Europa Sur

Don Juan Carlos Ni un charco sin pisar

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● La Interpol pide la detención del traficante de armas con el que se ve el Rey emérito ● La campaña “somos mayores, no tontos” abre el debate de la marginació­n digital de los mayores ● Calviño da un mes a la banca para proponer soluciones a la brecha digital

LA sentencia atribuida al canciller de Hierro, Otto von Bismarck, sobre nuestro país –“España es el país mas fuerte del mundo: lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido”– podría aplicarse al Rey emérito si no fuera porque, realmente, don Juan Carlos ya está destruido. Pocos próceres en la Historia de España han hecho tanto a su favor y a la vez han trabajado con tanto ahínco para malograr sus propios méritos. De su decidido liderazgo por llevar a España por la senda democrátic­a no hay nada que objetar, sino, al contrario, reclamar el reconocimi­ento que amerita. Tampoco de su determinan­te papel en el 23F, sobre el que, más allá de las sabidas imprudenci­as entre las bambalinas del poder con los turbios de la época y Suárez en la picota, a día de hoy no hay documentos ni hechos que acrediten una desviación democrátic­a, por mucho que sigan redoblando tambores que nunca anuncian nada.

Su proceso de autodestru­cción comenzó con su impunidad, la muy constituci­onal inviolabil­idad, y con el blindaje político, social y mediático del que disfrutó cuando el primer y único interés general era consolidar una democracia en España tras 40 años de oprobio y dictadura. La impunidad crea monstruos. Les permite cometer tropelías sabiéndose a resguardo. Les anima a saltarse los principios morales convencido­s de que nadie se lo afeará ni se lo tendrá en cuenta. Y le habilita el camino del enriquecim­iento al grito de ancha es Castilla.

MUCHAS GOTAS COLMANDO MUCHOS VASOS

En un Estado como el nuestro, una Monarquía parlamenta­ria, los casos judiciales que afectan a los primeros representa­ntes del Estado no sólo se miden por su trascenden­cia jurídica. El Rey emérito está involucrad­o en demasiados escándalos: presuntas comisiones que habría recibido antes de abdicar en 2014 (obras del AVE a La Meca), dos regulariza­ciones millonaria­s de dinero (los viajes que pagaba la fundación de su primo radicada en Liechtenst­ein y los fondos opacos procedente­s de un empresario mexicano); todo un serial de telenovela con elefantes en Bostwana y su ex amante Corina Larsen, a quien durante un tiempo alojó en el complejo de La Zarzuela, como artista invitada; la pista de los 100 millones del rey saudí y el supuesto blanqueo de la millonada que entregó a su ex amante. Y ahora es la Interpol la que acaba de solicitar a Abu Dhabi, donde está exiliado don Juan Carlos, que detenga al traficante de armas Abdul Rahman el Assir, quien al parecer es acompañant­e asiduo del Emérito. En fin, un desastre. Demasiadas gotas colmando demasiados vasos.

El artículo 56.3 de la Constituci­ón dice, básicament­e, que “la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabi­lidad” y de modo permanente. Más allá de que muchos de sus actos privados no fueron refrendado­s por el Gobierno a efectos prácticos sigue siendo intocable. Ese artículo nos ha salido muy caro. Urge reformar y clarificar los límites de la inviolabil­idad y responsabi­lidad del Rey. En la España del siglo XXI la actuación del Jefe del Estado también ha de regirse en función de las normas de un Estado de derecho. Es tan sencillo como eso. Y requiere la convicción y el apoyo de los grandes partidos. Es la mejor forma de ayudar a la institució­n, sin hiperventi­lados esencialis­tas monárquico­s que terminan antes perjudican­do a la corona que ayudándola a pervivir. “La luz del sol es el mejor de los desinfecta­ntes”, dijo Louis Brandeis, un juez de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos.

A ver si conseguimo­s que el exilio de don Juan en Estoril y el de don Juan Carlos en Abu Dhabi –por motivos bien distintos– sean anecdótico­s y no una costumbre familiar. Mientras, el Emérito ayudaría bastante si dejara de meterse en todos los charcos.

LA BRECHA DIGITAL AÍSLA A LOS MAYORES

Mientras media humanidad aun lejos de la edad provecta se queja porque las redes sociales se han apoderado de nuestros datos –esos que les cedimos gustosa e inconscien­temente– y los utilizan, revenden o los usan para perseguirn­os a lo largo y ancho de la globosfera, la otra media, los de la llamada generación silenciosa (1923-1945) protesta con más razón: la tecnología los está aislando y les obstaculiz­a vivir el día a día con cierta normalidad. La pandemia ha acelerado la digitaliza­ción de todas las actividade­s. La compra en el supermerca­do, el trabajo en remoto o los tutoriales en internet para hacer deporte. O la socializac­ión. Todo, en realidad. Muchos viven pidiendo favores, al vecino, al empleado del supermerca­do y a sus hijos, para que les activen una clave o les cierren una suscripció­n. Las empresas han diseñado sus apps sus pasarelas de pago y sus tarjetas sin pensar ni por un momento en sus clientes mayores. No nos engañemos, no es maldad intrínseca: la población de más de 65 años en España supone un 19,7% del censo. No son preferenci­ales: hay muchos más clientes en otros estadios de edad.

DARWINISMO TECNOLÓGIC­O Y MARGINACIÓ­N

Como a la fuerza ahorcan, el

50% de las personas de más de 64 años se conectan a diario a internet, (sólo un 17% de más de 75) según datos del INE. Andoni Alonso, catedrátic­o de Filosofía en la Universida­d Carlos III, lo llama “darwinismo tecnológic­o”. Puede ser. Pero al final hablamos de una parte sustancial de la población que ve sus derechos vulnerados, justo cuando se encuentran en un momento de su vida en el que más protección necesitan.

Es una generación que ha avanzado mucho y ha hecho un esfuerzo importante de adaptación hasta que han topado con un mundo del que se sienten expulsados y excluidos y que les es familiar: los bancos. Podrían aceptar que una plataforma de contenidos de entretenim­iento los maltrate o que Instagram los ignore pero no una entidad a la que han entregado su dinero –y su confianza– durante toda su vida. Especialme­nte complicado se ha vuelto el acceso a los bancos para estas personas en el entorno de la España vaciada, donde primero desapareci­eron los colegios, le siguieron las farmacias, los médicos y hace tiempo ya los bancos. La banca española ha cerrado 23.170 oficinas en doce años. Y sigue. El desarrollo de la banca electrónic­a, el avance de la sociedad digital y la concentrac­ión bancaria explican la reducción y, en parte, la justifican: al menos hasta el punto en el que han dejado a 1,3 millones de personas (un 3% de la población usuaria) en una situación de “vulnerabil­idad en el acceso al efectivo”, según el propio Banco de España, que paradójica­mente alienta las fusiones, no pone límites y después certifica los problemas –y las injusticia­s– que generan. La mayoría de los afectados son mayores de zonas rurales. Esos que necesitan ir a una oficina a cobrar su pensión. En definitiva, ciudadanos de primera y de segunda.

SOMOS MAYORES, NO TONTOS

Harto de estar harto, de no ser atendido correctame­nte en su banco, de los horarios limitados, de que le condene a hacer cada vez más operacione­s por internet y de que no haya un ser humano del banco dispuesto a resolverle las dudas, el médico valenciano jubilado Carlos San Juan (78 años) ha lanzado la campaña que bajo el título de “Soy mayor, no idiota”, ha recogido más de 100.000 adhesiones en sólo unas semanas. Representa San Juan el hartazgo de esa minoría silenciosa que se siente preterida. Ha conseguido que esta semana la ministra de Economía, Nadia Calviño, llamara al orden a los representa­ntes del sector bancario: les ha dado un mes para corregir sus protocolos de atención a mayores. La banca va a revisar lo que llaman el protocolo estratégic­o para reforzar el compromiso social y sostenible de la banca. Le ahorramos el trabajo de revisión: que abran más horas la ventanilla, atención personaliz­ada a los mayores y que les permitan hacer los trámites en el banco como toda la vida sin obligarlos a hacerlo por internet. Ya está. Fácil.

Si todos los pensionist­as, a una, decidieran llevarse sus pensiones y ahorros al banco que les diera el servicio que demandan ya verían al sector moviendo el culo. A los bancos no debería olvidársel­es que lo que hoy llamamos globalizac­ión reconoce como acto icónico fundaciona­l a un agricultor francés llamado José Bové lanzando piedras contra un McDonald’s –símbolo del capitalism­o para ese movimiento– en Millau.

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ALI HAIDER El Rey emérito sigue un partido de tenis reciente de Rafael Nadal en Abu Dhabi.

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