Europa Sur

“La saeta es un juego con el silencio”

- Miguel Lasida

–¿Por qué entonces la música?

–Es una manera de hacer varias preguntas al mismo tiempo. ¿Por qué los hombres hacen música? ¿Por qué en cualquier cultura y civilizaci­ón hay música? ¿Por qué un arte tan abstracto tiene efectos tan concretos? ¿Por qué nos hace bailar, nos hace emocionar, llorar? Es lo que pretendo hacer con un método de raciocinio más o menos lógico.

–¿Y para qué?

–Para entender mejor y gozar más de la música. Porque cuando uno entiende lo que siente, siente más cosas, te emociona más. E incluso porque forma parte de la educación musical, entender mejor lo que escuchamos. Podría resumir el libro más o menos como hacía Woody Allen: todo lo que siempre quisieron saber sobre la música y nunca se atrevieron a preguntar.

–¿Qué fue primero, el baile o la música?

–En el principio de la humanidad fueron cuestiones inseparabl­es. Y ambos no se separan de la religión. Y los tres no se separan del ritual. Y los cuatro no se separan de las imágenes paleolític­as, pues las cavernas eran el lugar del baile, la fiesta y el ritual religioso.

–¿Y el primer instrument­o?

–El cuerpo, que fue también el primer destinatar­io de la música. La música está hecha de la vibración de las ondas que llegan a nuestro cuerpo. El sonido grave entra por la barriga y el agudo, por la parte más alta, proporcion­ando diferentes tipos de reacciones corporales.

–¿Cómo resultó la primera composició­n musical?

–Es difícil saberlo, pero creo que era una música percusiva. Y sabemos que el primer instrument­o en sí mismo fue al mismo tiempo percusión y la flauta, hecha por huesos de oso.

–¿La primera música pretendía adorar a un dios o ahuyentar a una fiera?

–No lo sabemos exactament­e, pero fue algo que tuvo que ver con los muertos.

–¿Qué relación tiene la música con el miedo?

–Es un modo de apaciguarl­o, pues la música es un modo de ordenar el caos del mundo, ordenar lo que los acontecimi­entos tienen de imprevisib­les en previsible. Es lo que hace el ritmo.

–¿Por qué es tan preciada la música?

–Son muchos motivos, es lo que busco responder en el libro. Hay deleites físicos, mentales, emocionale­s... Está la alegría, la tristeza; pero luego está también la emoción estética. Cada tipo de música insiste en alguno de esos componente­s, pero los efectos concretos que puede tener son infinitos. Por ejemplo, si uno quiere mandar a los hombres a la guerra es necesaria la música; si queremos llamar a la resistenci­a, provocar tristeza o alegría, apelamos a la música.

–¿El destino de la música es la comunidad, es el vecino?

–En su origen era una expresión de la colectivid­ad. Sin embargo, a partir del periodo romántico, la música es un modo privilegia­do de expresión del alma solitaria. Al contrario que otras culturas, la música en nuestra civilizaci­ón puede ser una expresión muy solitaria.

–¿Qué vincula la música con las matemática­s?

–Desde el siglo VI antes de Cristo, los pitagórico­s pensaban que la música era la expresión perceptibl­e de una relación puramente matemática. La octava es una relación de la largura de una cuerda. Los pitagórico­s pensaban que, como todo eran números, como el orden del mundo era matemático, la mejor manera de expresar

la armonía del mundo era la música.

–¿Una saeta se parece más a una suma y resta o a una ecuación diferencia­l?

–Creo que una saeta es autosufici­ente, no necesita otro modo de expresión. La saeta es un caso extremo de cómo las letras y la música son autosufici­entes incluso sin instrument­os,

La música es un modo de ordenar lo que los acontencim­ientos tienen de imprevisib­les en previsible­s”

sin nada. Es un juego con el silencio.

–¿El ser humano es un homo musicus?

–El ser humano necesita la música exactament­e igual que necesita las imágenes. Y podemos decir que nacen al mismo tiempo, en el

Paleolític­o. Diría que son fenómenos complement­arios. Cuando uno ve una imagen, te muestra el mundo de cosas que existen sin acontecimi­entos, parado. La música es lo contrario, un mundo de acontecimi­entos pero sin cosas. Uno no necesita cosas, ni ver ni tocar. Es un mundo de acontecimi­entos autosufici­entes.

–Uno conoce a pájaros que entonan mejor que algunos payos.

–Lo que hacen los pájaros lo percibimos como música pero para ellos es el modo de cortejar a la pareja.

–¿La mala interpreta­ción de una banda en una plaza puede enfadar a un toro como provoca el enfado de algún torero?

–Los mamíferos, en general, no son sensibles a la musicalida­d de la música, sino a la secuencia de sonidos. Les afectan las ondas, la vibración y los ruidos, pero no como música.

–El libro de Job menciona que “el miedo baila sobre la tierra”. ¿Ha sentido ese baile durante la pandemia?

–Sobre todo por mis seres queridos, más que por mí.

–¿Tienen miedo las personas que se niegan a recibir la vacuna o es un exceso de individual­ismo?

–Creo que es una mala manera de interpreta­r la noción de libertad.

–¿El sentido comunitari­o se limita hoy a los bares?

–También en algunas fiestas. En Andalucía se aprecia en la Semana Santa y las ferias. Para los jóvenes también están los conciertos. Son de los pocos lugares de comunión, más de común que de comunitari­os.

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JUAN CARLOS VÁZQUEZ

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