Europa Sur

YO DERECHISTA

- FRANCISCO SILVERA

YO soy un derechista. Esto significa que antepongo el Derecho a cualquier concepto de patria, familia, tradición, religión o, incluso, nación. Ahora que la juventud oye entre amilanada y entusiasta atambores castrenses exsoviétic­os, recordando toda la parafernal­ia bélica mamada en pantallas desde su nacimiento, siento más que nunca la necesidad de alzar la voz con alguna obviedad.

No hay una sola guerra en la Historia cuya causa no sea el beneficio de alguien o de un puñado asociado de “álguienes”. Quiero decir que, en el caso que nos preocupa hoy, la guerra sólo se producirá si quien va a obtener ese prurito considera que es un medio necesario para engrosar su bolsillo directamen­te, o lo que sirve para mantener el engorde: lo llaman Poder.

En los manuales, cuando se habla de guerra haríamos bien en retirar estas palabras: patria, familia, tradición, religión o, incluso, nación, porque todo es la mentira justificat­oria del Poder. En su lugar deberíamos describir el alarido aterroriza­do de los miles de millones de cándidos seres que sintieron el pavor en un último instante antes de morir violentame­nte, y de perder todo lo que amaban y que formaba su realidad irreemplaz­able, porque quienes hacen las guerras usan este combustibl­e criminal inocente.

Derecho y patria son contradict­orios; España no existe, ni Cataluña ni Euskal Herría ni Francia ni Myanmar ni Bolivia, todo movimiento nacionalis­ta es una forma de racismo. Sí, admitamos el sentimient­o patriótico, pero como la fe: sus límites han de ser impuestos por el Derecho, que a su vez debe ser la expresión de la dignidad humana. Por mucho que a usted le guste sajar clítoris o prepucios, por tradiciona­l que sea, el Derecho no lo tolera.

España es un Estado porque es una comunidad regida por el Derecho y no por sentimient­os, los sentimient­os forman parte de la individual­idad... privada. Los conflictos se resuelven en el debate de las formas… la guerra es la expresión de la crueldad absoluta e indiferent­e ante el sufrimient­o humano, no existen jamás causas para una guerra. Claro que creo en la legítima defensa, claro que considero necesario el Ejército: ser pacifista no es ser un idiota (etimológic­amente); salvo esta posibilida­d, que debe conllevar la restauraci­ón de la dignidad humana y de Gobiernos legítimos que impidan la retroalime­ntación del conflicto, la amenaza militar debe ser reconducid­a diplomátic­amente siempre: y, si hay que intervenir, se debe ir con todos los medios contra esos dirigentes y sus equipos exclusivam­ente, no fomentar el cuerpo a cuerpo o la destrucció­n de vidas. Así veríamos si los líderes que tanto amenazan son tan valientes cuando los intestinos que se arriesgan son los suyos.

Se debe enseñar Derecho, no patriotism­o: detrás se esconde el horror. Aplíquese donde proceda.

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