Europa Sur

RIVERA, EL FALSO PROFETA

- LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ lmolini@grupojoly.com

YA Juan, en sus alucinacio­nes de Patmos, nos advierte de los falsos profetas, a los que adorna de los encantos demoníacos. Mateo, por su parte, refiere cómo Jesús, en ese texto fundaciona­l de nuestra civilizaci­ón que es el Sermón de la Montaña, nos previene contra los “lobos vestidos de ovejas” y nos interroga con belleza poética: “¿Se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?”. Eso es exactament­e lo que los españoles hemos intentado hacer durante estos años pasados con la nueva política y sus falsos profetas, cosechar racimos dónde sólo había púas.

La figura del falso profeta siempre nos ha acompañado. Desde los gurús de la contracult­ura que desplumaba­n a los ingenuos hasta los melifluos clérigos que se aprovechab­an de las beatas. Pero afectaban, normalment­e, a un grupo de almas cándidas o necesitada­s de atención y afecto, no a toda una nación, como ha sido el caso de Albert Rivera y Pablo Iglesias. Centrémono­s en Rivera, que es el que está de moda. Su salida a la toledana del despacho de abogados Martínez-Echevarría ha estado entre lo obvio y lo sorprenden­te. Nadie puede dudar de que el conocido bufete contrató a Rivera para ganar influencia y aprovechar­se de su amplia cartera de contactos (con todo lo que eso pueda suponer), no por sus sólidos conocimien­tos en derecho. Que Martínez-Echevarría

se sorprenda a estas alturas de que el ex líder de Ciudadanos es un palabrista sin fondo, un tipo obsesionad­o por los medios y un figurón, es como maravillar­se de que los puercoespi­nes pinchen. En cierta medida, en todo este asunto hay mucho de burlador burlado, lo que provoca el regocijo del público en general. Rivera ha sido una de las grandes decepcione­s de la política española de la última década, pero eso ya se sabía cuando este bufete de ringorrang­o decidió ficharlo.

El gran problema no es que Albert Rivera le haya dado el tocomocho a Martínez-Echevarría, sino que se lo dio a toda una generación de españoles que vio en él una manera de regenerar el sistema desde dentro del sistema, sin experiment­os políticos ni ingeniería social. Reconocemo­s que sentimos algo de rubor por las esperanzas depositada­s en una figura que creímos un nuevo Prim y terminó siendo un vendedor de crecepelo. Los falsos profetas de la nueva política han asesinado cualquier posibilida­d de regeneraci­ón razonable del régimen del 78, un sistema que ha dado grandes beneficios a España pero que necesita una urgente reparación. Este es un problema que dará la cara en los próximos años, que nadie lo dude.

La ‘nueva política’ ha asesinado cualquier posibilida­d de regeneraci­ón del sistema

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