LA BRECHA DE GÉNERO
QUIZÁ no sea una circunstancia que muchos de quienes leen este artículo sufran o tengan presente en su entorno diario, pero el último informe del Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía (IECA) sobre la brecha salarial existente entre hombres y mujeres nos ofrece nuevamente una imagen en la que como sociedad moderna del S.XXI no nos gustaría reconocemos. En el caso de Algeciras, el estudio concluye que la diferencia retributiva entre ambos sexos es de 11.036 euros anuales a favor de los hombres en relación a las mujeres. Hay que advertir que el informe hace una media no ajustada a las características individuales de cada cual y no concluye que nosotros cobremos más sueldo que las compañeras que desarrollan a nuestro lado las mismas tareas, sino que ellas reciben por lo general un salario más bajo como consecuencia de que desempeñan –o se les asignan– tareas peor retribuidas, con independencia de su cualificación profesional. Ni mucho menos es este un problema exclusivo de Andalucía o España porque, de hecho, poner punto final a la brecha salarial de género forma parte de la Estrategia Europea de Empleo para lograr la igualdad de tratamiento para hombres y mujeres y evitar toda discriminación, ya sea por razón de sexo, edad, discapacidad, raza, religión u orientación sexual. Sobre el papel, todos convivimos en un espacio de equidad, con las mismas oportunidades y derechos, aunque la puesta en práctica dista mucho de la realidad. En materia laboral, un estudio del Observatorio Social de la Caixa, fechado hace apenas dos años, demostró cómo en la práctica se da una discriminación en el acceso a trabajo. El primer paso de la investigación consistió en el envío de 5.600 currículos de hombres y mujeres –biólogos, de entre 37 y 39 años y una experiencia académica y profesional similar– a 1.372 ofertas de trabajo reales en Madrid y Barcelona. El resultado fue revelador: pese a contar con los mismos méritos de partida, los hombres fueron llamados a un 30% más de entrevistas de trabajo que las mujeres. El mismo estudio reflejó que, en el caso de las mujeres con hijos a su cargo, por cada dos llamadas para ser entrevistadas, los hombres
“Es preciso reivindicar la vigencia del feminismo como expresión de la igualdad de derechos y libertades de la mujer y el hombre”
recibieron tres. En definitiva, a las mujeres se las llama menos para trabajar y sus solicitudes de empleo tienen menor prioridad. Da igual que el 60% de los egresados universitarios en España sean mujeres y de que también ellas sean quienes más créditos acumulan a la hora de desarrollar sus estudios. Por todos estos motivos, frente a quienes se niegan a verse reflejados en el espejo de las estadísticas o a actuar para combatirlas, sigue siendo preciso reivindicar la vigencia del feminismo como expresión de la igualdad de derechos y libertades de la mujer y el hombre. Que nadie se equivoque ni se deje engañar por discursos reaccionarios porque no se trata de privilegiar a nadie sobre nadie, sino de todo lo contrario. Una sociedad como la nuestra que minusvalora o desprecia el talento y el conocimiento de la mitad de su población por razones de sexo está tirando por la borda gran parte de sus posibilidades de desarrollo, en el plano económico y también en el humano.