YO DERECHISTA
YO soy un derechista. Esto significa que antepongo el Derecho a cualquier concepto de patria, familia, tradición, religión o, incluso, nación. Ahora que la juventud oye entre amilanada y entusiasta atambores castrenses exsoviéticos, recordando toda la parafernalia bélica mamada en pantallas desde su nacimiento, siento más que nunca la necesidad de alzar la voz con alguna obviedad.
No hay una sola guerra en la Historia cuya causa no sea el beneficio de alguien o de un puñado asociado de “álguienes”. Quiero decir que, en el caso que nos preocupa hoy, la guerra sólo se producirá si quien va a obtener ese prurito considera que es un medio necesario para engrosar su bolsillo directamente, o lo que sirve para mantener el engorde: lo llaman Poder.
En los manuales, cuando se habla de guerra haríamos bien en retirar estas palabras: patria, familia, tradición, religión o, incluso, nación, porque todo es la mentira justificatoria del Poder. En su lugar deberíamos describir el alarido aterrorizado de los miles de millones de cándidos seres que sintieron el pavor en un último instante antes de morir violentamente, y de perder todo lo que amaban y que formaba su realidad irreemplazable, porque quienes hacen las guerras usan este combustible criminal inocente.
Derecho y patria son contradictorios; España no existe, ni Cataluña ni Euskal Herría ni Francia ni Myanmar ni Bolivia, todo movimiento nacionalista es una forma de racismo. Sí, admitamos el sentimiento patriótico, pero como la fe: sus límites han de ser impuestos por el Derecho, que a su vez debe ser la expresión de la dignidad humana. Por mucho que a usted le guste sajar clítoris o prepucios, por tradicional que sea, el Derecho no lo tolera.
España es un Estado porque es una comunidad regida por el Derecho y no por sentimientos, los sentimientos forman parte de la individualidad... privada. Los conflictos se resuelven en el debate de las formas… la guerra es la expresión de la crueldad absoluta e indiferente ante el sufrimiento humano, no existen jamás causas para una guerra. Claro que creo en la legítima defensa, claro que considero necesario el Ejército: ser pacifista no es ser un idiota (etimológicamente); salvo esta posibilidad, que debe conllevar la restauración de la dignidad humana y de Gobiernos legítimos que impidan la retroalimentación del conflicto, la amenaza militar debe ser reconducida diplomáticamente siempre: y, si hay que intervenir, se debe ir con todos los medios contra esos dirigentes y sus equipos exclusivamente, no fomentar el cuerpo a cuerpo o la destrucción de vidas. Así veríamos si los líderes que tanto amenazan son tan valientes cuando los intestinos que se arriesgan son los suyos.
Se debe enseñar Derecho, no patriotismo: detrás se esconde el horror. Aplíquese donde proceda.