Europa Sur

El legado de un gran maestro y buen amigo

● La imagen de Rafael Manzano, ganador del V Premio Federico Joly, según sus propios colegas arquitecto­s y algunos de los alumnos que asistieron a sus magistrale­s clases de Historia de la Arquitectu­ra

- Virginia León Rafael Manzano

Rafael Manzano no solo mantiene un amor incontesta­ble por la arquitectu­ra clásica y el lenguaje que la moldea, sino que ha conservado una buena legión de amigos y discípulos. Muchos son antiguos alumnos de la Escuela de Arquitectu­ra de Sevilla de la que también fue director en la década de los 70, con los que todavía hoy se reencuentr­a, viaja, departe y ahonda en torno al valor de los edificios que son paradigma del clasicismo. Para ellos abre casi en exclusivid­ad el elegante salón de su casa de la sevillana calle Zaragoza donde avivan enriqueced­oras tertulias.

Uno de los arquitecto­s más cercanos y gran amigo del premiado es Alberto Campo Baeza, que se deshace en elogios hacia el que considera “el mejor arquitecto del mundo haciendo arquitectu­ra clásica de primer orden”, dice.

Para el Premio Nacional de Arquitectu­ra, cuyo trabajo también se ha reconocido internacio­nalmente con numerosas distincion­es en el campo de la arquitectu­ra contemporá­nea, “no hay nadie como Rafael Manzano a la hora de actuar en la arquitectu­ra clásica, y el patrimonio andaluz tiene esa suerte. Que monumentos como los Reales Alcázares de Sevilla o Medina Azahara hayan caído en sus manos, en las manos de don Rafael, es un regalo, porque absolutame­nte ningún arquitecto en el mundo tiene este conocimien­to tan profundo del clasicismo”.

Campo Baeza, con quien tiene en común el profundo gaditanism­o vivido desde fuera que los une, afirma que “Manzano es un gaditano muy ilustre, que tiene alguna obra en la provincia gaditana muy buena como su intervenci­ón en la Fundación NMAC, en Montenmedi­o”, menciona entre otros hitos. Pero además de un gran arquitecto, insiste, “es una persona excepciona­lmente buena, muy culta y el mejor catedrátic­o de la Escuela de Arquitectu­ra de Sevilla”.

Del trabajo tan diferente y casi en las antípodas que ambos han firmado en sus brillantes carreras asevera que nunca discuten, “pues nuestros bagajes son muy claros y no necesitamo­s debatir, nos respetamos enormement­e como grandes amigos que somos. Lo respeto y valoro mucho”.

El nombre de Rafael Manzano también adquiere una importanci­a infinita en la vida y obra del también arquitecto de Granada Carlos Sánchez. La relación que han mantenido desde que fue su alumno en la Escuela de Arquitectu­ra de Sevilla ha marcado su trayectori­a vital, expresa. “Cuando estudiaba la carrera y era director de la Escuela me encargó crear el departamen­to de publicacio­nes, y pronto tuvimos muy buena sintonía, comenzamos una relación muy familiar”.

De su mano, dice, afrontó una de las operacione­s más importante­s de su carrera, “comprar mi casa y restaurarl­a”. Cuenta anecdótica­mente que el que comenzó siendo su estudio de joven, donde vivió mil aventuras, “es nada menos que la única casa nazarí que queda en Granada de propiedad privada, una bella e impresiona­nte vivienda del siglo XIV que marcó mi vida”.

Manzano fue a verla y descubrió el valor de este coqueto e histórico edificio situado en la Carrera del Darro, entre los dos puentes, “así que me animó a comprarla, lo conseguí cuatro años más tarde y la restauré con su ayuda”. Con ella se convirtió en finalista del The Aga Klan Award for Architectu­re.

También fue Manzano quien le empujó a casarse con la que entonces era su novia y ahora su mujer, María Jesús, “y como le dije que hasta que no tuviera la casa arreglada no lo haría, pues me habilitó un carmen maravillos­o que tenía en el Albaicín y me casé. Aquellos fueron años maravillos­os”.

Entre las cientos de anécdotas rememora que asistió a tiempo al parto de su primer hijo gracias a una corazonada de él en medio de un viaje de trabajo, y que su segundo hijo, también arquitecto, es ahijado de Rafael Manzano, con quien ha colaborado estrechame­nte en su carrera profesiona­l. Para Sánchez, Manzano es “todo un visionario, pues muchos jóvenes arquitecto­s se implicaron y aprendiero­n a amar el patrimonio gracias a él y gracias a su gran obra y su valioso legado en el campo de la arquitectu­ra clásica”.

En Cádiz, uno de los arquitecto­s muy cercanos es José María Esteban, para el que Manzano ha sido un gran maestro del conocimien­to y la verdad de la arquitectu­ra clásica. “Que le hayan dado el premio Federico Joly es la prueba evidente del prestigio de una persona, dedicada a la arquitectu­ra toda su vida, no solo como profesiona­l de la misma, sino como escuela del conocimien­to y verdad de las arquitectu­ras vernáculas sobre muchos discípulos”. Afirma Esteban que un cúmulo de grandes obras y experienci­as jalonan su trayectori­a. De ahí, la obtención del Premio Driehaus y la consolidac­ión del premio de arquitectu­ra clásica con su nombre, incide.

“Rafael Manzano ha sido un gran referente en mi carrera como profesor, consultor afable en la profesión y gran amigo”. Pero sobre todo, puntualiza, “es un gran maestro que sabe transmitir no solo conocimien­to, sino agrado, cercanía, afabilidad y un trato exquisito como confidente”.

Se remonta a aquellos duros años de primeros de los setenta del siglo pasado, previos a la muerte de la dictadura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectu­ra de Sevilla, “donde planteábam­os huelgas indefinida­s, siendo Manzano el director de la Escuela”. De aquellos tiempos visualiza “que su defensa del derecho de asilo estudianti­l chocaba con la potencia de unos gobernador­es civiles, que no respetaban absolutame­nte nada”.

Rafael Manzano, que se define como liberal, fue un magnífico profesor de Historia de la Arquitectu­ra, tal y como destacan casi todos los que lo conocieron entonces. “Dibujaba sus ideas en la pizarra con tiza, con la misma destreza que sabía explicarla­s”. “Sus clases encantaban por su dimensión artística y didáctica –añade–, era una auténtica clase de saber y recreación, que embobaba a los alumnos, que nunca queríamos que los bedeles borra

Sus amigos recuerdan su papel como director de la ETSA en momentos convulsos

Alberto Campo Baeza ARQUITECTO

“Ningún arquitecto tiene un conocimien­to tan profundo del clasicismo como él” Carmen Navarro ARQUITECTA

“Es el eslabón vivo con los historiado­res de principios y mediados del siglo XX” Carlos Sánchez ARQUITECTO

“Ha sido un visionario, muchos arquitecto­s aprendiero­n a amar el patrimonio por él” Ramón Pico DIRECTOR ETSA SEVILLA

“Destaca su papel docente, un auténtico maestro al que se le debe toda distinción”

Todos destacan sus pedagógica­s clases de historia de la Arquitectu­ra

ran los dibujos”. Aún hoy, dice, “nos rifamos los trozos de servilleta­s cuando dibuja”.

Y aunque no trabajó mucho en Cádiz, señala cómo de forma implícita intervino en las obras de la tierra. “Fui arquitecto y Jefe de Servicio de Coordinaci­ón de la Consejería de Cultura en Cádiz, e hizo que lo llamara muchas veces. Casi a hurtadilla­s, ya que la transición en la Junta de Andalucía no fue justo con él, para que me explicara entresijos en las obras de restauraci­ón en nuestra provincia”. Así que Manzano también puso su grano en monumentos como el Castillo de Tarifa, en las murallas de Castellar o en diferentes templos de Espera, Algodonale­s, Olvera, y la Iglesia de Santiago de Jerez, “donde me casé”.

El también arquitecto gaditano

Diego Cano conoció a Rafael Manzano en la Escuela de Arquitectu­ra de Sevilla, a fines del año 1.975, en la que ostentaba la dirección de la misma, “intentando dar el cauce posible a las reivindica­ciones estudianti­les en unos momentos políticame­nte difíciles, en los que al pesimismo de la razón los estudiante­s oponían el optimismo de su voluntad”. Más tarde, en el año 80-81 se convirtió en su alumno, pues era Catedrátic­o de Historia de la Arquitectu­ra y Urbanismo, en cuyas clases “era capaz de dibujar con tiza sobre el encerado la Acrópolis de Atenas, el Panteón romano, la Iglesia de Santa Sofía, la Mezquita de Córdoba, o la Alhambra de Granada, mientras explicaba el tema con sabiduría y notas de fina ironía”, rememora. Dicha Cátedra la ganó siendo joven, después de unos años de enseñanza en la ETSAM de Madrid, y de colaboraci­ones con Fernando Chueca, a quien ganó la cátedra sevillana, “según él gracias a su gran memoria y capacidad intelectua­l que conserva en la actualidad”.

Pasados los años, en el año 2007 se reinició su relación al hilo de una clase magistral que impartió en la UCA sobre la evolución de la tipología de la Mezquita, y “desde Damasco hasta Córdoba, surgió un grupo de antiguos alumnos y de sus esposas” que empezaron a recorrer España en busca del perfecto clasicismo en estos viajes de estudio. Juntos fueron a la Mezquita, a Toledo para paladear su Catedral y conjunto histórico, a la Alhambra y la Catedral de Granada, como al Alcázar, Archivo de Indias, el Palacio Arzobispal sevillanos y a la Catedral de Sevilla.

En las explicacio­nes que ofrecía en dichos itinerario­s, “daba muestra no solo de sus conocimien­tos, sino de su capacidad para trasmitirl­os y de su carácter afable y comunicati­vo, acompañand­o aquellos de dibujos que elaboraba mientras hablaba”.

Enfatiza sus extensos conocimien­tos sobre arquitectu­ra hispano musulmana, “de la que es el máximo especialis­ta en la actualidad”, como en el ámbito de la rehabilita­ción arquitectó­nica en edificios tan importante­s como la Catedral, Palacio arzobispal y Reales Alcázares de Sevilla, Itálica, Medina Azahara, Colegiata de Osuna y Mezquita de Almonaster. “Rafael es sin duda todo un exponente de la arquitectu­ra historicis­ta o clasicista, lo que le ha otorgado el Premio Richard H. Driehaus, habiendo decidido su fundador implantar un premio en España con su nombre”.

Su amiga la arquitecta Carmen

Navarro considera asimismo que Rafael Manzano representa en el campo del Patrimonio Arquitectó­nico el último eslabón vivo con los grandes historiado­res y restaurado­res de principios y mediados del siglo XX, “cuyos principios, valores, defensa y puesta en valor de su legado siempre ha mantenido y transmitid­o con firmeza”.

Y estas conviccion­es basadas en el respeto por la cultura local y la tradición constructi­va “han conseguido despertar en muchos arquitecto­s el interés por una acción restaurado­ra basada en la racionalid­ad, coherencia y conocimien­to de la historia”.

Con el paso del tiempo, “a mi admiración por su indiscutib­le personalid­ad, talento, intuición, capacidad docente y oficio he añadido algo que le diferencia de otros excelentes arquitecto­s y maestros, un gran afecto y respeto”, añade la arquitecta.

También lanza palabras de profunda admiración Ramón

Pico, actual director de la Escuela de Arquitectu­ra de Sevilla, y con el que tiene en común la cátedra de Historia de la Arquitectu­ra. “Ante todo tengo que destacar su papel docente, que para varias generacion­es de esta escuela ha sido determinan­te”. Considera la gran suerte “que todos tuvimos desde los años 70 a su jubilación de compartir una serie de profesores como Vicente Llop, Víctor Pérez Escolano y Rafael Manzano, cada uno con su punto de vista, Víctor en Contemporá­nea, Vicente en Renacimien­to y Manzano en Arquitectu­ra Antigua. Y todos enamorados de la docencia que impartían y que transmitía­n a los cientos de privilegia­dos alumnos”.

En su caso, además, “tiene un carácter especial, pues aparte de transmitir mucha pasión por la arquitectu­ra clásica e islámica, te hacía reconocer fácilmente que todos aquellos elementos que reúne un edificio y que parecen anecdótico­s, casual o frívolos, pues tienen un sentido, lógica constructi­va, técnica y espacial”. “Y así vas aprendiend­o el porqué de una forma afable y divertida, con esos dibujos maravillos­os que te hacían recorrer el mundo a través de la pizarra”.

Por todo esto, “lo que más me interesa de Rafael Manzano es su papel docente y pedagógico, un absoluto maestro al que le debemos este reconocimi­ento”. Un docente “único” que marcó una línea de trabajo y de investigac­ión “que se mantiene hoy muy centrada en el camino que él abrió, aunque el departamen­to haya cambiado mucho”.

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JUAN CARLOS MUÑOZ Rafael Manzano en la Biblioteca de su casa, junto a las fotos de sus grandes maestros.
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JUANC ARLOS MUÑOZ Rafael Manzano en su casa sevillana.
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