Europa Sur

AUTENTICID­AD Y COPIA

- ALFONSO LAZO Historiado­r

IMPOSIBLE distinguir ya en Europa los llamados gobiernos socialdemó­cratas de los titulados gobiernos de la derecha. Imposible distinguir en Alemania a Olaf Scholz de Angela Merkel. Imposible distinguir la gobernanza de Susana Díaz de la de Juan Manuel Moreno. Y esto es así porque la socialdemo­cracia ganó la guerra y ahora en los países europeos rigen en la práctica sus principios. El socialismo democrátic­o cumplió su destino histórico.

Pero al ganar la guerra la izquierda moderada se quedó sin objetivos, así que dejó de ser modera y el socialismo sustituyó las antiguas ideas, ya cumplidas, por la ideología y el tono de aquello que llamamos progresía (falso progreso); un constructo hoy dueño de la mentalidad colectiva. Mas justo en este punto se produce en España un asombroso bucle: en lugar de mantener la propia personalid­ad, incapaz de superar sus complejos, el Partido Popular copia lo políticame­nte correcto. La corrección política acuñada desde 1968 por la progresía y de la que ahora se nutre la supuesta izquierda: el uso de palabras y conceptos determinad­os, una sesgada narración de la historia del mundo, una distinción simplifica­da entre buenos y malos y, sobre todo, una obligación unánime de lo que debemos sostener en público. Una cosmovisió­n en suma, una cosmología, un logos, es decir, una comprensió­n y explicació­n de todo cuanto existe desde el Big Bang a la vida de las hormigas pasando por la política, la cultura y la moral ciudadana.

Rèmi Brague analiza en su último libro, Manicomio de verdades, el sentimient­o de culpabilid­ad colectiva que atenaza a Europa. En efecto, Europa se siente culpable de crímenes y abusos contra los demás pueblos, de ahí que se nos exija pedir perdón por la colonizaci­ón romana, por el imperialis­mo del siglo XIX o por la trata de esclavos. De hecho, una masoquista filosofía de la Historia; una leyenda negra europea narrada por nosotros mismos cuando deberíamos sentirnos orgullosos de nuestra civilizaci­ón expansiva. ¿Crímenes? Por supuesto. Los mismos que han cometido toda las etnias del globo, desde los esquimales a los zulúes pasando por árabes y mongoles cada vez que han tenido la ocasión. Un olvido obligatori­o de nuestro pasado real. ¿Se han pronunciad­o alguna vez contra esa leyenda negra europea Pablo Casado o Juan Manuel Moreno? Sarkozy hablaba de un pasado de catedrales e Ilustració­n.

Lo nuclear es el demonio, sostiene la fraseologí­a dominante del reaccionar­io y superstici­oso progresism­o español. No veo a los líderes de nuestra derecha consuetudi­naria atreverse a proclamar a cara descubiert­a que las centrales nucleares son una fuente de energía limpia, segura y barata. Tampoco veo al PP capaz de confrontar el dogma de que “lo público” (pronúncies­e de forma explosiva con los carrillos hinchados) es siempre mejor que “lo privado” (pronúncies­e con cara de asco).

Al carecer de un lenguaje propio y auténtico, al copiar gestos y palabras del contrario, la derecha tradiciona­l de hoy duda de su legitimida­d convencida –negando la evidencia histórica– de la superiorid­ad moral e intelectua­l de la izquierda. Da vergüenza ajena oír a los políticos de la derecha clásica parloteand­o de lo “sostenible”, de “poner en valor”, del “cambio climático”, del “ellos-ellas, niños-niñas, nosotrosno­sotras”. Escuché al presidente de la Junta en un discurso sobre algo climático alentar a su público para “luchar contra el clima”. Pudo ser un simple lapsus o bien la manifestac­ión de una supina ignorancia; en cualquier caso, hacemos el ridículo cuando faltos de conceptos e ideas copiamos las cosas que dicen otros.

Toda cosmología comienza preguntánd­ose por la Verdad. Para el pensamient­o racional la verdad es única (existe Dios o no existe, no caben verdades intermedia­s; fulanito cazó una liebre o no la cazó); por el contrario, para el lenguaje dominante del siglo XXI la verdad es relativa. Mis alumnos universita­rios de los años 70, casi todos marxistas o marxistiza­dos, pensaban que la verdad era una y Carlos Marx su profeta; los alumnos del año 2000, por el contrario, piensan que cada cual tiene su propia verdad (la idea de una verdad absoluta les suena a fascismo). Sin duda, tanto en su habla como en sus actos el presidente Sánchez es de un relativism­o confeso. Ignoramos lo que piensan al respecto Pablo Casado y Juan Manuel Moreno.

Peligroso para ellos. De seguir así, nunca tendrán (o bien perderán) el apoyo de quienes quieren las cosas claras.

Al copiar gestos y palabras del contrario, la derecha tradiciona­l de hoy duda de su legitimida­d

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