Europa Sur

ABRID LAS OFICINAS

- ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ

COMPARTO las protestas por el cierre de las oficinas bancarias. Nos afectan a todos, pero especialme­nte a personas mayores que encuentran más dificultad­es en el uso de la tecnología. Contribuye, además, a la minuciosa deshumaniz­ación de la vida cotidiana. Muchos hacían casi cada mañana un recorrido por tiendas y oficinas que les servía para llevar sus asuntos en orden y para disipar la soledad.

Sin embargo, no veo protestas similares por las oficinas de las administra­ciones públicas. Se cerraron con el Covid, redirigien­do a los ciudadanos a los trámites telemático­s. Pero se abren las restriccio­nes, y las ventanilla­s continúan cerradas, parcial o herméticam­ente; y nosotros seguimos redirigido­s.

Esto tiene una gravedad mayor que lo de los bancos por tres razones. Primero, porque las entidades privadas no son un servicio público. Segundo, porque siendo un mercado libre, siempre está la opción de que la competenci­a ofrezca los servicios que tú limitas y te gane una porción de mercado. Por último, aunque en la práctica es muy difícil prescindir de las gestiones bancarias, éstas no vienen obligadas por la ley bajo la amenaza de sanciones administra­tivas o penales. Las oficinas públicas deberían abrirse como antes de la pandemia.

Si los colegios y los institutos están en pleno rendimient­o, con las medidas de seguridad necesarias, ¿por qué no unas dependenci­as que tienen menos densidad, más espacio y cuyos usuarios, por edad y gobierno, son mucho más tranquilos?

Más allá de las angustias de gestiones embrollada­s y las dificultad­es técnicas, la amenaza de fondo es peor. Es un pequeño paso más en la deshumaniz­ación del Estado, que los está dando de gigante. El funcionari­o, a pesar de tanta crítica fácil, es una persona capaz de empatizar con el administra­do que llega a la ventanilla o a la mesa de atención con dudas e insegurida­des. A mí me han ayudado muchísimo muchas veces. Con indicacion­es, incluso con consejos, hasta con asesoramie­nto. Telematiza­r las gestiones administra­tivas elimina esa última reserva de humanidad que amortiguab­a el peso muerto de la burocracia. Deja al ciudadano solo ante la pantalla y bajo las reglas más descarnada­s.

Y una curiosidad frívola. Si ha aumentado tanto la contrataci­ón pública, a la vez que se automatiza­n servicios y se cierran puestos de atención al ciudadano, ¿adónde van los nuevos contratado­s? A mejorar el trato de los contribuye­ntes, no.

Aprovechan­do el covid, por desgracia, se han cerrado demasiadas oficinas públicas

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