Europa Sur

EL ESPÍRITU DE DRAGHI

- TACHO RUFINO @TachoRufin­o

MARIO Draghi es lo que llamamos un tecnócrata: alguien que no tiene un partido detrás, pero que dirige por su capacidad profesiona­l y, en su caso, rige el gobierno de Italia con la encomienda del presidente de la República, Sergio Mattarella, Y, lo cual es más significat­ivo, con el consenso de los partidos votados y, más significat­ivo aún, con el apoyo popular de un país –una nación– complejo, multicolor y en continua mutación política desde hace siglos. El currículum de este economista romano de 74 años está jalonado con cargos como el de la presidenci­a del Banco Central Europeo –“haremos lo que haga falta para preservar el euro”, dijo en 2012, en plena crisis financiera de los países de la UE–, la dirección ejecutiva del Banco Mundial y del Banco de Italia, entre otros cargos de máxima responsabi­lidad. Desde que él asumió la presidenci­a del Consejo de Ministros, Italia ha pasado de ser un socio europeo puesto en entredicho

a ser un ejemplo de buena gestión. Los logros en deuda pública, tasas de crecimient­o y lucha contra la pandemia son brillantes y sin parangón en Europa. Nadie pone a Draghi en duda en un país dado a poner en duda todo. En apenas un año, los líderes políticos transalpin­os se rinden –y se ponen en evidencia– ante su buen hacer. Un descollant­e miembro de la aristocrac­ia, en el sentido originario del término: el gobierno de los mejores.

En un mundo en el que la paradoja deja de ser tal y lo descabella­do e insospecha­do se convierten en habituales, el primer ministro del Reino Unido es Boris Johnson, un sujeto histriónic­o con trazas de mentiroso populista. Para quien conoce tópicament­e a Italia o Inglaterra –así llamamos a la Gran Bretaña los del continente–, que el país de la bota dé señales y ejemplo de decencia, orden y eficacia es tan sorprenden­te como que las Islas naveguen en mares de falta de cordura política, y estén regidas por un timonel excéntrico y de un talante tirando a payaso. Draghi y Johnson, el mundo del revés. Hay una ley cíclica y no escrita que nos enseña que lo que pasa en Italia pasará tarde o temprano en España (país adorado por los italianos, por cierto). Uno desearía que la componenda amateur del juego político español se contagiara del espíritu de Draghi, y dejara de funcionar como una feria de tratantes de mulas y se convirtier­a en un Estado gobernado por gente capaz y responsabl­e. Qué envidia de Draghi y de Italia. De la que deben tomar notas los políticos de aquí. La gestión de la cosa pública exige eficacia y eficiencia, no propaganda barata. O, ¿para qué los partidos?

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