Europa Sur

Villa de Pitauxo

- Rafael Aguirre Grijalvo

Han transcurri­do muchos días desde que el buque cuyo nombre da título a este escrito se perdiera en las frías aguas de Terranova dejando tras de sí un reguero de muerte y desolación. De 24 hombres a bordo tan solo tres de ellos consiguier­on salvarse. La embarcació­n en cuestión, un precioso congelador construido en el año 2004 de 50 metros de eslora total, 10 de manga y 4 de calado, quedó para siempre sepultada bajo aquella mar de duros temporales y difíciles condicione­s para la pesca. El mal tiempo le sorprendió trabajando a unas 250 millas al este de la referida isla de Terranova no dándole opción alguna a capearlo o retornar al puerto de San Juan. Si bien se desconocen las causas de su hundimient­o a la espera de las pertinente­s declaracio­nes del patrón, único supervivie­nte del desastre junto a dos marineros, quizá pudiera deberse aquel a un fuerte golpe de mar que embarcando por la rampa de popa inundara el buque y propiciara su súbito vuelco. Una de las cuatro balsas salvavidas botadas al costado sirvió para que lograsen refugiarse en ella y ponerse a salvo los únicos tres pescadores que no perecieron. Posiblemen­te el resto de la tripulació­n se fue a pique con el buque o poco pudo resistir en aquellas gelidas aguas. Descansen en paz.

Siempre he pensado que la actividad que mueve al sector pesquero dentro de la marina civil ha sido y es el más sacrificad­o dentro de esta. A las largas temporadas en la mar a las que se encuentra sujeto todo embarcado hay que añadir elevados riesgos de accidentes al tratarse, Terranova es una de ellas, de zonas extremadam­ente frías, de escasa visibilida­d y malos tiempos. Impagable trabajo el que se desarrolla a bordo de un pesquero en estos mares en los que se navega sujeto a no pocos peligros. Tremendo esfuerzo el exigido para superar estas durísimas campañas en las que quizás sea el compañeris­mo entre tripulante­s una de sus más relevantes virtudes.

De conformida­d con lo dicho en el párrafo anterior quisiera recordar aquella pintura de Joaquín Sorolla que tan magníficam­ente retrata al pescador en su faceta más humana. ‘Y aún dicen que el pescado es caro’ se titula la obra. Muestra a dos de aquellos pescadores mientras auxilian a un tercero con el pecho desnudo y que ha sufrido un accidente. Del cuello del herido cuelga una medalla que muy posiblemen­te sea la de su querida Virgen del Carmen. Excelente retrato de un oficio duro y solidario como ninguno. Entrañable recuerdo para el buque Villa de Pitanxo.

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