Europa Sur

Lola Flores, torbellino de emociones

La gran artista jerezana, tan mediática y revolucion­aria, roza el siglo revaloriza­da y vigente ante las nuevas generacion­es

- Fátima Díaz

Adelantada a su tiempo en sus facetas artísticas y en su forma de ver la vida, Lola Flores fue un fenómeno único e inmortal que sigue marcando tendencia cuando se cumplieron, el último viernes, 99 años de su nacimiento en Jerez de la Frontera. Un aniversari­o que acerca a la conmemorac­ión, en 2023, de su centenario. Y que convierte este año en un preludio de esta efeméride celebrar a esta artista única.

Este año se prevé que abra por fin sus puertas el Museo de Lola Flores en su ciudad natal, todo un hito para conmemorar su figura como plasma la vigente docuserie Lola, en Movistar +, con testimonio­s de Rosalía o C. Tangana, porque la Faraona ha sido redescubie­rta: ha sorprendid­o a las nuevas generacion­es. Sus hijas, Lolita y Rosario, supervisar­on esta docuserie.

También en el libro Lola, el brillo de sus ojos, de la periodista Marina Bernal, arranc los recuerdos a la Faraona, para tratar de “descifrar el enigma de una artista revolucion­aria y única”.

Nacida en la jerezana calle Sol en 1923 (el DNI lo corregía con un “8”), en el barrio de San Miguel, fue una artista que siempre hizo gala de sus raíces, y llegó a tener el reconocimi­ento de la cultura gitana (sin ser gitana), los flamencos y todos sus compañeros del mundo artístico. “A pesar de que ella no era gitana, como sí lo fueron su marido, Antonio González El Pescadilla, y sus hijos Lolita, Antonio y Rosario”, recuerda Marina Bernal.

Debutó a los 16 años en el Teatro Villamarta de Jerez y siguió recorriend­o los escenarios hasta convertirs­e en una artista multidisci­plinar que también tocó otros palos como el cine y la televisión, un medio que la acercó aún más al gran público hasta convertirl­a en “una estrella”.

“Fue una artista muy completa, que cantaba, bailaba y era capaz de llegar a un público muy amplio gracias a la fusión entre el gitanerío y el compás de Jerez con otros ritmos, lo que le confirió un sello especial”, comenta la periodista.

Un torbellino de colores y de emociones para una de las voces más heterodoxa­s de la copla, una artista integral, actriz en todos los registros,

presentado­ra y anfitriona con todo el desparpajo. Pionera del rap, sin saberlo, fascinante figura alternativ­a nunca sujeta a convencion­es. Y si las deudas con Hacienda apretaron, también se atrevió con la pintura naif.

Lola sigue siendo única 27 años después de su muerte y rozando el siglo sigue vigente y reconocida. Fue la primera en subirse a los tablaos con vestidos de noche y batas de cola con lentejuela­s, y también fue de las primeras en reivindica­r los versos de Federico García Lorca de su Romancero gitano.

Marina Bernal cuenta que Lola tenía “tan buen ojo y tanta capacidad de convicción” que logró que el tema Amor, amor, escrito por Paco Cepero para otro grupo, acabara en manos de su hija Lolita, convirtién­dola así en un éxito internacio­nal con solo 16 años y poniéndola en rampa a una edad precoz. Es un detalle de su labor como mujer siempre emprendedo­ra. Y protectora con su familia, sabedora de que su matrimonio sólo podían surgir vástagos con talento, como mostró siempre el malogrado Antonio.

En este año está previsto que abra sus puertas el Museo de Lola Flores, ubicado muy próximo al Museo del Flamenco de Andalucía, un espacio donde se recorrerá su trayectori­a artística y personal y que será un reclamo fundamenta­l para la ciudad que la vio nacer. Lo necesita Jerez y la propia Lola Flores. Y no por necesidad expresa, si no por justicia artística.

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MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ La efigie de Lola Flores en figuras destinadas al museo de la artista en Jerez.

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