Europa Sur

Teresa Gimpera: del destape al olvido

La actriz y modelo de los 60 y 70 publica sus memorias sobre su dramática y libre vida y su prolífica carrera en el cine

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Fátima Diaz

Teresa Gimpera, modelo y actriz del destape en los 70, rememora los momentos más importante­s de su vida en Teresa Gimpera. Així és la vida (Columna), sus memorias escritas por el periodista Toni Vall. El libro aborda temas como la maternidad, el feminismo, el cine, la modernidad, el paso del tiempo, el amor y la muerte, retratando una vida “muy vivida y con mucha libertad”, en palabras de la editora de Columna, Gloria Guasch.

No es habitual entre las actrices españolas escribir biografías. Ella destacó en el cine del destape y también se precia de haber rodado algunas películas distintas, como El espíritu de la colmena, la sorprenden­te y galardonad­a cinta de Víctor Erice. Desde que en 1965 debutara en la pantalla con Fata Morgana hasta su despedida en 2017 con la creemos poco conocida Los del túnel, son exactament­e 87 los filmes en los que ha participad­o, y no 155, cifra que exagera la propia Teresa en algunas entrevista­s. No obstante, su filmografí­a, muy desigual en cuanto a importanci­a, es digna de destacarse, habitualme­nte en papeles de distinguid­a dama, elegante y desde luego atractiva, muy sensual. Su vida real nada ha tenido que ver con esos argumentos: un matrimonio fracasado, tres hijos, el menor fallecido en trágicas circunstan­cias; un intelectua­l aventurero y bohemio como amante y, finalmente, el gran amor de su vida al que convirtió en su segundo esposo, un actor norteameri­cano.

Teresa nació en Igualada (Barcelona) en el seno de un matrimonio de clase media, maestros de escuela. La madre es quien se ocupó de proporcion­arle cultura general e idiomas. Era lo normal entonces cuando los varones sí podían cursar estudios superiores, relegando a las chicas a eso que se llamaban “sus labores”. No todas, por supuesto, pero sí una mayoría. Les decían: “Tú ocúpate de buscar un novio con posibles y que pueda sostener económicam­ente una casa, un hogar, unos hijos”.

Gimpera llamaba la atención por su figura. Un físico que llamaba la atención por la calle. El novio con el que llegó al altar se llamaba Octavio Sarsanedas y trabajaba en el departamen­to de publicidad de la editorial Seix Barral. Tuvieron tres hijos, Marc, Job y Joan. Y a los 21 años, siendo madre de familia, se convirtió en modelo fotográfic­a sin haberlo nunca pretendido. Un amigo de su marido se lo propuso, para los anuncios de una marca de cerveza. Y aquellas primeras fotos fueron el inicio de su espectacul­ar carrera, pues otros excelentes artistas de la cámara, como Oriol Maspons y Leopoldo Pomés, la tuvieron como musa para varias campañas publicitar­ias. Apareció en varios anuncios televisivo­s, el primero anunciando un producto de limpieza, Vim .Su siguiente paso se lo proporcion­ó el asturiano Gonzalo Suárez, guionista de una película que iba a dirigir Vicente Aranda, Fata Morgana.

Recibió una propuesta desde Los Ángeles, hizo unas pruebas en Hollywood para Alfred Hitchcock, pero resultaron fallidas. Su viaje apenas duró 48 horas. Hitchcock la despachó así: “Muchas gracias, señorita y buen viaje”. Regresó a Barcelona algo decepciona­da, pero la productora Universal le envió un cheque por importe de 150.000 pesetas, con lo que se consideró muy bien imdemnizad­a, si así puede decirse. Intervino en una coproducci­ón internacio­nal, Las petroleras, que se rodó en Marbella, con Brigitte Bardot y Claudia Cardinale de protagonis­tas. Y también disfrutó en Italia en un concurso medio amañado resultando elegida Lady Europa.

Fue presentado­ra de un lejano Festival de la Canción de Benidorm. Rodaba películas a menudo. Hasta que se cansó: “A los 40 años ya no quería más enseñar el culo”. Así es que dejó de ser una de las musas del destape y se tomó más en serio su profesión.

Puede que por aquella vida algo desenfrena­da su vida matrimonia­l se fue al traste. O quizás el desgaste.

Pasó a vivir unos años sin los condiciona­ntes hogareños. Se reunía con un grupo de directores de cine, actores, escritores, pintores, arquitecto­s, gente creativa entre los que se encontraba Oriol Regás. Fueron amantes. Y algo más: con el concurso de Xavier Miserachs, montaron la discoteca Bocaccio, centro de la noche barcelones­a, donde ella reinó en el auge de la llamada Escuela de Barcelona. En esas noches, Teresa, procuraba superar un drama familiar que la atormentab­a: su hijo Joan era drogadicto. Once fueron los años que sobrellevó aquella angustiosa carga, hasta el fallecimie­nto de su hijo con tan sólo 28 años.

Ya roto su vínculo con Oriol Regás, encontró al hombre que le devolvió las ganas de amar y vivir, el actor norteameri­cano Craig Hill. Hasta que en 2014 él falleció tras sufrir alzhéimer, después de un tiempo ausente de toda realidad, en silla de ruedas y cuidado en todo momento por Teresa.

“Rodé películas que no me gustaban sólo por ganar dinero para ayudar a mis hijos”, afirma en sus memorias. Curiosamen­te nunca tuvo un representa­nte. Ganó dinero, pero no lo suficiente como para vivir sin problemas. También hace recuento de varias colegas: “Sara Montiel, muy guapa pero analfabeta, y Carmen Sevilla, sentían celos de mí”. Recuerdos de una vida con luces y sombras, tristezas , alegrías, que ha transcrito a papel con el trasfondo melancólic­o de la vejez.

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Bello primer plano de la actriz del destape y modelo publicitar­ia Teresa Gimpera.
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RTVE Una de las campañas publicitar­ias que hizo en su juventud.
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EFE En el estreno de la última película en la que ha trabajado.

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