles de tierra, era Vicente Luis Asensio Cerón, con cuyos primos Pedro y José Cerón Comino tendría una larga relación. Pedro fue compañero del Instituto y José, matemático, fue durante un tiempo ayudante mío en la Universidad de Alcalá, hasta que obtuvo, al final de los setenta, cátedra en un instituto de Cartagena.
En lo que respecta al cine, los de mi generación, tenemos una importante ventaja sobre la de nuestros hijos, y aún más los que han (hemos) vivido la niñez y la adolescencia, en alguno de nuestros reductos más habitados. Había cines de verano por todas partes. En La Línea y aún más en Algeciras, la cobertura de esos cines en la geografía urbana era considerable.
Los algecireños clásicos preferían el Delicias y el Sevilla y ya, en tiempos más avanzados, el Avenida. El Delicias estaba junto al Florida, en una manzana hoy ocupada con un edificio de viviendas, y el Sevilla en donde hoy está la plaza de Neda, cuyo nombre no sé yo si es conocido lo suficiente para saber de qué va. El Avenida, que era el preferido de los niños bien, tuvo dos localizaciones, una primera pegada al edificio de viviendas militares, junto al parque, y otra enfrente, un poco más allá y a la izquierda. Su papel, como el de tantas otras parcelas urbanas, era de servir de transición mientras se negociaba su destino en la economía del ladrillo. En las noches del verano algecireño, tras un día de playa, los cines de verano eran un placer para las almas y para los cuerpos.
Neda es un pequeño municipio coruñés de las Rías Altas, en el mismísimo tupé de la cabellera cántabra de Galicia, al fondo de la Ría del Ferrol. Te llama la atención que una gran avenida que atraviesa el pueblo y acoge a los edificios más importantes, entre ellos al Ayuntamiento, se llame Avenida de Algeciras. La historia de la vinculación histórica de Neda y Algeciras, es una bella historia que, más ampliamente, forma parte de una poco conocida y rica relación de Galicia con el Estrecho.
El cronista de Jimena, José Regueira Ramos, coruñés y jimenato al mismo tiempo, uno de nuestros más notables intelectuales, aborda el relato de esa vinculación en la ponencia inaugural de las XI Jornadas de Historia del IECG. Está publicada en el número 41 (2014) de la revista Almoraima. Nos cuenta Regueira que allá en el siglo XIV, en el marco de la Reconquista, participaron cuatrocientos gallegos al mando del arzobispo de Santiago, Martín Fernández de Gres, en el asedio de Algeciras. Tanto el arzobispo como el rey Alfonso XI, murieron durante el enfrenta
En 1961, un boicot contra los empresarios de los cines de verano fue la única huelga de la época
Pepe Castro fue pionero en la exhibición de fotografías y postales de Algeciras
miento militar. Terminaría con la incorporación de nuestra ciudad a la corona de Castilla, el día 26 de marzo de 1344, después de casi dos años de asedio participado por fuerzas militares de diversos orígenes. Una auténtica conspiración europea contra la presencia musulmana en la península que, no obstante se mantendría aún por casi siglo y medio.
Resulta que una de las naves que intervinieron en el conflicto bélico era de Neda y a ello alude el propio escudo de la ciudad gallega en el que aparece un barco frente a las cadenas de acceso al puerto de la ciudad que sería liberada. Neda ha tenido esta intervención de su gente tan arraigada, que más allá de su perpetuación en el escudo de la ciudad, le da el nombre de Algeciras a la principal de sus calles.
José Ortega Díaz ha publicado en AEPA 2015 una espléndida descripción de lo que aquella geografía veraniega de los cines de verano, significaba para los algecireños antes de la llegada de la televisión, recordando un hecho insólito. En el verano de 1961, un boicot contra los empresarios de los cines, a causa de una subida del precio de las entradas, que tuvo una gran acogida popular, fue la única huelga de la que se tiene noticia en un tiempo en el que la mismísima palabra sonaba a prohibido.
Se da la circunstancia, de que a resultas de aquella huelga y con la acusación (infundada) de haber sido uno de sus provocadores más señalados, fue detenido Juan José del Aguila Torres y su padre, Juan, y juzgados en Consejo de Guerra, del que el primero fue absuelto y el segundo condenado a dos meses y un día de reclusión.
Juan José sería después, desde su militancia en el Partido Comunista de España y en la Federación Universitaria Democrática Española, un activo y significado militante contra el régimen del General Franco. La trascendencia de la obra del magistrado Del Águila, en torno al Tribunal de Orden Público, que constituiría su tesis de doctorado en Derecho, sería de una proyección extraordinaria. La familia formada por sus padres, el farmacéutico Juan del Águila Lozano y María Adela Torres Marín, maestra, se estableció en Algeciras, en el verano de 1956. Hijos suyos son, también, el recordado fotógrafo Miguel Ángel y el librero Jorge, padre del fotógrafo del mismo nombre que parece empeñado en heredar la magia de su inolvidable tío.
Jorge tuvo en el edificio del cine Almanzor una magnífica librería, de las mejores y más actualizadas que hemos tenido en Algeciras. Todavía estaba el cine entonces, en un tramo mágico del paseo del Calvario, que se coronaba hacia el oeste, desde el cuartel de infantería, con el Casino Cinema, primitiva gran caseta de feria de la sociedad que le daba nombre, la Perseverancia y la fábrica de curtidos de los Valdés, otra de esas cosas olvidadas que fueron importantes.
Frente a la librería, pudimos disfrutar durante muchos años de uno de los bares más significativos y populares de Algeciras. Casa Castro, se inició como uno de esos establecimientos de ultramarinos que tenían aire de bares. José mantuvo el tipo y la elegancia de su padre, hasta que su jubilación hizo imposible encontrar alguien con talla semejante a los de una saga de lo mejor que ha dado la hostelería en nuestra comarca. Pepe Castro fue un pionero en la exhibición de fotografías y postales de una Algeciras irrecuperable que llevamos todos en nuestros corazones. El bar, de una calidad poco común, era una referencia frecuentada por lo más granado de la ciudad; personajes tan relevantes como el gran ceramista José Luis Villar o el pintor Helmut Siesser, por ejemplo, eran clientes habituales.