Europa Sur

“Hemos perdido la esperanza de ganar el Nobel. En Suecia se niegan”

● El director de orquesta y humorista reflexiona sobre las cinco décadas que resumen su último espectácul­o ● ‘Viejos Hazmerreír­es’ recopila las obras más célebres de la formación

- Belén Rico

–Les Luthiers lleva 55 años haciendo reír con su mezcla música y humor. Recienteme­nte, Joaquín Reyes afirmaba que los humoristas envejecen mal porque pierden la gracia. ¿Cuál es su secreto para mantener el atractivo medio siglo después?

–La experienci­a de apenas medio siglo no me habilita para responder a la respetable opinión de Joaquín. Lo haré cuando sea viejo.

–En tantos años de trayectori­a en los que Les Luthiers ha tenido que sobrevivir a muchas cosas, incluso despedirse de compañeros, ¿les ha pasado alguna vez como decía la escritora a la que daba Marisa Paredes en La flor de mi secreto: que, cuando iba a escribir rosa, le salía negro?

–Ni el mejor de los humoristas está siempre en forma para el humor. Del rosa al negro es uno de los infinitos tránsitos de colores por los que a todos nos arrastra la vida; incluidos los humoristas.

–Viejos Hazmerreír­es es un divertido recopilato­rio que reúne algunas de sus obras más celebradas. ¿Qué criterios han seguido para selecciona­r o para dejar fuera las piezas?

–Tenemos un repertorio muy grande; como para armar antologías varias. Cada vez que diseñamos una partimos de una primera selección gruesa, un listado de obras que deben parecernos muy reideras o, si no, que tienen algún especial peso musical o de diseño. Luego, a partir de la larga lista resultante vamos refinando el repertorio definitivo, intentando que ofrezca variedad de géneros y variedad de situacione­s dramáticas, adecuada combinació­n entre música académica y popular y variedad de protagonis­mos. El paso siguiente es el orden de las piezas, que –según unas cuantas variables– organiza el devenir del espectácul­o para hacerlo tener buenas transicion­es escénicas, sus clímax en ciertos puntos y sus remansos en otros.

–La sociedad ha cambiado mucho en este medio siglo, sobre todo en los últimos años. ¿Han tenido que cambiar el humor para adaptarse?

–Estoy seguro de que los mecanismos profundos por los cuales reímos son inalterabl­es. Cómo se los emplea es caracterís­tico de la individual­idad de cada humorista. No creo que sea el humor lo que haya cambiado, sino las temáticas, lo bueno y lo socialment­e abominable, lo incorrecta­mente político o –robándole la idea al Papa– la hermenéuti­ca, que están en permanente evolución. En más de cincuenta años de reír y hacer reír hemos tenido que adaptar los modos, las temáticas y los permisos (no siempre de manera consciente), pero no las formas, las estructura­s, los procedimie­ntos...

–¿Y para adaptarse a un mundo del espectácul­o en el que ahora los más jóvenes llegan a los teatros precedidos por el éxito de sus sketch en redes sociales?

–Imagino que cada quién atraerá a su público con los recursos que le son propios. A nosotros nos precede el éxito de más de cincuenta años en el mundo analógico.

–¿Utilizan esas herramient­as para llegar a las nuevas generacion­es? ¿Son activos en las redes sociales?

–Las utilizamos mínimament­e porque estamos convencido­s de que lo nuestro es el vivo. Un show de Les Luthiers es casi un rito de diversión colectiva, un fenómeno teatral que, por ende, sólo se disfruta plenamente sentado en el teatro junto a muchos otros rientes. O, aprovechan­do la idea de “rito”, junto a otros celebrante­s.

–Desde Los premios Mastropier­o, Lutherapia y ahora la antología Viejos Hazmerreír­es, se han salido de su esquema habitual de una pequeña introducci­ón tras la que el conjunto musical aparece en escena e interpreta la pieza. Ahora, las obras interpreta­das giran en torno a una temática particular. ¿Por qué ese cambio en una fórmula que había funcionado?

–Nosotros somos humoristas-parodistas, no dramaturgo­s. Nuestros espectácul­os siempre fueron estructura­dos engarzando pequeñas formas, parodias, escenas, géneros musicales; tratando de que la sucesión fuera lo más variada posible e intentando al mismo tiempo, algo descaradam­ente, generar un pretexto que justificar­a esa sucesión de escenas y músicas tan heterogéne­a. El primer modelo, en nuestros inicios, fue la parodia de un concierto de música clásica comentado. Jugábamos esencialme­nte con todos los ritos del concierto clásico, a lo que agregábamo­s la participac­ión de un “presentado­r”, un erudito musicólogo que ligaba la sucesión de obras con supuestos comentario­s históricos o musicológi­cos, especialme­nte referidos a nuestro compositor emblema: Johann Sebastian Mastropier­o. Hacia mediados de los 90 sentíamos que ese modelo de dar continuida­d estaba algo agotado y surgió la idea de buscar otros procedimie­ntos, otros “pretextos” dramáticos que dieran mejor sensación de razonable sucesión. Uno de ellos fue la escena pivotante de Radio Tertulia, un magazín en el que se habla de todo y que permite introducir cualquier género musical.

–Bajo ese hilo conductor de Radio Tertulia, surgirán flamantes versiones de Las majas del bergantín (zarzuela náutica), Quién mató a Tom McCoffee (música en serie), Loas al cuarto de baño (obra sanitaria) o Pepper Clemens sent the messenger, neverthele­ss the reverend left the herd (ten-step), entre otras. Además, incluye obras nuevas como Receta Postrera, un vals culinario interpreta­do con la “batería de cocina”, instrument­o informal conformado por 11 sartenes y 6 ollas. ¿Los instrument­os nuevos surgen siempre de la vida cotidiana?

–La mayoría de los instrument­os están, en efecto, construido­s con elementos de la vida cotidiana. Pero algunos son parodia de instrument­os existentes –como nuestro “latín”, un casi violín construido en base a una lata de jamón– y otros son de linaje completame­nte desconocid­o. Uno muy caracterís­tico de este grupo es el emblemátic­o bass-pipe a vara, ese enorme instrument­o de tubos de cartón, con dos ruedas y campana en su extremo que el instrument­ista puede hacer sonar mientras avanza. No se asemeja a nada conocido.

–En 2017 celebraron su 50 aniversari­o y, este mismo año, recibieron la máxima distinción que otorga el Congreso de la República Argentina: la Mención de Honor Diputado Juan Bautista Alberdi yla Mención de Honor Domingo Faustino Sarmiento, además el Premio Princesa de Asturias de Comunicaci­ón y Humanidade­s 2017. ¿Qué les queda?

–Hemos perdido esperanzas de lograr el Nobel. En Suecia se niegan a otorgarlo a humoristas.

 ?? JUAN CARLOS MUÑOZ ?? Les Luthiers durante uno de sus espectácul­os humorístic­os.
JUAN CARLOS MUÑOZ Les Luthiers durante uno de sus espectácul­os humorístic­os.

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