SÁNCHEZ GANA, YOLANDA PIERDE
EL conflicto de la reforma laboral ha sumado una muesca más al proceso de descrédito de las instituciones democráticas y consiguiente desafección de los ciudadanos. Ha explotado, además, la misma semana en que una cosa tan banal y cutre como el Festival de Eurovisión (la cita previa de Benidorm, mayormente) ha revelado, o confirmado, la escasa calidad de la clase política, sus preocupaciones, motivaciones e impulsos.
El Gobierno ha ganado, por los pelos, una batalla que nunca debió plantearse en los términos dramáticos en que se ha desarrollado. Habría bastado con sentido común en los partidos mayoritarios para sacar adelante la reforma. En concreto, con que Pedro Sánchez no se hubiera empeñado en buscar el aval de sus socios indeseables, a los que España y los españoles les importan poco, y con que Pablo Casado hubiera respaldado desde el minuto uno el pacto sensato de empresarios y sindicatos, que además de al Gobierno beneficia a muchos españoles. ¡Si bastaba con la abstención del PP para salvar la reforma..!
Como siempre, el triunfo es para Sánchez, que está saliendo aparentemente indemne de todas las emboscadas de la realidad y todas las vicisitudes derivadas de su estrategia para la permanencia en el poder. Tiene una habilidad fuera de serie, es un maestro de la resiliencia–hasta la ha puesto de moda–, carece de escrúpulos y es mucho más inteligente que todos sus adversarios. La suerte le acompaña, también.
En cambio Yolanda Díaz, que venía destinada a ser la gran triunfadora de esta guerra de las relaciones laborales, ha quedado insatisfecha y maltrecha. Su apuesta por la reforma laboral, que iba a ser el trampolín para la candidatura al Gobierno en las próximas elecciones, ha traído, en realidad, un agrietamiento del bloque de la investidura, ha concitado el apoyo salvador de partidos de centro y derecha –lo contrario de lo que ella perseguía– y ha desnudado la fragilidad del respaldo de sus compañeros de Gobierno, que nunca terminaron de aceptar que Pablo Iglesias, en plan autócrata, la ungiera como líder de una coalición en la que ni siquiera milita. La han dejado sola, vamos.
Por lo demás, la legislatura no peligra. Ni Castilla-León ni Andalucía van a precipitar las elecciones generales. Podemos no romperá el Gobierno, aunque cada vez pinte menos, y algo se le ocurrirá a Pedro Sánchez para calmar a la ahora levantisca ERC. Resistir es vencer, ya se sabe
La reforma era el trampolín para la candidata Yolanda Díaz, pero ha agrietado el bloque de la investidura