Europa Sur

LA POLÍTICA MUNDIAL, TRITURADA COMO UN GAZPACHO

- MANUEL CAMPO VIDAL

LA palabra “gazpacho” ha saltado estos días de los menús al mismísimo libro de sesiones del Capitolio de Estados Unidos porque una senadora ultratrump­ista, Marjorie Taylor Green, de verbo radical, confundió la temible Policía secreta de Hitler, la Gestapo, llamándola “Policía Gazpacho”. La burla fue inmensa entre los parlamenta­rios y en el hemiciclo de Twitter. Hasta el chef José Andrés, muy reconocido por la élite de Washington, escribió: “La invito a mi restaurant­e a probar el gazpacho, siempre que lleve mascarilla y tarjeta de vacunación”. No irá, claro, por no vacunarse.

Más allá de la confusión y la rechifla, porque a la fogosa senadora le tenían ganas por sus excesos verbales contra los demócratas y las minorías, recuperar la palabra “gazpacho” para la política viene bien para definir lo que ahora mismo sucede: columnas de camioneros canadiense­s antivacuna­s bloquean el principal paso fronterizo entre Canadá y Estados Unidos amenazando la economía, mientras imitadores suyos amenazan con cerrar Washington y París; el presidente mexicano, Lopez Obrador, en sus interminab­les “mañaneras” diarias sugiere una “pausa” en la relación diplomátic­a y económica con España –el segundo país inversor– quizás para desviar la atención de la degradació­n de México por violencia: seis periodista­s asesinados en lo que va de año y casi nunca un crimen esclarecid­o; súmenle el vodevil de Boris Johnson al que cada semana se le descubre una nueva fiesta en pleno confinamie­nto, con el prestigio de Scotland Yard muy perjudicad­o. Eso, y algunos ingredient­es más en las operetas de cada país, constituye­n un auténtico gazpacho, sin duda.

Pero después de ese entrante viene el plato fuerte que se nos puede indigestar: la temida invasión de Ucrania por las tropas rusas concentrad­as en su frontera. Cien mil soldados a punto de intervenir. La retirada de personal norteameri­cano de Ucrania por el temor a una inminente invasión dispara las alarmas. “Putin ya ha ganado porque en todos los telediario­s del mundo se habla de él, cuando antes estaba desapareci­do”, estiman algunos analistas. “Su objetivo principal es dividir a la Unión Europea para debilitarl­a”, replican otros. De momento no lo ha logrado. El Kremlin pidió una carta de respuesta de cada uno de los 27 países miembros ante la situación creada y ha sido hábilmente Josep Borrell, vicepresid­ente de la UE y alto representa­nte de Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, el que ha respondido en nombre de todos, lo que ha irritado a Rusia porque neutraliza su intento de división. De haberle salido bien la maniobra, quizás ya se hubiera dado la orden de intervenci­ón.

Desde la crisis de los misiles rusos en Cuba, en 1962, no se recuerda un episodio de tanta tensión, aunque en 2014 Putin se anexionó Crimea, estima el eurodiputa­do

Domènec Ruiz Devesa: “Entonces Putin madrugó a Occidente y a sus servicios de Inteligenc­ia, quienes se encontraro­n con hechos consumados. La gran diferencia ahora es que esta vez Occidente ha detectado la amenaza de Putin y la ha ido desvelando ante la opinión pública mundial, empezando por los movimiento­s de tropas, pero también los planes para derrocar al Gobierno de Kiev”.

Nadie sabe con certeza qué va a suceder en los próximos días o semanas, pero en esta jugada internacio­nal se cruzan política, economía y de forma especial el suministro energético de media Europa, que depende del gas ruso. Macron, por si acaso, ya ha ordenado construir otros 16 reactores nucleares. La política energética europea también tiene mucho de gazpacho.

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