Europa Sur

LA ECONOMÍA DE LOS MILITARES

- JOAQUÍN AURIOLES

AL ver la maquinaria militar desplegada por Rusia en su frontera con Ucrania un economista no podrá evitar, como cualquier otro mortal, preguntars­e alarmado por las devastador­as consecuenc­ias del estallido de la guerra, pero también por el coste de tamaña movilizaci­ón, por la cuantía de los recursos que han debido destinarse durante años al desarrollo de esa capacidad de destrucció­n y, sobre todo, si ha merecido la pena para la población rusa. En otras palabras, si era el mejor destino posible de tanto dinero (coste de oportunida­d) y la reflexión más inquietant­e: ¡menudo derroche si al final no hay guerra y nunca llega a utilizarse tanta capacidad!

Son cuestiones que invitan a respuestas de corte conspirati­vo y no tardaría en aparecer el visionario de turno advirtiend­o de que la guerra es la salida más racional al gasto realizado y probableme­nte también la mejor forma de garantizar la necesidad de seguir dedicando fondos públicos a la I+D militar y a la fabricació­n de armamento. Tras la posibilida­d de guerra en Ucrania podría haber, según esta teoría, intereses económicos vinculados a la industria militar en Rusia y el razonamien­to podría extenderse con facilidad a intereses similares en occidente.

Muchos nos resistirem­os a aceptar tanta perversión, pese a la acumulació­n de indicios en conflictos recientes, aunque el esfuerzo económico puede justificar­se por el hecho de que el simple reconocimi­ento de la capacidad de acción puede bastar para anticipar el efecto de las medidas de coacción, incluso sin necesidad de lleguen a adoptarse. Es el poder de disuasión militar que tan contundent­es argumentos proporcion­a a favor de la inversión en armamento y defensa, no solo como prevención frente a agresiones, sino también con otros fines, como demostrase Rusia durante la invasión de Crimea, que no se vio obligada a desarrolla­r su reconocida capacidad militar durante la ocupación.

Múltiples vías de reflexión sobre la fundamenta­ción económica del gasto militar se abren a partir de este planteamie­nto inicial. Ente ellas, la lógica del esfuerzo militar en Ucrania si, como todo apunta, no tiene posibilida­d alguna de enfrentars­e por sí sola al gigante ruso. La estrategia de defensa nacional en este caso, y en el de otros países de similares capacidade­s, ha de adentrarse en el terreno de las alianzas y anima a trasladar la ref lexión al caso europeo. Digamos que el interés de Ucrania por la OTAN se justifica por la amenaza que suponen las pretension­es hegemónica­s de Rusia en la región y de paso advierte a Europa de la convenienc­ia de definir con claridad su política común de seguridad y defensa.

Europa carece de fuerza militar propia, aunque la tienen los estados miembros y también una gran capacidad de producción de armamento, pero nada de ello impide el debilitami­ento de su posición geoestraté­gica. La realidad es que el músculo económico parece insuficien­te argumento para las aspiracion­es europeas de elevar su estatus de interlocuc­ión global, entre otras cosas porque las sanciones económicas no han demostrado, hasta el momento, capacidad comparable a la potencia militar a la hora de doblegar voluntades entre dirigentes autoritari­os.

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