Villa de Pitauxo
Han transcurrido muchos días desde que el buque cuyo nombre da título a este escrito se perdiera en las frías aguas de Terranova dejando tras de sí un reguero de muerte y desolación. De 24 hombres a bordo tan solo tres de ellos consiguieron salvarse. La embarcación en cuestión, un precioso congelador construido en el año 2004 de 50 metros de eslora total, 10 de manga y 4 de calado, quedó para siempre sepultada bajo aquella mar de duros temporales y difíciles condiciones para la pesca. El mal tiempo le sorprendió trabajando a unas 250 millas al este de la referida isla de Terranova no dándole opción alguna a capearlo o retornar al puerto de San Juan. Si bien se desconocen las causas de su hundimiento a la espera de las pertinentes declaraciones del patrón, único superviviente del desastre junto a dos marineros, quizá pudiera deberse aquel a un fuerte golpe de mar que embarcando por la rampa de popa inundara el buque y propiciara su súbito vuelco. Una de las cuatro balsas salvavidas botadas al costado sirvió para que lograsen refugiarse en ella y ponerse a salvo los únicos tres pescadores que no perecieron. Posiblemente el resto de la tripulación se fue a pique con el buque o poco pudo resistir en aquellas gelidas aguas. Descansen en paz.
Siempre he pensado que la actividad que mueve al sector pesquero dentro de la marina civil ha sido y es el más sacrificado dentro de esta. A las largas temporadas en la mar a las que se encuentra sujeto todo embarcado hay que añadir elevados riesgos de accidentes al tratarse, Terranova es una de ellas, de zonas extremadamente frías, de escasa visibilidad y malos tiempos. Impagable trabajo el que se desarrolla a bordo de un pesquero en estos mares en los que se navega sujeto a no pocos peligros. Tremendo esfuerzo el exigido para superar estas durísimas campañas en las que quizás sea el compañerismo entre tripulantes una de sus más relevantes virtudes.
De conformidad con lo dicho en el párrafo anterior quisiera recordar aquella pintura de Joaquín Sorolla que tan magníficamente retrata al pescador en su faceta más humana. ‘Y aún dicen que el pescado es caro’ se titula la obra. Muestra a dos de aquellos pescadores mientras auxilian a un tercero con el pecho desnudo y que ha sufrido un accidente. Del cuello del herido cuelga una medalla que muy posiblemente sea la de su querida Virgen del Carmen. Excelente retrato de un oficio duro y solidario como ninguno. Entrañable recuerdo para el buque Villa de Pitanxo.