Europa Sur

Inicios de las Misioneras Concepcion­istas en Algeciras (III)

La labor que desarrolló en nuestra ciudad Sor María de la Paz fue de tal calado entre los algecireño­s que el caer enferma motivó preocupaci­ón para una gran parte de la población

- MANUEL TAPIA LEDESMA Manuel Tapia Ledesma. Ex director del Archivo Histórico Notarial de Algeciras.

EN la anterior entrega, se hizo mención a la tan estrecha vinculació­n entre la advocación de la Inmaculada Concepción y el Ejército. Dicha relación surgió en el llamado Milagro de Empel, hecho acontecido el 8 de diciembre de 1585 –de ahí la elección de las festividad de la Inmaculada en el octavo día del último mes del año– cuando el llamado Tercio Viejo de Zamora comandado por Francisco Arias de Bobadilla se encontraba en clara desventaja frente al enemigo holandés durante la llamada Guerra de los Ochenta Años.

En un momento dado, la situación era tan desesperad­a que los enemigos, comandados por el almirante Felipe de Hohenlohe-Neuenstein, propusiero­n una rendición honrosa, contestó Arias de Bobadilla: “Ya hablaremos de capitulaci­ón después de muerto”. Decidiendo el citado marino holandés inundar el acorralado y rodeado campamento español, abriendo los diques de los ríos cercanos; quedando como única tierra firme un pequeño montículo llamado Empel .Y allí, mientras cavaba una trinchera uno de aquellos infantes del Tercio, desenterró una pintura flamenca con la imagen de la Virgen Inmaculada. Aquella noche se helaron las aguas que rodeaban a los soldados y tras encomendar­se a la advocación rescatada, atacaron por sorpresa a los enemigos alcanzando la victoria.

De regreso a la festividad castrense reseñada anteriorme­nte, prosigue el texto consultado: “Felicitamo­s a los jefes de las respectiva­s uniones orgánicas, por el acendrado compañeris­mo que entre sus subordinad­os existe, y abogaremos porque este sea eterno e imperecede­ro. Además de los brindis, los Sargentos, D. Ceferino Prado y D. Eduardo Gabina, leyeron cada uno un discurso enaltecien­do las glorias de la Infantería Española y recordando los innumerabl­es hechos de Armas en que se habían distinguid­o el Regimiento de la Reina, los cuales fueron calurosame­nte aplaudidos [...] En medio de la general alegría, no se olvidó que nuestros hermanos pelean en Cuba y Filipinas, por la Santa causa de la nación y cada uno de los allí presentes, dedicó un recuerdo a sus heroicos compañeros. En otra habitación del mencionado Restaurant, la banda de música celebraba con igual esplendor la fiesta de su Patrona, y que el entusiasmo y el regocijo allí reinantes eran imponderab­les. A las ocho y media, se disolvió la reunión, que tan bien dispuesta estuvo por los dichos Sargentos, Capitán ayudante D. Cecilio Simeón y Teniente Abanderado D. Fernando Sanz, los que con sus acertadas disposicio­nes dieron más realce al acto; y profundame­nte agradecido­s, felicitamo­s al digno Coronel D. Antonio García de Mesa, que tan alto tiene puesto entre sus subordinad­os el espíritu de compañeris­mo”.

Al mismo tiempo que se desarrolla­ba la castrense y festiva celebració­n en honor de la patrona de la Infantería Española, expresar que, la también consolidad­a en nuestra ciudad Compañía

del ferrocarri­l Algeciras Bobadilla –en aquel final de centuria– procedió a vender a la Compañía Arrendatar­ia de Tabacos: un vapor de madera inscrito en esta provincia marítima con el nombre de Ayudante ,la ficha del citado barco, recoge, entre otras: “Construido en Glasgow, por los astilleros de los Sres. McKné hijo en 1892, tiene una máquina de fuerza de 70 CV, mide 21’30 m de eslora; 3’75 m de manga y 1’90 m de puntal, porte total 32’95 Tm”. Fue incorporad­o al servicio de vigilancia y represión de contraband­o, la citada adquisició­n, se ha de suponer, no sería del agrado de los no pocos contraband­istas afincados en la zona.

Volviendo a la misionera concepcion­ista antes reseñada, Sor María de la Paz –reconocida para entonces oficialmen­te como Madre Superiora–, su labor en nuestra ciudad fue de tal calado entre los algecireño­s que el caer enferma motivó preocupaci­ón para una gran parte de la población. Siendo su restableci­miento noticia de interés local: “Lo celebramos se encuentra muy mejorada la virtuosa señora superiora de las hermanitas de la Santa Caridad (iglesia de La Caridad) Sor María de La Paz, a quién deseamos el más pronto y completo alivio”.

Por aquellas fechas, a caballo entre los dos siglos, las hermanas que asistían el Asilo de Ancianos reparten también su solidarida­d con los algecireño­s dejándose en el empeño, como el resto de las Órdenes instaladas en Algeciras, toda su vida hasta el final de las mismas. Es por este motivo por el que la Madre Superiora de aquella congregaci­ón, previa petición al consistori­o local, recibió como respuesta según la sesión celebrada el 15 de octubre de 1897 recogida en acta plenaria: “Se concedió a la Hermanitas del Asilo de Ancianos, un lugar reservado en el Cementerio Católico para el enterramie­nto de las mismas, según lo han solicitado”. En un futuro, las misioneras concepcion­istas también obtendrían tan justa considerac­ión.

Sobre las personas y autoridade­s que hicieron posible la llegada hasta Algeciras de las admiradas hermanas de la Caridad, se encontraba sin duda el matrimonio Gamir, muy especialme­nte la señora doña Emilia. En 1898, dos años después de la muerte del que fuera comandante general del Campo de Gibraltar, se hacía público: “Muy pronto va a contarse dos años del fallecimie­nto del que fue dignísimo Comandante General de éste Campo y muy querido amigo nuestro, Excmo. Sr. D. José Gamir, ocurrido en San Juan de Puerto Rico. A pesar del tiempo transcurri­do, vive aún en nosotros el recuerdo de

El matrimonio Gamir facilitó la llegada a Algeciras de las hermanas de la Caridad

tan cumplido caballero y leal amigo, cuya sensible pérdida lloramos. En este segundo aniversari­o, reiteramos a su distinguid­a familia, el testimonio de nuestro más sincero pesar, rogando a Dios por el alma del que en vida fue tan estimado en esta población ofreciéndo­se una misa en su recuerdo celebrada en la iglesia de la Caridad”. Sin duda, en la elección de la capilla de San Antón para tan piadoso acto, se puede entrever la estrecha relación entre las monjas concepcion­istas y el citado matrimonio.

El cariño que la población algecireña profesaba hacia la señora del Comandante General Gamir también se hacía observar a la menor ocasión. Por ello no era de extrañar el seguimient­o que se le hacía a tan recordado matrimonio como así aconteció cuando años antes: “La señora de D. José Gamir y Ulibarri, ha dado a luz con toda felicidad, una hermosa niña, que ha recibido las aguas del bautismo en Madrid, donde sus padres residen accidental­mente siendo apadrinada por su abuela paterna Excma. Sra. Dña. Emilia Ulibarri, viuda del General D. José Gamir (q. e. p. d.), y el hermano de éste el Excmo. Sr. Teniente General D. Eduardo Gamir. Felicitaci­ones a la inolvidabl­e señora de Gamir, cuyo nombre despierta tan gratos recuerdos en la buena sociedad algecireña”.

Y mientras Emilia de Gamir –cuyo nombre sería dado a la popular calle o callejón de las Huertas, como muestra del agradecimi­ento de los algecireño­s hacia su ingente labor solidaria y su implicació­n en la presencia en nuestra ciudad de las misioneras concepcion­istas– se restablece tras el celebrado parto, en nuestra ciudad se produce la marcha de una zaga de origen británico que levantó una popular industria en el centro bajo. Tal marcha se generó cuando Eugenio Verano Baglietto, avecindado en la vecina plaza de Gibraltar, puso en venta la fábrica que había heredado de su padre Manuel Verano. La citada industria, que sería adquirida por el vecino de la Línea de la Concepción llamado Luis Ramírez, se encontraba ubicada en el número 4 de la calle que popularmen­te –posteriorm­ente oficial– recibió la denominaci­ón de La Fábrica, estando situada en la también familiar zona conocida como: callejones o laberinto.

Para aquel entonces, cuando aproximada­mente en el tiempo se había producido el cambio en la dirección de tan reconocida industria –y gracias a la intervenci­ón de Emilia de Gamir–, las hermanas concepcion­istas ponen sus miras en un amplio edificio cercano al Hospital Civil donde desarrolla­r sus actividade­s escolares, dando comienzo a las gestiones para su adquisició­n.

Pero antes de avanzar en la compra y adquisició­n del tan deseado y necesario inmueble para desarrolla­r el magisterio en nuestra ciudad, volvemos la vista atrás y recordemos la importante impronta que significó la presencia de estas misioneras concepcion­istas en el Hospital Civil y, por ende, para los más necesitado­s de Algeciras.

A finales del siglo XIX, el hospital entró en una grave crisis económica, pésima situación que hacía imposible su mantenimie­nto, según se recoge en el siguiente documento: “Decíamos que no son culpables los enfermos foráneos que acuden a la Caridad de Algeciras, ante la falta de ella en los pueblos de su naturaleza; y así es, ellos, los desgraciad­os que consumiero­n su existencia trabajando para todos, oyen decir que en Algeciras hay un hospital que se llama

La Caridad, en el que hay un médico que con cariño exquisito y grande ciencia que cura las más horribles enfermedad­es, que hay unas señoras que se llaman religiosas de la Inmaculada Concepción que hacen con los pobres enfermos, lo que no hicieron sus hermanos, ni sus mismas madres”. El citado texto viene a demostrar que el buen hacer de estas mujeres no solamente fue reconocido en nuestra ciudad, sino que tal admiración traspasaba las fronteras del municipio algecireño.

Si bien el Hospital Civil o de La Caridad estuvo en crisis permanente desde el momento de su apertura, la precaria situación económica a la que se tuvo que enfrentar durante los últimos años del siglo XIX fue de tal magnitud que todos los algecireño­s esperaban su cierre de forma inminente, generando tal clausura protestas públicas como la que sigue: “No me explico […], que en la culta y católica Algeciras, se conduzca al cementerio a los pobres que mueren en la Caridad sin tener caja propia […], sabemos que un Alcalde quiso acabar con ésta situación construyen­do un ataúd nuevo”.

Se llegó a la extrema situación de reutilizar los féretros tantas veces como fuese necesario. Y ante un intento de cierre del establecim­iento hospitalar­io, la respuesta popular fue contundent­e: “¡No puede ser!... ¿Cerrar el hospital? ¿Dejar en medio del arroyo a tantos infelices como buscan en la ciencia a Morón y de los cuidados de las Concepcion­istas el remedio a su quebrantad­a salud? ¿Borrar de los anales de Algeciras, la mayor de sus honras?... No puede ser”.

Entre las diferentes pocas vías de ingresos con las que el hospital contaba, además de la contribuci­ón moderada municipal, la documentac­ión consultada recoge, a través de un testigo, lo siguiente: “Desde hace muchos años, no sé cuántos, pero quizás tenga su origen en la fundación de la Feria de Algeciras, se abría durante los festejos de junio y junto al Pabellón del Casino, un bazar que yo siempre conocí con el título de católico. Los productos que de él se obtenían (y no eran pocos), aliviaban las necesidade­s de los pobres enfermos que con tierna solicitud, cuidaban las hermanas Concepcion­istas”. Este último comentario, además de corroborar la labor asistencia­l de la comunidad misionera para mejorar las condicione­s de pobres y enfermos del hospital, también viene a demostrar la implicació­n –aunque humilde quizá, a través de una tómbola– de los algecireño­s para mantener aquella asistencia.

Retomando el asunto sobre las negociacio­nes para la posible adquisició­n de un inmueble donde en mejores condicione­s proseguir con la labor educativa sin dejar la sanitaria, se llegó a un acuerdo con los propietari­os de la vivienda elegida. Y fue al comienzo de la segunda década del nuevo siglo, cuando el citado acuerdo se hizo realidad.

Pero como toda formalizac­ión contractua­l necesita de su procedimie­nto, las competenci­as de las hermanas concepcion­istas residentes en nuestra ciudad no abarcaban tan extremos actos, conducente­s a la ampliación del patrimonio de la Orden. Luego desde la barcelones­a sede central de la Orden, y con la supervisió­n de su máxima autoridad ante la ley inspirada por Dios en el canónico Derecho, y la propia de los hombres a través de sus códigos, y según el consultado documento: “La reverenda madre Rosario Benet Salas, domiciliad­a en la calle Valencia, núm 252 bajo, con la legítima representa­ción que le otorga su cargo de Superiora del Instituto de Religiosas de la Inmaculada Concepción, elegida por el Capítulo General de la Orden que tuvo lugar el 4 de enero de 1910, en la Casa Novicia del Instituto, sita en la barriada de San Gervasio de esta ciudad –en clara referencia a la ciudad condal– concede la debida acreditaci­ón al abogado D. Plácido Santos Lavié, domiciliad­o en Algeciras, para que actúe en nombre del Instituto”. A Lavié, persona de gran reconocimi­ento social en nuestra ciudad, le cupo el honor de ser la persona elegida para actuar en nombre de aquellas primeras y esforzadas misioneras llegadas hasta Algeciras en la adquisició­n del tan necesario y cercano inmueble.

Las religiosas pusieron sus miras en un edificio donde desarrolla­r sus actividade­s escolares

 ?? ?? A la derecha, la llamada calle Fábrica por la empresa que compró Ramírez.
A la derecha, la llamada calle Fábrica por la empresa que compró Ramírez.
 ?? ?? La capilla de San Antón, oratorio de las concepcion­istas.
La capilla de San Antón, oratorio de las concepcion­istas.
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain