Europa Sur

UCRANIA, EL MUNDO Y NOSOTROS

- ISIDORO MORENO

PARECE que a muchos interesa resucitar el tiempo de la Guerra Fría. Aunque, a día de hoy, no haya en Europa guerras en el sentido clásico, sí hay un combate de relatos (en los que la verdad resulta siempre mutilada según desde qué perspectiv­a se construyan), movimiento­s de tropas y pertrechos militares, diálogos diplomátic­os y amenazas. En cierto modo, la situación actual evoca la Crisis de los Misiles, cuando a principios de los años sesenta del pasado siglo Estados Unidos amenazó con una intervenci­ón militar si la URSS no retiraba el armamento que estaba instalando en Cuba. Hubiera sido el comienzo de una guerra nuclear de consecuenc­ias terribles para la humanidad. Los soviéticos cedieron y repatriaro­n sus armas. Ahora, la Federación Rusa (heredera de la URSS no en cuanto a su régimen político y su ideología, pero sí en su autoconsid­eración de gran potencia) se rebela contra la expansión de la OTAN y la creciente presión militar de esta sobre sus fronteras y trata de reforzar su influencia en Ucrania, un país que formó parte de la Unión Soviética y que ha vivido históricam­ente entre la espada de las ambiciones de la Rusia de los zares (hoy de las de Putin) y la pared de los intereses de diversos estados centroeuro­peos (hoy de Estados Unidos y la OTAN). La geopolític­a se reproduce más allá de las coberturas ideológica­s.

No obstante, la situación mundial actual difiere extraordin­ariamente de la de 1962 y también respecto a la última década del siglo XX. La Guerra Fría se sustentó en el llamado equilibrio del terror (nuclear) entre dos superpoten­cias, cada una de ellas con sus aliados, o mejor satélites, que conformaro­n la OTAN y el Pacto de Varsovia. Situación que terminó al desaparece­r la URSS, en 1991, e independiz­arse de Rusia 14 repúblicas, tanto europeas como asiáticas. Se pasó, así, de un mundo bipolar USA-URSS a otro unipolar: Estados Unidos como única superpoten­cia militar, económica y política, en lo que algunos llegaron a denominar “el fin de la Historia”. Hoy, estamos en un mundo diferente. Cada día se hace más presente la bipolariza­ción USA-China, con otros varios polos secundario­s, pero relevantes: la misma Rusia, India, Japón… y, potencialm­ente, la Unión Europea, si lograra dejar de ser un protectora­do norteameri­cano (lo que no está, por ahora, en el horizonte). Es preciso inscribir la actual crisis en este contexto: un imperio, el norteameri­cano, que sigue siendo líder mundial en lo militar y pretende mantener su papel de sheriff mundial a pesar del descenso de su poder económico, político y cultural; una cada vez más, evidente superpoten­cia, sobre todo en lo económico, China, que también avanza en las otras dimensione­s, incluida la militar; una antigua gran potencia, Rusia, que implosionó en todas las dimensione­s menos precisamen­te en la militar y que aspira a rescatar la hegemonía en su tradiciona­l área de inf luencia; y emergencia de algunos países con creciente peso regional (India, Irán, Turquía…)

Es evidente que en este horizonte multipolar el mantenimie­nto de la OTAN, treinta años después de la desaparici­ón del Pacto de Varsovia, no tiene otra finalidad que servir de maquillaje para intentar legitimar el intervenci­onismo imperial norteameri­cano, ya no sólo en el Atlántico norte, sino en cualquier lugar del planeta. Y es evidente también que la ambición imperial rusa reproduce la desplegada por la Rusia zarista, que se mantuvo luego en la URSS (un imperialis­mo, por cierto, denunciado por el propio Lenin). Pero al no ser esta, ya hoy, la confrontac­ión principal en el escenario mundial, resultan anacrónica­s tanto la propia OTAN como las políticas de la Guerra Fría.

Y en todo esto, ¿qué papel pueden jugar el reino de España y nuestra Andalucía? Sin duda, existen varias opciones. La primera es continuar la sumisión a los Estados Unidos, ser crecientem­ente activos en la OTAN y mantener Rota y Morón como dos de los más importante­s enclaves militares USA en Europa: una herencia del franquismo reactivada por el Aznar de las Azores y el atlantismo del PSOE. La segunda es tratar de avanzar hacia una Unión Europea con una política de defensa independie­nte y una política exterior de no injerencia en otros países. Y la tercera sería no participar en ningún bloque militar y defender la soberanía nacional de los pueblos, denunciand­o los intervenci­onismos imperialis­tas (de Estados Unidos y Rusia en el caso de Ucrania) y también los intereses neocolonia­les de las potencias medias y de muchos estados respecto a los pueblos-naciones que componen la mayoría de ellos. Mi apuesta sería por esta última, que entiendo es la más acorde con nuestros intereses y con los valores de la cultura andaluza. Una apuesta por la paz no sólo como objetivo, sino como único camino para la convivenci­a y el respeto mutuo entre los pueblos.

Cada día se hace más presente la bipolariza­ción USA-China, con otros varios polos secundario, pero relevantes: la misma Rusia, India, Japón…

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